Nueva coalición ucraniana arriesga otra crisis en gas natural

Una dirigente política que busca volver a ser primera ministra promete revisar el polémico acuerdo con Rusia para importar gas natural. Esto plantea nuevos roces que podrían afectar la economía local y el abasto a la Unión Europea.

26 junio, 2006

La novedad es que tres partidos políticos, otrora aliados al actual presidente Víktor Yushchenko y luego en disidencia, formaron una alianza parlamentaria. Su primer objetivo es dominar el poder legislativo y, luego, el ejecutivo, con un programa más prooccidental que el del mandatario.

Este acuerdo acaba con casi tres meses de parálisis política, pero deja sin encarar muchos de los temas que han alejado a muchos de quienes apoyaban a Yushchenko después de que éste asumiera en enero de 2005. Yulia Tymoshenko, primera ministro de Yushchenko hasta septiembre del año pasado, retoma posturas que la habían hecho muy popular entre los opositores a Vladyímir Putin, presidente ruso, y sus operadores en Ucrania.

La dirigente “asusta a inversores extranjeros –dicen en Moscú, claro- e irrita a ex aliados de la revolución naranja”. Pero hay un factor también reciente: Putin se ha embarcado en maniobras poco sutiles para absorber Rusia Blanca, ya títere suyo, y luego Ucrania misma. Naturalmente, un grupo de empresarios, banqueros y petroleros occidentales –que no dan la cara- de algún modo apoya a Moscú.

Tymoshenko está dispuesta a afrontar esos intereses, luchar contra la corrupción, poner en evidencia maquinaciones judiciales y turbias privatizaciones efectuadas por Lyéonid Kuchma, antecesor prorruso de Yushchenko. Estas mismas ideas le costaron el cargo hace diez meses y siguen pareciendo muy radicales.

En esencia, lo que la flamante coalición se propone es cuestionar el convenio subscripto a principios de 2006 con Rusia. Este pacto dobló el precio del gas natural en Ucrania. Pero, durante las duras negociaciones, el abasto del fluido a Occidente quedó severamente comprometido, pues depende de gasoductos que cruzan la díscola república.

Por otra parte, el acuerdo resultó muy divisivo y políticamente complicado en Ucrania. A la sazón, la semana pasada –mientras se formaba la coalición a la izquierda de Yushchenko- millares manifestaban en las ciudades contra dos nuevos aumentos del gas a los usuarios, consecuencia del convenio. Tymoshenko señaló que visitaría Rusia y Türkmenistán, el otro proveedor clave, para “renegociar en forma amigable”.

Hace meses, la Unión Europea y Estados Unidos también objetaban los términos del pacto Moscú-Kíyev y su falta de transparencia (Gazprom era y es pieza clave). Pero sería difícil que la dirigente pueda hablar de revisiones sin poner en peligro los US$ 95 por tonelada métrica de gas que paga Ucrania. Si bien este valor casi dobla el anterior (US$ 50), sigue lejos de lo que Gazprom cobra a clientes occidentales. Por otro lado, Türkmenistán adelantó días atrás que elevará el precio cobrado a Rusia como intermediaria (una maniobra tal vez inspiraba desde Moscú para presionar a Kíyev).

En verdad, los turcomanos le hicieron el planteo a RosUkrYenergo, un controvertido emprendimiento conjunto entre Ucrania y la estatal Gazprom, controlado por ésta. Justamente eran voceros del gigante quienes, este fin de semana, acusaban a Tymoshenko de “abrir el camino a otra crisis del gas”. Esto inquita a la UE, claro. Mientras tanto, desde que rige el acuerdo de enero, el “emprendimiento conjunto” se ha retrasado en sus pagos a los rusos. A su vez, éstos sostienen que Ucrania “debe pagar precios más próximos a los de la UE, cuyo promedio es US$ 190. O, al menos, el de Moldavia” (Gazprom acabe de elevárselo de US$ 110 a 160).

El panorama no es fácil. Los tres miembros de la coalición “Ucrania nuestra” de Tymoshenko obtuvieron mayoría simple (239 bancas sobre un total de 450) en las elecciones parlamentarias de marzo. Un complicado pacto posterior pone a la dirigente camino de volver a primera ministra. Pero, antes, debe sortear un voto de confianza en julio. No obstante, el partido más votado en esos comicios fue el del promoscovita Víktor Yanúkovich, que representa la minoría de habla rusa en el este y el norte del país.

La novedad es que tres partidos políticos, otrora aliados al actual presidente Víktor Yushchenko y luego en disidencia, formaron una alianza parlamentaria. Su primer objetivo es dominar el poder legislativo y, luego, el ejecutivo, con un programa más prooccidental que el del mandatario.

Este acuerdo acaba con casi tres meses de parálisis política, pero deja sin encarar muchos de los temas que han alejado a muchos de quienes apoyaban a Yushchenko después de que éste asumiera en enero de 2005. Yulia Tymoshenko, primera ministro de Yushchenko hasta septiembre del año pasado, retoma posturas que la habían hecho muy popular entre los opositores a Vladyímir Putin, presidente ruso, y sus operadores en Ucrania.

La dirigente “asusta a inversores extranjeros –dicen en Moscú, claro- e irrita a ex aliados de la revolución naranja”. Pero hay un factor también reciente: Putin se ha embarcado en maniobras poco sutiles para absorber Rusia Blanca, ya títere suyo, y luego Ucrania misma. Naturalmente, un grupo de empresarios, banqueros y petroleros occidentales –que no dan la cara- de algún modo apoya a Moscú.

Tymoshenko está dispuesta a afrontar esos intereses, luchar contra la corrupción, poner en evidencia maquinaciones judiciales y turbias privatizaciones efectuadas por Lyéonid Kuchma, antecesor prorruso de Yushchenko. Estas mismas ideas le costaron el cargo hace diez meses y siguen pareciendo muy radicales.

En esencia, lo que la flamante coalición se propone es cuestionar el convenio subscripto a principios de 2006 con Rusia. Este pacto dobló el precio del gas natural en Ucrania. Pero, durante las duras negociaciones, el abasto del fluido a Occidente quedó severamente comprometido, pues depende de gasoductos que cruzan la díscola república.

Por otra parte, el acuerdo resultó muy divisivo y políticamente complicado en Ucrania. A la sazón, la semana pasada –mientras se formaba la coalición a la izquierda de Yushchenko- millares manifestaban en las ciudades contra dos nuevos aumentos del gas a los usuarios, consecuencia del convenio. Tymoshenko señaló que visitaría Rusia y Türkmenistán, el otro proveedor clave, para “renegociar en forma amigable”.

Hace meses, la Unión Europea y Estados Unidos también objetaban los términos del pacto Moscú-Kíyev y su falta de transparencia (Gazprom era y es pieza clave). Pero sería difícil que la dirigente pueda hablar de revisiones sin poner en peligro los US$ 95 por tonelada métrica de gas que paga Ucrania. Si bien este valor casi dobla el anterior (US$ 50), sigue lejos de lo que Gazprom cobra a clientes occidentales. Por otro lado, Türkmenistán adelantó días atrás que elevará el precio cobrado a Rusia como intermediaria (una maniobra tal vez inspiraba desde Moscú para presionar a Kíyev).

En verdad, los turcomanos le hicieron el planteo a RosUkrYenergo, un controvertido emprendimiento conjunto entre Ucrania y la estatal Gazprom, controlado por ésta. Justamente eran voceros del gigante quienes, este fin de semana, acusaban a Tymoshenko de “abrir el camino a otra crisis del gas”. Esto inquita a la UE, claro. Mientras tanto, desde que rige el acuerdo de enero, el “emprendimiento conjunto” se ha retrasado en sus pagos a los rusos. A su vez, éstos sostienen que Ucrania “debe pagar precios más próximos a los de la UE, cuyo promedio es US$ 190. O, al menos, el de Moldavia” (Gazprom acabe de elevárselo de US$ 110 a 160).

El panorama no es fácil. Los tres miembros de la coalición “Ucrania nuestra” de Tymoshenko obtuvieron mayoría simple (239 bancas sobre un total de 450) en las elecciones parlamentarias de marzo. Un complicado pacto posterior pone a la dirigente camino de volver a primera ministra. Pero, antes, debe sortear un voto de confianza en julio. No obstante, el partido más votado en esos comicios fue el del promoscovita Víktor Yanúkovich, que representa la minoría de habla rusa en el este y el norte del país.

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