Los alumnos de las escuelas primarias de la Argentina se encuentran en desventaja cuando se compara la cantidad de horas anuales de clase respecto de la mayoría de los países, indica el último informe del Centro de Estudios de la Educación Argentina (CEA) de la Universidad de Belgrano.
Es que, en nuestro país, se dictan apenas 680 horas anuales reales, si se tiene en cuenta que a las 720 horas correspondientes a 180 días de clase, hay que restarle los 10 días de paros (40 horas menos) que promedia la educación pública en nuestro país para cada uno de los últimos diez años.
Esta realidad no sólo dista mucho de la cantidad de horas de aprendizaje con la que podrían beneficiarse los alumnos si se cumpliera la Ley 26.075 que, en 2005, fijaba como objetivo la extensión de la Jornada Escolar Extendida (JEE) hasta el 30% de los alumnos de educación básica, meta totalmente incumplida, ya que apenas 13 de cada 100 niños en las escuelas primarias estatales se beneficia con la JEE.
Además, es un número de horas de clase menor en comparación con los que reciben los alumnos primarios de Chile (1.039 horas anuales), Colombia (1.000), Brasil y México (800), además de Dinamarca (1.051), Australia (1.000), Estados Unidos (967), Israel (961) y Holanda (940 horas anuales de clase), entre otros países. De hecho, el promedio de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) es de 799 horas anuales.
“No estamos preparando a nuestros niños para afrontar el difícil desafío de este siglo globalizado. Tenemos uno de los calendarios escolares más cortos del mundo, cercenado por feriados, huelgas y gran ausentismo de los alumnos. Un niño cubano, colombiano o chileno que termina cuarto grado ya tuvo más horas de clase que la inmensa mayoría de los niños argentinos que concluye el ciclo escolar primario”, afirma Alieto Guadagni, director del Centro de Estudios de la Educación Argentina (CEA) de la Universidad de Belgrano.
“Llegó la hora de enfrentar esta realidad y construir entre todos una nueva escuela para el siglo XXI, socialmente inclusiva y de calidad, que asegure no sólo el desarrollo económico y social de nuestra nación, sino también la igualdad de oportunidades para todos los niños, cualquiera sea el nivel económico de sus familias”, concluyó.