Mercosur: ¿aliados o rivales?

Brasil hace sentir a la Argentina su dependencia económica. Se firmó el viernes un acuerdo de términos difusos y sin compromisos concretos.

2 mayo, 2000

Después de un largo iweekend anegado por el clima, la semana comenzó con la necesidad de pulir algunos acontecimientos que agitaban los ánimos hasta el viernes pasado.

Las relaciones con Brasil, en el contexto del Mercosur, es una problemática que ocupa a políticos, empresarios, trabajadores y analistas argentinos. La Brasil-dependencia de la Argentina coloca al país en una situación de debilidad negociadora, tanto o más que la tradicional inferioridad de la diplomacia nacional sobre la que se instituyó a caballo de la tradición imperial de Itamaraty.

Ante la globalización del planeta, no sólo económica y financiera, sino política y cultural, hombres con ideas claras de la Argentina y de Brasil, entendieron que ninguno de los dos países podía enfrentar, por sí solo, los desafíos de la nueva era. El entendimiento comenzó, bajo la presión del Norte, por poner fin a la carrera geopolítica que tenía su expresión más amenazante en el desarrollo de la industria nuclear y la balística.

Raúl Alfonsín tuvo el mérito de abrir más el espacio de entendimiento, llevándolo al campo de la economía.Carlos Saúl Menem avanzó en el camino que conduciría al Tratado del Mercosur, al que se unieron Paraguay y Uruguay.

El nuevo espacio geopolítico y geoeconómico en gestación funcionó como polo de atracción para una catarata de inversiones en la región. Por condiciones propias -dimensión demográfica, capacidad de management- pero además mediante diversas argucias -subsidios, créditos privilegiados, donación de tierras, exenciones impositivas- nuestro vecino consiguió ventajas competitivas que lesionaban, sino la letra al menos el espíritu del Mercosur.

Todo, ante la alegre frivolidad de un gobierno argentino empeñado en acatar los dictados del Fondo Monetario Internacional, practicar el arte de la seducción con los kelpers y proclamar intrigantes relaciones carnales con Washington.

Este es el legado, “sin beneficio de inventario” que recibió Fernando De la Rúa. ¿Podrá remontar semejante herencia? Parece que lo intenta, pero no se vislumbra una clara estrategia detrás de los hechos puntuales.

El viernes por la tarde se firmó entre las dos naciones un acuerdo para encarar un proceso de convergencia de las dos economías. La cual comenzará a partir de marzo de 2001.

Ambos gobiernos se comprometen a respetar metas de disminución del déficit fiscal, de inflación y de nivel de endeudamiento. Este es todo el resultado obtenido de la reunión de Buenos Aires, en la que la delegación argentina no ocultaba su propuesta de relanzar, sobre bases claras, el Mercosur, Es decir, “borrón y cuenta nueva”, olvidemos los “desencuentros” y tiremos para adelante.

El jefe de la representación brasileña lanzó un chorro de nitrógeno líquido para enfriar esas esperanzas. Sólo aceptaba una “aproximación para identificar problemas y prioridades.

Y el acuerdo fija un plazo de 12 meses para esa tarea, plazo que en la vorágine de los tiempos se parece más a una eternidad que a una proximidad. Pero Brasil fue mucho más allá. No se comprometió a nada, pero en cambio pidió la “revisión” de las condiciones del acuerdo automotor firmado hace apenas un mes antes.

Pretende retirar del régimen para la industria automotor las carrocerías de ómnibus y camiones, los tractores y los remolques. Quedaría cercenada la quinta parte de un convenio que debería regir, según el compromiso asumido, entre junio próximo y diciembre del año 2005.

Debora Giorgi, secretaria de Industria, no calificó, en declaraciones al periodismo, la actitud brasileña.Sutilmente, explicó que, “por algún tipo de mala interpretación, los brasileños resolvieron desandar sobre una parte de lo acordado, y en consecuencia tebndremos que rediscutir algunos puntos que creíamos ya resueltos” .

“Inglaterra no tiene aliados permanentes; tiene intereses permanentes”, repetían los diplomáticos victorianos en el siglo XIX.

La Argentina debe trazar una estrategia de inserción en el mundo, en la que tenga en claro si Brasil, aunque no le podamos exigir que sea un aliado permanente, es un aliado confiable en la lucha por desarrollar armónicamente la región. Una pregunta que se deben hacer Uruguay, Paraguay y los demás países de origen hispano que, como Chile y Bolivia, en lo más inmediato, puedan sentirse tentados en ingresar y consolidar el Mercosur.

Esa estrategia nos obligará a abrir nuevos mercados para la Argentina exportadora, con inteligencia, tenacidad y privilegiando los intereses de nuestras empresas y nuestros trabajadores. Sin prisa, pero sin pausa.

Sergio Ceron

Después de un largo iweekend anegado por el clima, la semana comenzó con la necesidad de pulir algunos acontecimientos que agitaban los ánimos hasta el viernes pasado.

Las relaciones con Brasil, en el contexto del Mercosur, es una problemática que ocupa a políticos, empresarios, trabajadores y analistas argentinos. La Brasil-dependencia de la Argentina coloca al país en una situación de debilidad negociadora, tanto o más que la tradicional inferioridad de la diplomacia nacional sobre la que se instituyó a caballo de la tradición imperial de Itamaraty.

Ante la globalización del planeta, no sólo económica y financiera, sino política y cultural, hombres con ideas claras de la Argentina y de Brasil, entendieron que ninguno de los dos países podía enfrentar, por sí solo, los desafíos de la nueva era. El entendimiento comenzó, bajo la presión del Norte, por poner fin a la carrera geopolítica que tenía su expresión más amenazante en el desarrollo de la industria nuclear y la balística.

Raúl Alfonsín tuvo el mérito de abrir más el espacio de entendimiento, llevándolo al campo de la economía.Carlos Saúl Menem avanzó en el camino que conduciría al Tratado del Mercosur, al que se unieron Paraguay y Uruguay.

El nuevo espacio geopolítico y geoeconómico en gestación funcionó como polo de atracción para una catarata de inversiones en la región. Por condiciones propias -dimensión demográfica, capacidad de management- pero además mediante diversas argucias -subsidios, créditos privilegiados, donación de tierras, exenciones impositivas- nuestro vecino consiguió ventajas competitivas que lesionaban, sino la letra al menos el espíritu del Mercosur.

Todo, ante la alegre frivolidad de un gobierno argentino empeñado en acatar los dictados del Fondo Monetario Internacional, practicar el arte de la seducción con los kelpers y proclamar intrigantes relaciones carnales con Washington.

Este es el legado, “sin beneficio de inventario” que recibió Fernando De la Rúa. ¿Podrá remontar semejante herencia? Parece que lo intenta, pero no se vislumbra una clara estrategia detrás de los hechos puntuales.

El viernes por la tarde se firmó entre las dos naciones un acuerdo para encarar un proceso de convergencia de las dos economías. La cual comenzará a partir de marzo de 2001.

Ambos gobiernos se comprometen a respetar metas de disminución del déficit fiscal, de inflación y de nivel de endeudamiento. Este es todo el resultado obtenido de la reunión de Buenos Aires, en la que la delegación argentina no ocultaba su propuesta de relanzar, sobre bases claras, el Mercosur, Es decir, “borrón y cuenta nueva”, olvidemos los “desencuentros” y tiremos para adelante.

El jefe de la representación brasileña lanzó un chorro de nitrógeno líquido para enfriar esas esperanzas. Sólo aceptaba una “aproximación para identificar problemas y prioridades.

Y el acuerdo fija un plazo de 12 meses para esa tarea, plazo que en la vorágine de los tiempos se parece más a una eternidad que a una proximidad. Pero Brasil fue mucho más allá. No se comprometió a nada, pero en cambio pidió la “revisión” de las condiciones del acuerdo automotor firmado hace apenas un mes antes.

Pretende retirar del régimen para la industria automotor las carrocerías de ómnibus y camiones, los tractores y los remolques. Quedaría cercenada la quinta parte de un convenio que debería regir, según el compromiso asumido, entre junio próximo y diciembre del año 2005.

Debora Giorgi, secretaria de Industria, no calificó, en declaraciones al periodismo, la actitud brasileña.Sutilmente, explicó que, “por algún tipo de mala interpretación, los brasileños resolvieron desandar sobre una parte de lo acordado, y en consecuencia tebndremos que rediscutir algunos puntos que creíamos ya resueltos” .

“Inglaterra no tiene aliados permanentes; tiene intereses permanentes”, repetían los diplomáticos victorianos en el siglo XIX.

La Argentina debe trazar una estrategia de inserción en el mundo, en la que tenga en claro si Brasil, aunque no le podamos exigir que sea un aliado permanente, es un aliado confiable en la lucha por desarrollar armónicamente la región. Una pregunta que se deben hacer Uruguay, Paraguay y los demás países de origen hispano que, como Chile y Bolivia, en lo más inmediato, puedan sentirse tentados en ingresar y consolidar el Mercosur.

Esa estrategia nos obligará a abrir nuevos mercados para la Argentina exportadora, con inteligencia, tenacidad y privilegiando los intereses de nuestras empresas y nuestros trabajadores. Sin prisa, pero sin pausa.

Sergio Ceron

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