<p>Naturalmente, Pakistán entero se siente ofendido por las declaraciones de Barack Obama, el domingo en <em>Sixty minutes</em>. El presidente fue claro, pese a que dos de sus asesores intentasen luego diluir los tramos más duros de la conversación. Sucede que, para el norteamericano o el pakistaní de la calle, valen sólo los dichos de Obama: Washington no confiaba en Islamabad, sus generales ni, mucho menos, sus agentes encubiertos.<br />
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Una fuente insospechable de trabajar para Estados Unidos, el primer ministro Yusaf Rizá Ghillaní, tiene dudas. “¿Cómo fue posible que Osama bin Laden se ocultara tanto tiempo en Abbottabad, a sesenta kilómetros de esta capital?” Así se preguntaba el lunes ante el parlamento en Islamabad. Sus declaraciones incluyeron un segundo pedido de investigaciones.<br />
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En cierto modo, el jefe del gabinete dejaba de lado los iracundos desmentidos de otros funcionarios. Esto luego de haberlos compartido, algo que eludió hacer el embajador ante la Casa Blanca.<br />
Obviamente, la interna del gobierno plantea serios dilemas. Por ejemplo, pone en peligro las relaciones nunca fáciles entre el poder ejecutivo y las fuerzas armadas, bastante influidas por los talibán, si no por al-Qaeda misma.<br />
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Pakistán: no éramos cómplices de bin Laden
En tanto esos desmentidos no convencen al este ni al oeste, el gobierno de Islamabad, embarazado por sus nexos con al-Qaeda, promete investigar hasta las últimas consecuencias.¿Incluirán grupos militares al borde del golpe y el servicio secreto?