Negociadores ofrecen un paquete blandoal gobierno iraní

Estados Unidos, Rusia, China, Alemania, Gran Bretaña y Francia plantean una serie de incentivos para resolver una crisis creada por Washington. Por el momento, las sanciones contempladas por el consejo de Seguridad pasan a segundo plano.

5 junio, 2006

El objetivo es alentar una vuelta al “congelamiento” del plan nuclear persa, o sea de las 64 máquinas que centrifugan a alta velocidad. Ya está en Tehrán una delegación encabezada por el español Javier Solana, vocal político de la Comisión Europea. Una vez definido los términos de negociación, Irán tendrá algunas semanas –no meses- para decidir.

Margaret Beckett, flamante canciller británica, señaló que los países representados en las tratativas “están dispuestos a entablar negociaciones formales, si Tehrán interrumpe nuevamente actividades de enriquecimiento y reproceso de uranio. O sea, como requiere la Agencia Internacional de Energía Atómica. A nuestra vez, suspenderemos toda a acción en el consejo de Seguridad”.

Por el contrario, advirtió la ministra, “daremos pasos ulteriores si Irán no cumple con esas condiciones”. Sin embargo, Beckett eludió cuidadosamente mencionar médicas punitorias específicas. El término “sanciones” ni siquiera se usa en público –excepto en los excesos verbales de John Negroponte-. En esfuerzos para no facilitar a Irán excusas prematuras. Pero, si Tehrán rechazase los incentivos, volverán a abrirse las brechas entre los seis estados; especialmente, las que separan a Rusia y China del resto.

Syerguiéi Lavrov, ministro de Relaciones exteriores, insistió en no analizar sanciones hasta que Irán tenga tiempo de estudiar y responder el planteo de Solana. “El consejo de Seguridad queda por ahora fuera de juego. Si fallamos, volveremos a esa instancia. Irán pidió congelar acciones punitorias y lo ha logrado”. Algunos altos funcionarios europeos manifiestan temores de que Tehrán “aproveche para ganar tiempo, mucho tiempo”. Inquirido si existe pleno consenso entre los seis, Nicholas Burns –subsecretario norteamericanos de Asuntos políticos- se declaró satisfecho con los progresos.

Por cierto, el énfasis recae menos en cómo sancionar a Irán que en cómo recompensarlo si acepta congelar el programa nuclear (algo que hizo Estados Unidos con India, hace poco). Antes de llegar a Viena, días atrás, Condoleezza Rice afirmó: “Hemos acordado con nuestros socios un paquete básico de ventajas, si Irán opta por el buen camino, y costos si no lo hace”. Más tarde, Tehrán aceptaba incluir a EE.UU. en las negociaciones, pero sin condiciones previas.

Hasta entonces, el ayatollá Alí Jamenéi había rechazado todo tipo de contactos con Washington, salvo en lo tocante a frenar la guerra civil en Irak (que empeora día a día). Hoy ha ablandado esa intransigencia, mientras su operador ejecutivo, el presidente Majmud Ahmadinedyad, se limita a amenazar con cortes en el abasto de hidrocarburos si fracasan las negociaciones.

En realidad, el bloque de seis denota tres posturas. En ambos extremos, EE.UU. sostiene que Irán debiera ser sancionado si no acepta las condiciones, mientras China y Rusia no quieren saber nada de represalias directas vía consejo de Seguridad. En el medio, la Unión Europea buscar obtener concesiones persas mediante tratativas, sin descartar acciones punitorias. Alemania, por ejemplo, presiona por ofrecer a Tehrán garantías de que no será objeto de agresión -opción auspiciada por los halcones alrededor de George W.Bush- pues, sin esas seguridades, los persas acabarán incluyendo armas de destrucción masiva en su programa de desarrollo atómico. En privado, los ingleses creen que las nuevas evidencias de torturas y masacre de civiles, por parte de tropas norteamericanas en Irak, impedirán a Washington llevar la guerra a Irán (algo que tampoco Bush parece desear ya).

El objetivo es alentar una vuelta al “congelamiento” del plan nuclear persa, o sea de las 64 máquinas que centrifugan a alta velocidad. Ya está en Tehrán una delegación encabezada por el español Javier Solana, vocal político de la Comisión Europea. Una vez definido los términos de negociación, Irán tendrá algunas semanas –no meses- para decidir.

Margaret Beckett, flamante canciller británica, señaló que los países representados en las tratativas “están dispuestos a entablar negociaciones formales, si Tehrán interrumpe nuevamente actividades de enriquecimiento y reproceso de uranio. O sea, como requiere la Agencia Internacional de Energía Atómica. A nuestra vez, suspenderemos toda a acción en el consejo de Seguridad”.

Por el contrario, advirtió la ministra, “daremos pasos ulteriores si Irán no cumple con esas condiciones”. Sin embargo, Beckett eludió cuidadosamente mencionar médicas punitorias específicas. El término “sanciones” ni siquiera se usa en público –excepto en los excesos verbales de John Negroponte-. En esfuerzos para no facilitar a Irán excusas prematuras. Pero, si Tehrán rechazase los incentivos, volverán a abrirse las brechas entre los seis estados; especialmente, las que separan a Rusia y China del resto.

Syerguiéi Lavrov, ministro de Relaciones exteriores, insistió en no analizar sanciones hasta que Irán tenga tiempo de estudiar y responder el planteo de Solana. “El consejo de Seguridad queda por ahora fuera de juego. Si fallamos, volveremos a esa instancia. Irán pidió congelar acciones punitorias y lo ha logrado”. Algunos altos funcionarios europeos manifiestan temores de que Tehrán “aproveche para ganar tiempo, mucho tiempo”. Inquirido si existe pleno consenso entre los seis, Nicholas Burns –subsecretario norteamericanos de Asuntos políticos- se declaró satisfecho con los progresos.

Por cierto, el énfasis recae menos en cómo sancionar a Irán que en cómo recompensarlo si acepta congelar el programa nuclear (algo que hizo Estados Unidos con India, hace poco). Antes de llegar a Viena, días atrás, Condoleezza Rice afirmó: “Hemos acordado con nuestros socios un paquete básico de ventajas, si Irán opta por el buen camino, y costos si no lo hace”. Más tarde, Tehrán aceptaba incluir a EE.UU. en las negociaciones, pero sin condiciones previas.

Hasta entonces, el ayatollá Alí Jamenéi había rechazado todo tipo de contactos con Washington, salvo en lo tocante a frenar la guerra civil en Irak (que empeora día a día). Hoy ha ablandado esa intransigencia, mientras su operador ejecutivo, el presidente Majmud Ahmadinedyad, se limita a amenazar con cortes en el abasto de hidrocarburos si fracasan las negociaciones.

En realidad, el bloque de seis denota tres posturas. En ambos extremos, EE.UU. sostiene que Irán debiera ser sancionado si no acepta las condiciones, mientras China y Rusia no quieren saber nada de represalias directas vía consejo de Seguridad. En el medio, la Unión Europea buscar obtener concesiones persas mediante tratativas, sin descartar acciones punitorias. Alemania, por ejemplo, presiona por ofrecer a Tehrán garantías de que no será objeto de agresión -opción auspiciada por los halcones alrededor de George W.Bush- pues, sin esas seguridades, los persas acabarán incluyendo armas de destrucción masiva en su programa de desarrollo atómico. En privado, los ingleses creen que las nuevas evidencias de torturas y masacre de civiles, por parte de tropas norteamericanas en Irak, impedirán a Washington llevar la guerra a Irán (algo que tampoco Bush parece desear ya).

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