Paradojal: Venezuela implica menos riesgo que General Motors

Por vez primera, la deuda de un país en desarrollo se cotiza más que la de un gigante empresario. Los bonos venezolanos pagan en Nueva York 4,42% anual, contra 4,6% que abonan los de GM o 4,48% las letras del Tesoro a diez años. Créase o no.

18 marzo, 2005

Hugo Chávez no puede quejarse. Su país, tachado de “fuerza negativa” por el gobierno de George W.Bush (exceso parecido al de la SIP cuando compara Argentina con Cuba en libertad de opinión), inspira en los mercados especulativos mayor confianza que General Motors. Tras reducir ésta 80% las proyecciones de ventas para este ejercicio y con los crudos tejanos a más de US$ 57 el barril, las obligaciones venezolanas con vencimiento en 2007 pagan hoy tasas inferiores a los títulos equivalentes de GM (éstos vencen en 2033). 4,42 contra 4,6% anual.

De paso, también pagan menos que las todopoderosas letras de Tesorería a cinco o diez años, que oscilan de 4,46 a 4,48% anual. Pero, al saberse la noche del jueves que la calificadora Fitch pasaba a “chatarra” los papeles de GM, los operadores esperaban que ese costo de colocación subiese a por lo menos 4,64% este viernes. Además, la iniciativa de la tercera agencia puede forzar a las dos principales (Moody’s Investors Service, Standard & Poor’s) a hacer lo mismo.

Sea como fuere, es toda una paradoja. En la crisis sistémica global de 1997/8, el endeudamiento venezolano a largo plazo (más de cinco años) exigía una tasa de 21,5% sobre el rinde de letras federales. Por entonces, GM era un coloso cuyos bonos se calificaban AAA, el máximo del mercado.

Todavía en 2002, Lehman Brothers ubicaba a Caracas en el último puesto. O sea, después de Argentina, que estaba en plena bancarrota. Al presente, la deuda externa pública venezolana (US$ 37.000 millones, casi la mitad del PBI sin petróleo) paga intereses más altos que las de Brasil, Colombia –un país balcanizado- o Perú, una economía casi tan inviable como la boliviana.

Dado que la “descalificación” de Venezuela es más bien política que financiera, según demuestra el propio mercado de bonos, cabe preguntarse si indicadores como el de “libertad económica” –que elabora la fundación Heritage, reducto ultraconservador- son serios. Especialmente cuando colocan Argentina en nivel africano o poco menos.

Por supuesto, algunos aspectos negativos de la economía y la gestión política en Venezuela justifican ciertas trepidaciones entre calificadoras. Entre ellos, la salida de capitales financieros por el perpetuo temor a una devaluación del bolívar. También el continuo deterioro del PBI (perdió 9% en 2003 y quizá 3% en 2004), pese a la firmeza de precios petroleros. Naturalmente, también pesan la engolada y anacrónica retórica de Chávez o gestos tan vacuos como rebautizar el país “república bolivariana”.

Sin embargo, hoy inversores y especuladores de Wall Street confían más en ese curioso personaje, digno de Charpentier o García Márquez, que en Richard Wagoner, presidente ejecutivo de la –todavía- mayor automotriz mundial. Aunque la capitalización bursátil de la compañía (unos US$ 170.000 millones) casi triplique el PBI venezolano. Claro, hay otro motivo económico: los pasivos de GM, alrededor de US$ 300.000 millones, son 50% superiores a los ingresos anuales.

Hugo Chávez no puede quejarse. Su país, tachado de “fuerza negativa” por el gobierno de George W.Bush (exceso parecido al de la SIP cuando compara Argentina con Cuba en libertad de opinión), inspira en los mercados especulativos mayor confianza que General Motors. Tras reducir ésta 80% las proyecciones de ventas para este ejercicio y con los crudos tejanos a más de US$ 57 el barril, las obligaciones venezolanas con vencimiento en 2007 pagan hoy tasas inferiores a los títulos equivalentes de GM (éstos vencen en 2033). 4,42 contra 4,6% anual.

De paso, también pagan menos que las todopoderosas letras de Tesorería a cinco o diez años, que oscilan de 4,46 a 4,48% anual. Pero, al saberse la noche del jueves que la calificadora Fitch pasaba a “chatarra” los papeles de GM, los operadores esperaban que ese costo de colocación subiese a por lo menos 4,64% este viernes. Además, la iniciativa de la tercera agencia puede forzar a las dos principales (Moody’s Investors Service, Standard & Poor’s) a hacer lo mismo.

Sea como fuere, es toda una paradoja. En la crisis sistémica global de 1997/8, el endeudamiento venezolano a largo plazo (más de cinco años) exigía una tasa de 21,5% sobre el rinde de letras federales. Por entonces, GM era un coloso cuyos bonos se calificaban AAA, el máximo del mercado.

Todavía en 2002, Lehman Brothers ubicaba a Caracas en el último puesto. O sea, después de Argentina, que estaba en plena bancarrota. Al presente, la deuda externa pública venezolana (US$ 37.000 millones, casi la mitad del PBI sin petróleo) paga intereses más altos que las de Brasil, Colombia –un país balcanizado- o Perú, una economía casi tan inviable como la boliviana.

Dado que la “descalificación” de Venezuela es más bien política que financiera, según demuestra el propio mercado de bonos, cabe preguntarse si indicadores como el de “libertad económica” –que elabora la fundación Heritage, reducto ultraconservador- son serios. Especialmente cuando colocan Argentina en nivel africano o poco menos.

Por supuesto, algunos aspectos negativos de la economía y la gestión política en Venezuela justifican ciertas trepidaciones entre calificadoras. Entre ellos, la salida de capitales financieros por el perpetuo temor a una devaluación del bolívar. También el continuo deterioro del PBI (perdió 9% en 2003 y quizá 3% en 2004), pese a la firmeza de precios petroleros. Naturalmente, también pesan la engolada y anacrónica retórica de Chávez o gestos tan vacuos como rebautizar el país “república bolivariana”.

Sin embargo, hoy inversores y especuladores de Wall Street confían más en ese curioso personaje, digno de Charpentier o García Márquez, que en Richard Wagoner, presidente ejecutivo de la –todavía- mayor automotriz mundial. Aunque la capitalización bursátil de la compañía (unos US$ 170.000 millones) casi triplique el PBI venezolano. Claro, hay otro motivo económico: los pasivos de GM, alrededor de US$ 300.000 millones, son 50% superiores a los ingresos anuales.

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