<p>Según dirigentes de la izquierda demócrata, quedan Timothy Geithner y Paul Volcker, dos ortodoxos. El segundo respaldó, desde la Reserva Federal, la “revolución conservadora” de Ronald Reagan. Vale decir, el ofertismo: desgravar a sectores pudientes para que, luego, éstos aumentasen salarios (nunca ocurrió). Alan Greenspan, sucesor de Volcker, acentuó el sesgo, pese a lo cual su antecesor no lo tomaba en serio.<br />
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En este mal momento para Barack Obama, la Unión Europea amenaza con denunciar a Estados Unidos ante la pálida Organización Mundial de Comercio. Bruselas objeta el mismo paquete de estímulos que obstruyen los senadores republicanos.<br />
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Concretamente, la Comisión Europea se opone a una cláusula que permitiría vedar o restringir importaciones de hierro y acero destinados a proyectos infraestructurales del eventual programa. Dicho de otro modo, los ortodoxos de la UE (antiproteccionistas salvo en materia agrícola) censuran el semiproteccionismo del presidente. A su vez, éste choca con los republicanos, parcialmente proteccionistas.<br />
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La propuesta de Obama parece copia de un viejo lema que molesta al cono sur: “compre argentino” (o brasileño). Entretanto, resulta curioso que políticos y medios anglosajones –norteamericanos, británicos- hayan tardado más que la UE en advertir la cláusula. </p>
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Obama paga el precio de malas opciones
Por un motivo u otro, el flamante presidente pierde capital político: se caen nombramientos hechos contra el consejo de dirigentes demócratas. Primero fue William Richardson en comercio, luego Thomas Daschle (salud) y Nancy Killefer (presupuesto).