En verdad, la propuesta de Dominique Strauss-Kahn, restablecer un mecanismo de emergencia –afín al creado por Roberto Lavagna en 2005, víctima de los celos de Néstor Kirchner-, ya intentado en 1995. El representante argentino en el Fondo Monetario duda de que satisfaga las urgencias actuales. Hace trece años, tampoco fue posible instaurar el mecanismo de quiebra soberana ideado por Anne Krueger, Alan Metzler y Charles Calomiris.
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<p>Hay una diferencia cualitativa. Entones, los candidatos a la bancarrota eran países periféricos y ahora son los sectores financieros de algunas economías centrales (Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, etc.). Pero en otro sentido Torres –que repite críticas de Luiz Inácio da Silva- tiene razón: el G-7 ya no puede guiar al mundo. </p>
<p>A “<em>sotto voce</em>”, en la Eurozona (quince adherentes a la moneda común) muchos ya no creen que el FMI pueda hacer gran cosa por la banca privada occidental. Mucho menos, evitar que la recesión pase a depresión. “En 1929-32, el crac tomó casi tres años. En esta oportunidad –señala un documento interno del banco central suizo-, tecnología y globalización reducen esos tiempos a semanas o meses. </p>
<p>En cuanto a un Bretón Woods II (el primero lo hundieron desde los años 50 los neoclásicos infiltrados en el FMI tras la muerte de John Maynard Keynes), debe recordarse que el organismo pasó de manejar equilibrios monetarios a operar para la banca comercial anglonorteamericana y holandesa (apoyándose en las teorías de Milton Friedman). Algunos técnicos señalan un detalle sugestivo: el único nexo institucional con la crisis de 1929/32 y la depresión siguiente es el Banco de Ajustes Internacionales (BAI), en cuyo marco funciona el comité de Basilea. </p>
<p>Ambas instituciones pueden perfectamente substituir a la alta burocracia del FMI en algo que la desborda. Vale decir, crear nuevos mecanismos monetarios en escala mundial a partir de una especie de convocatoria de hacedores. No de estados, sino de entidades financiera privadas que las sucesivas inyecciones de capital público efectuadas en EE.UU., Gran Bretaña, Alemania, etc., no logran rescatar. </p>
<p>El caso de Europa occidental es particularmente típico: el peso de las deudas en los productos brutos nacionales es alarmante. Según la consultoría británica Bridgewater Associates, esas relaciones eran a fin de septiembre 367% en Bélgica, 1.273% en Suiza, 480% en Islandia, 368% en Gran Bretaña, 86% en Italia, 128% en Francia, 167% en Alemania, 190% en Dinamarca, 105% en Irlanda y apenas 43% en EE.UU. Cabe apuntar que GB no está en el Eurozona, en tanto Suiza e Islandia no integran la Unión Europea. </p>
¿Otro Bretton Woods u otro Halifax? La clave parece ser Europa occidental
Este domingo, la Eurozona hace una cumbre (otra más), donde se oirá la palabra depresión. Pero quizá la clave resida en una fuerte crítica al G-7 por parte del argentino Héctor Torre, quien se remite a 1995. O sea, la cumbre de Halifax.