Mientras Norcorea amenaza, Bush sólo piensa en Irán

Por un lado, Pyongyang anuncia las primeras pruebas nucleares oficiales y Washington se limita a recordar que hay negociaciones en curso. Por el otro, George W.Bush insiste en sus obsesión con Tehrán y un programa atómico mucho más modesto.

4 octubre, 2006

Desde hace meses, expertos y dirigentes políticos –en Estados Unidos, Japón y Surcorea- reprochan al presidente no prestar la atención debida a Norcorea. Por el contrario, Bush, el vicepresidente Richard Cheney y el secretario de defensa, Donald Rumsfeld, se preraran para una poco plausible guerra con Irán.

“Se pierde tiempo en desarrollar hipótesis bélicas en torno de Tehrán. Parece que la meta no es suspender el plan nuclear, sino eliminar al propio régimen iraní”, sostiene Samnuel Gardiner, coronel de aeronáutica (r) especialista en problemas del próximo y el lejano oriente. “Su entorno le ha hecho creer a Bush que es otro Winston Churchill, capaz de rehacer el mapa del mundo una vez liquidados los persas. Pero faltan Franklin Roosevelt y Józif Stalin”.

“Espera que el globo le rinda homenaje tras el retiro. Habla de Levante en términos mesiánicos –los de Karl Rove- y teme que, aunque lo suceda otro republicano en 2009, no tendrá libertad de acción si, antes, no se eliminan regímenes como el iraní”. Sin embargo, el fiasco en Irak y Afganistán sugiere que el poder militar norteamericano se agrieta y, como ha dicho Kofi Annán, será precisa una alianza entre Naciones Unidas y la Unión Europea para desactivar tantas bombas de tiempo. “Será un mundo sin Bush ni Tony Blair”, reflexiona Gardiner.

Por supuesto, Cheney y Rumsfeld “han persuadido a Bush de que debiera atacarse cualquier país enemigo capaz de procurarse armas atómicas. Pero casi nada dicen acerca de Norcorea”. Los halcones tienen un plan, revela el analista: “para demoler instalaciones nucleares iraníes, se precisarán 400 incursiones aéreas, de las cuales setenta y cinco con bombas que alcancen gran profundidad”. Sin embargo, sostiene Gardiner, “semejante despliegue no eliminará al régimen y, más bien, lo consolidará. EE.UU. no podrá controlar un territorio de 1.600.000 km2 y 70 millones de habitantes, pegado a Irak”.

Lo que si conseguirá es llevar los precios de crudos a US$ 200 por barril. Pero eso no alcanza para desvirtuar las “siete verdades” en las que creen el presidente y sus allegados. A saber, (1) Irán desarrolla armas de exterminio, (2) engaña a la ONU y la comunidad internacional, (3) apoya a Hezbollá, Hamás, al Qa’eda y el terrorismo islámico, (4) desestabiliza Irak y Afganistán, (5) sólo simula que negocia, (6) el pueblo iraní quiere democracia y (7) las sanciones de la ONU fracasarán. Si no fuese porque este septálogo lo apoya la Casa Blanca, su mezcla de fantasías, lugares comunes, desatinos y expresiones de deseos sería risible.

Desde hace meses, expertos y dirigentes políticos –en Estados Unidos, Japón y Surcorea- reprochan al presidente no prestar la atención debida a Norcorea. Por el contrario, Bush, el vicepresidente Richard Cheney y el secretario de defensa, Donald Rumsfeld, se preraran para una poco plausible guerra con Irán.

“Se pierde tiempo en desarrollar hipótesis bélicas en torno de Tehrán. Parece que la meta no es suspender el plan nuclear, sino eliminar al propio régimen iraní”, sostiene Samnuel Gardiner, coronel de aeronáutica (r) especialista en problemas del próximo y el lejano oriente. “Su entorno le ha hecho creer a Bush que es otro Winston Churchill, capaz de rehacer el mapa del mundo una vez liquidados los persas. Pero faltan Franklin Roosevelt y Józif Stalin”.

“Espera que el globo le rinda homenaje tras el retiro. Habla de Levante en términos mesiánicos –los de Karl Rove- y teme que, aunque lo suceda otro republicano en 2009, no tendrá libertad de acción si, antes, no se eliminan regímenes como el iraní”. Sin embargo, el fiasco en Irak y Afganistán sugiere que el poder militar norteamericano se agrieta y, como ha dicho Kofi Annán, será precisa una alianza entre Naciones Unidas y la Unión Europea para desactivar tantas bombas de tiempo. “Será un mundo sin Bush ni Tony Blair”, reflexiona Gardiner.

Por supuesto, Cheney y Rumsfeld “han persuadido a Bush de que debiera atacarse cualquier país enemigo capaz de procurarse armas atómicas. Pero casi nada dicen acerca de Norcorea”. Los halcones tienen un plan, revela el analista: “para demoler instalaciones nucleares iraníes, se precisarán 400 incursiones aéreas, de las cuales setenta y cinco con bombas que alcancen gran profundidad”. Sin embargo, sostiene Gardiner, “semejante despliegue no eliminará al régimen y, más bien, lo consolidará. EE.UU. no podrá controlar un territorio de 1.600.000 km2 y 70 millones de habitantes, pegado a Irak”.

Lo que si conseguirá es llevar los precios de crudos a US$ 200 por barril. Pero eso no alcanza para desvirtuar las “siete verdades” en las que creen el presidente y sus allegados. A saber, (1) Irán desarrolla armas de exterminio, (2) engaña a la ONU y la comunidad internacional, (3) apoya a Hezbollá, Hamás, al Qa’eda y el terrorismo islámico, (4) desestabiliza Irak y Afganistán, (5) sólo simula que negocia, (6) el pueblo iraní quiere democracia y (7) las sanciones de la ONU fracasarán. Si no fuese porque este septálogo lo apoya la Casa Blanca, su mezcla de fantasías, lugares comunes, desatinos y expresiones de deseos sería risible.

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