domingo, 5 de enero de 2025

Nancy Pelosi, demócrata, segunda en la sucesión tras Richard Cheney

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En un gesto inteligente, la primera persona a quien felicitó George W.Bush es la próxima jefa de la cámara baja. En tanto, se analiza el voto hispano y algunos esperan la renuncia de John Bolton, hombre del vicepresidente.

En efecto, desde el 20 de enero la diputada demócrata estará luego de Cheney en la línea sucesoria. Por otra parte, será la mujer más poderosa en la historia norteamericana. Por ende, eventual competidora de Hilary Clinton (reelegida por un alud de votos) por la candidatura presidencial en 2008. Si, como pretende un creciente grupo de republicanos moderados, Condoleezza Rice aspirase a ese mismo papel, habría un ”full” de reinas, muy irritativo para la hoy derrotada coalición fundamentalista.

Tras un almuerzo a solas con Bush –ahí el primer mandatario le adelantó el fin de Donald Rumsfeld y Karl Rove-, ambos dijeron casi lo mismo. “La opinión pública quiere que los dirigentes dejan a un lado divergencias y actúen para resolver los grandes problemas actuales”, sostuvo el presidente. “Los demócrata estamos listos para cogobernar y trabajar en forma bipartidaria”, añadió ella.

Sea como fuere, el programa de la ítalonorteamericana Pelosi combina el tema Irak con asuntos económicos. La diputada promoverá aumentos en el salario mínimo, paulatina eliminación de rebajas a tributarias para sectores de altos ingresos (dividendos bursátiles inclusive), supresión de incentivos fiscales para eliminar mano de obra local o crearla en el exterior –un golpe a la tercerización laboral- y más facultades al gobierno para hacer bajar precios farmoquímicos.

En algunos planos, contará con una ayuda muy fuerte: el fiscal general neoyorquino Eliot Spitzer será gobernador del estado. Desde ese cargo, impulsará normas para “limitar bonificaciones a ejecutivos atadas a cotizaciones accionarias y remuneraciones desmedidas”. Sucede que el funcionario ganó merced a su campaña de cinco años contra la corrupción y el fraude contables en el sector privado local y nacional, como admitió el republicano Rodolfo Giuliani.

Otro factor clave fue la población de etnia y lengua hispana. Contra lo supuesto por muchos observadores, entre ellos varios de la derecha latinoamericana (especialmente en Miami), entre 72 y 75% de ese grupo se inclinó por los demócratas. Debe recordarse que, según el censo oficial, representan –con 41%- la primera minoría en escala nacional. Su peso en California (46%), explica la amplia victoria de Arnold Schwarzenegger. Este gobernador criticó la ley que autoriza nuevas vallas fronterizas y, además, le había pedido a Bush no hacer campaña en su estado.

En un plano diferente, el virtual pase al ostracismo de Cheney (podría pedir licencia por razones de salud, en algunos meses) deja sin sostén al belicoso embajador en Naciones Unidas, John Bolton. Ocurre que Bush lo había impuesto durante un receso parlamentario y nunca fue ratificado por el senado. Si, como parecía, esta cámara escapa del control republicano, Cheney –como presidente natural del cuerpo- ya no podrá desempatar en favor del gobierno.

Sin duda, Rice tratará de alejar a Bolton, quien ya ha sido abandonado por sus mentores ideológicos y arriesga la reapertura de una causa por maltrato de personal. En efecto, la designación de Robert Gates (jefe de la CIA bajo Bush padre y miembro del grupo pro federalización de Irak) confirma el retroceso de la extrema derecha.

Así lo admite Frederick Barnes, director del “Weekly standard”, medio que enarbola los principios de Leo Strauss, filósofo neonazi maestro de los ultraconservadores norteamericanos. Sólo su apoyo al capitalismo de estado nacionalsocialista y su antisemitismo han sido expurgados del ideario de Barnes, Richard Perle y correligionarios.

En efecto, desde el 20 de enero la diputada demócrata estará luego de Cheney en la línea sucesoria. Por otra parte, será la mujer más poderosa en la historia norteamericana. Por ende, eventual competidora de Hilary Clinton (reelegida por un alud de votos) por la candidatura presidencial en 2008. Si, como pretende un creciente grupo de republicanos moderados, Condoleezza Rice aspirase a ese mismo papel, habría un ”full” de reinas, muy irritativo para la hoy derrotada coalición fundamentalista.

Tras un almuerzo a solas con Bush –ahí el primer mandatario le adelantó el fin de Donald Rumsfeld y Karl Rove-, ambos dijeron casi lo mismo. “La opinión pública quiere que los dirigentes dejan a un lado divergencias y actúen para resolver los grandes problemas actuales”, sostuvo el presidente. “Los demócrata estamos listos para cogobernar y trabajar en forma bipartidaria”, añadió ella.

Sea como fuere, el programa de la ítalonorteamericana Pelosi combina el tema Irak con asuntos económicos. La diputada promoverá aumentos en el salario mínimo, paulatina eliminación de rebajas a tributarias para sectores de altos ingresos (dividendos bursátiles inclusive), supresión de incentivos fiscales para eliminar mano de obra local o crearla en el exterior –un golpe a la tercerización laboral- y más facultades al gobierno para hacer bajar precios farmoquímicos.

En algunos planos, contará con una ayuda muy fuerte: el fiscal general neoyorquino Eliot Spitzer será gobernador del estado. Desde ese cargo, impulsará normas para “limitar bonificaciones a ejecutivos atadas a cotizaciones accionarias y remuneraciones desmedidas”. Sucede que el funcionario ganó merced a su campaña de cinco años contra la corrupción y el fraude contables en el sector privado local y nacional, como admitió el republicano Rodolfo Giuliani.

Otro factor clave fue la población de etnia y lengua hispana. Contra lo supuesto por muchos observadores, entre ellos varios de la derecha latinoamericana (especialmente en Miami), entre 72 y 75% de ese grupo se inclinó por los demócratas. Debe recordarse que, según el censo oficial, representan –con 41%- la primera minoría en escala nacional. Su peso en California (46%), explica la amplia victoria de Arnold Schwarzenegger. Este gobernador criticó la ley que autoriza nuevas vallas fronterizas y, además, le había pedido a Bush no hacer campaña en su estado.

En un plano diferente, el virtual pase al ostracismo de Cheney (podría pedir licencia por razones de salud, en algunos meses) deja sin sostén al belicoso embajador en Naciones Unidas, John Bolton. Ocurre que Bush lo había impuesto durante un receso parlamentario y nunca fue ratificado por el senado. Si, como parecía, esta cámara escapa del control republicano, Cheney –como presidente natural del cuerpo- ya no podrá desempatar en favor del gobierno.

Sin duda, Rice tratará de alejar a Bolton, quien ya ha sido abandonado por sus mentores ideológicos y arriesga la reapertura de una causa por maltrato de personal. En efecto, la designación de Robert Gates (jefe de la CIA bajo Bush padre y miembro del grupo pro federalización de Irak) confirma el retroceso de la extrema derecha.

Así lo admite Frederick Barnes, director del “Weekly standard”, medio que enarbola los principios de Leo Strauss, filósofo neonazi maestro de los ultraconservadores norteamericanos. Sólo su apoyo al capitalismo de estado nacionalsocialista y su antisemitismo han sido expurgados del ideario de Barnes, Richard Perle y correligionarios.

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