Mercosur: ¿Todo o nada?

Freno en las negociaciones para relanzar el Mercosur. Displicencia brasileña y preocupación argentina. Discrepancias sobre fines e instrumentos. Cavallo quiere advertir a De la Rúa sobre el particular.

28 abril, 2000

La vieja estrategia internacional de Itamaraty (cancillería brasileña) se remonta al imperio portugués y se fundamentó, básicamente, en el arte de ganar tiempo y aplicar la política de los hechos consumados. Esto es lo que parecen sentir los negociadores argentinos que se sentaron ayer a dialogar con sus pares del Brasil.

Mientras, según los observadores, para los nuestros en esta cita en Buenos Aires se juega el “todo o nada”, el vicecanciller del país vecino, Luiz Felipe Seixas Correa, con aire displicente, sostuvo que el encuentro era solamente una aproximación para identificar problemas y prioridades.

Y por si esto fuera poco – como dice el pregón ambulante – largó una andanada difícil de asimilar: rechazó toda pretensión argentina de resguardar los sectores industriales castigados por la ventaja competitiva que da al Brasil disponer de la flotación de su moneda como arma táctica para sobrevolar las crisis de su economía.

Fue en el Palacio San Martín, a las 9, cuando se sentaron José Luis Machinea, Adalberto Rodríguez Giavarini y Ricardo López Murphy, por la Argentina, y Pedro Malan (ministro de Hacienda), Luiz Felipe Lampreia (Relaciones Exteriores) y Maguela Quintao (Defensa).Hoy los negociadores almorzarán con el Presidente De la Rúa en Olivos para tratar las diferencias al más alto nivel local.

Domingo Cavallo también apeló a una audiencia presidencial. Con fines electoralistas o no, anunció que quería conversar con el primer magistrado acerca del clima enrarecido que advirtió respecto de la Argentina en su reciente visita a aquel país. Podrá discutirse al candidato a jefe de la ciudad autónoma de Buenos Aires cualquiera de sus condiciones políticas, pero no hay dudas de que algo sabe sobre la relación de poder económico y político existente en el mundo. Eso se absorbe necesariamente en los claustros de Harvard o de Georgetown, donde se manipula la estrategia mundial de las grandes potencias.

Nuestro país, con el problema de la recesión y el desempleo sobre los hombros, observa con preocupación – ¿sería exagerado hablar de angustia? – la presión vendedora brasileña en áreas fundamentales de su producción. Acero, papel, calzado, textiles, azúcar, pollos y cerdos, son fuentes primordiales de mano de obra y sectores básicos de su aparato productivo. La desvalorización del real amenaza con una catarata de productos brasileños si no se arbitra un acuerdo de partes para evitar lo peor.

Y aquí es donde se percibe la táctica del socio – adversario de ganar tiempo y dejar que los hechos avancen por sí solos.

Todo esto, en gran parte, es fruto de la desaprensión con que Carlos Saúl Menem y su cancillería manejaron las relaciones exteriores del país. Donde primaron los elementos carnales y de la seducción – según los casos – sobre el trazado de una estrategia de inserción de la Argentina en el contexto del poder mundial.

Guido Di Tella probablemente no prestó atención a la geopolítica diseñada por Mario Travassos y Golbery De Couto e Silva para enfrentar una supuesta presión argentina sobre el vientre sur del Brasil. Esa línea geopolítica se plasmó en la apertura de un eje de comunicaciones Este – Oeste, mediante canales, rutas, ferrocarril y autopistas que avanzaron sobre las fronteras brasileñas y logró en pocas décadas triplicar el PBI interno, similar en su momento al argentino.

En la era de Richard Nixon – Henry Kissinger, el Brasil fue elegido como potencia vicaria de los Estados Unidos en América Latina. Corría una frase famosa por los pasillos de Washington: “Hacia donde vaya Brasil, allí irá América Latina”.

El pacto del Mercosur – recordemos que la aproximación comenzó por acordar una política nuclear y de seguridad que eliminara las confrontaciones anacrónicas – pareció indicar que la dirigencia brasileña comprendía que ni Brasil ni la Argentina tenían por sí solos, un destino aceptable en el marco mundial. Sobre el entendimiento del viejo principio hispano de que “somos igual a vos y todos juntos más que vos”, con que se ponía freno al desmadre de la monarquía, el bloque económico regional parecía tomar el camino de la Unión Europea.

Sin embargo, los dichos de Seixas Correa, como hace poco la arrogancia de Botafogo Gonçalves, hacen temer que la vetusta concepción imperial lusitana haga peligrar este Mercosur que sí es, realmente, un instrumento de desarrollo y bienestar. Pero debe serlo para todos sus componentes: la Argentina, .Brasil, Uruguay y Paraguay. De otra manera, terminará en la letra muerta de papeles desechados por la realidad.

Sergio Ceron

La vieja estrategia internacional de Itamaraty (cancillería brasileña) se remonta al imperio portugués y se fundamentó, básicamente, en el arte de ganar tiempo y aplicar la política de los hechos consumados. Esto es lo que parecen sentir los negociadores argentinos que se sentaron ayer a dialogar con sus pares del Brasil.

Mientras, según los observadores, para los nuestros en esta cita en Buenos Aires se juega el “todo o nada”, el vicecanciller del país vecino, Luiz Felipe Seixas Correa, con aire displicente, sostuvo que el encuentro era solamente una aproximación para identificar problemas y prioridades.

Y por si esto fuera poco – como dice el pregón ambulante – largó una andanada difícil de asimilar: rechazó toda pretensión argentina de resguardar los sectores industriales castigados por la ventaja competitiva que da al Brasil disponer de la flotación de su moneda como arma táctica para sobrevolar las crisis de su economía.

Fue en el Palacio San Martín, a las 9, cuando se sentaron José Luis Machinea, Adalberto Rodríguez Giavarini y Ricardo López Murphy, por la Argentina, y Pedro Malan (ministro de Hacienda), Luiz Felipe Lampreia (Relaciones Exteriores) y Maguela Quintao (Defensa).Hoy los negociadores almorzarán con el Presidente De la Rúa en Olivos para tratar las diferencias al más alto nivel local.

Domingo Cavallo también apeló a una audiencia presidencial. Con fines electoralistas o no, anunció que quería conversar con el primer magistrado acerca del clima enrarecido que advirtió respecto de la Argentina en su reciente visita a aquel país. Podrá discutirse al candidato a jefe de la ciudad autónoma de Buenos Aires cualquiera de sus condiciones políticas, pero no hay dudas de que algo sabe sobre la relación de poder económico y político existente en el mundo. Eso se absorbe necesariamente en los claustros de Harvard o de Georgetown, donde se manipula la estrategia mundial de las grandes potencias.

Nuestro país, con el problema de la recesión y el desempleo sobre los hombros, observa con preocupación – ¿sería exagerado hablar de angustia? – la presión vendedora brasileña en áreas fundamentales de su producción. Acero, papel, calzado, textiles, azúcar, pollos y cerdos, son fuentes primordiales de mano de obra y sectores básicos de su aparato productivo. La desvalorización del real amenaza con una catarata de productos brasileños si no se arbitra un acuerdo de partes para evitar lo peor.

Y aquí es donde se percibe la táctica del socio – adversario de ganar tiempo y dejar que los hechos avancen por sí solos.

Todo esto, en gran parte, es fruto de la desaprensión con que Carlos Saúl Menem y su cancillería manejaron las relaciones exteriores del país. Donde primaron los elementos carnales y de la seducción – según los casos – sobre el trazado de una estrategia de inserción de la Argentina en el contexto del poder mundial.

Guido Di Tella probablemente no prestó atención a la geopolítica diseñada por Mario Travassos y Golbery De Couto e Silva para enfrentar una supuesta presión argentina sobre el vientre sur del Brasil. Esa línea geopolítica se plasmó en la apertura de un eje de comunicaciones Este – Oeste, mediante canales, rutas, ferrocarril y autopistas que avanzaron sobre las fronteras brasileñas y logró en pocas décadas triplicar el PBI interno, similar en su momento al argentino.

En la era de Richard Nixon – Henry Kissinger, el Brasil fue elegido como potencia vicaria de los Estados Unidos en América Latina. Corría una frase famosa por los pasillos de Washington: “Hacia donde vaya Brasil, allí irá América Latina”.

El pacto del Mercosur – recordemos que la aproximación comenzó por acordar una política nuclear y de seguridad que eliminara las confrontaciones anacrónicas – pareció indicar que la dirigencia brasileña comprendía que ni Brasil ni la Argentina tenían por sí solos, un destino aceptable en el marco mundial. Sobre el entendimiento del viejo principio hispano de que “somos igual a vos y todos juntos más que vos”, con que se ponía freno al desmadre de la monarquía, el bloque económico regional parecía tomar el camino de la Unión Europea.

Sin embargo, los dichos de Seixas Correa, como hace poco la arrogancia de Botafogo Gonçalves, hacen temer que la vetusta concepción imperial lusitana haga peligrar este Mercosur que sí es, realmente, un instrumento de desarrollo y bienestar. Pero debe serlo para todos sus componentes: la Argentina, .Brasil, Uruguay y Paraguay. De otra manera, terminará en la letra muerta de papeles desechados por la realidad.

Sergio Ceron

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