<p>En la última década ha habido un buen número de ejemplos de este tipo. En su momento pocos percibieron el surgimiento de China como gran potencia y hasta locomotora de la economía regional. Su insaciable demanda de materias primas, respaldada por las arcas llenas de dinero de sus exportaciones, tuvo alto impacto en el precio de las commodities en general, y benefició especialmente a economías como la de Argentina.<br />
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Nadie creyó al principio que la gigantesca burbuja inmobiliaria, primero, en los Estados Unidos y los excesos en materia de derivativos en los mercados financieros globales, empujaría a buena parte del planeta (especialmente a las economías altamente desarrolladas) a la peor recesión en un siglo. Bancos e industrias emblemáticas rescatadas con dinero de los contribuyentes y masivo respaldo financiero de los gobiernos fue su principal consecuencia.<br />
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Otro tema que ha surgido y al que no parece que se le esté prestando la debida atención es el tremendo deterioro de las finanzas de las principales economías, especialmente las europeas. Todos los ojos están concentrados en el caso de Grecia, como si eso fuera todo. Pero se pierde de vista el resto del escenario, con lo que la historia puede repetirse. <br />
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<p>En 2008, los gobiernos de los países centrales volcaron ingentes recursos para contener la crisis financiera sistémica. Se logró, pero a un costo alto y transitorio. Ahora hay que enfrentar los desequilibrios de esa estrategia.<br />
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La deuda soberana de EE.UU creció 20 puntos del producto interno en menos de dos años. Aún descontando tasas de crecimiento económico, esta relación deuda / PBI seguirá aumentando en los próximos diez años. El pelotón de países de vanguardia, los desarrollados (más de 40% del PB global) tienen déficit fiscal del orden de 10% del PBI. Antes, en los últimos 30 años, ese indicador oscilaba entre 0 y 5% (casi siempre países emergentes o subdesarrollados).<br />
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Todo esto torna anacrónica la vieja división entre países desarrollados y emergentes. Los últimos están mejor que los primeros en muchos de los indicadores que se prefiera cotejar. <br />
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Con lo cual el ajuste, tradicional herramienta de los pobres, se traslada ahora a las principales economías. La duda es si habrá un ajuste ordenado o caótico. La pretensión de los gobiernos en este trance es superar la dificultad mediante tasas de crecimiento y la confianza del sector privado que debe seguir financiando tomando deuda pública. Pero los gobiernos deberán inevitablemente, en algún momento, reducir gastos y/o elevar impuestos. Si eso no ocurre, habrá más inflación y posiblemente, en algún momento, default de la deuda pública.<br />
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En un mundo tan interconectado, lo que haga un país tendrá efectos sobre otros. Lo que obligará a coordinar esfuerzos y medidas.<br />
Sin embargo, muchos analistas prefieren creer que la peor recesión en un siglo ha desaparecido, que no ha dejado consecuencias duraderas y que todo volverá a ser como antes de la crisis. Tal vez, “no hemos visto nada todavía”.</p>