Por Juan J. Llach (IAE)
Fue, junto a la CIS (ex Unión Soviética) la única gran región del mundo cuyo producto por habitante disminuyó en los últimos dos años.
El pasado jueves 10 el Banco Central Europeo (BCE), liderado por Mario Draghi, lanzó un fuerte programa de bajas de tasas de interés y expansión monetaria. La tasa de referencia se redujo a 0 y la que se pagará por excesos de liquidez se fijó en -0,4% (sí ¡negativa!). Las compras de bonos se incrementarán de 60.000 a 80.000 millones de euros mensuales –cerca de 5% del PIB del área- y podrán incluir bonos corporativos.
Los mercados financieros y de commodities dudaron el jueves pero festejaron generosamente el viernes. A tal punto que surgieron opiniones exitistas augurando el fin del ciclo negativo para los países emergentes y las commodities que se iniciara hace unos dos años.
Ahora algunos piensan que ha llegado a su fin el ciclo negativo de los emergentes. Hay cierta superficialidad en el análisis, como la hubo hace dos años cuando se dijo que llegaba a su fin la tendencia favorable de estas economías. Aquí seguimos creyendo que no es así, que el progreso de los emergentes es una tendencia de larga duración pero que, como en todos los fenómenos económicos, hay ciclos favorables y desfavorables. También es cierto, y novedad de los últimos años, que más allá de los grandes números, ha aumentado significativamente la diversidad de desempeños entre los países emergentes, a tal punto que es dudoso que su nombre común tenga aun sentido.
El mal desempeño de varios países, sobre todo en América latina, en el Medio Oriente y en la Comunidad de Estados Independientes, está poniendo nuevo lastre al conjunto. Aun así vemos hoy elementos de juicio para pensar que el ciclo negativo de los emergentes ha tocado piso.
Factores para la recuperación
La intensidad y la velocidad de la recuperación todavía están todavía por verse y dependerá de varios factores. El primero es el precio de los commodities, para lo que será determinante el crecimiento de los países emergentes, que aportan casi el 100% del aumento de la demanda de materias primas. Este crecimiento dependerá bastante de la recuperación de los BRICS.
Dos de ellos se han desacelerado -China y Sudáfrica- y otros dos están en recesión -Brasil y Rusia. La India, en cambio, se ha convertido, por velocidad y por volumen, en líder del crecimiento global.
El rol de China continuará siendo decisivo. Sus amenazas son un peligroso nivel de endeudamiento y lo mucho que le está costando la imprescindible restructuración de su economía, desde un predominio exagerado de las exportaciones y la inversión hacia un mayor peso del consumo. Las políticas intentadas hasta el momento no han sido acertadas pero lo más probable es que mejoren hacia el futuro.
Rusia se verá favorecida por el rebote del precio del petróleo, probablemente influido por una acción concertada de la OPEP. La recuperación de Brasil dependerá principalmente de que pueda superar su grave crisis política, lo que parece acercarse. Los mercados así lo juzgan como se observa, sobre todo, en la significativa apreciación del real.
En el caso particular de los alimentos, sus precios dependerán sobre todo del clima, del mismo modo que sus bajos valores actuales se deben a meteorología media favorable en los principales países productores desde hacer tres años. En fin, el ciclo pronosticado hace años de alza de las tasas de interés en el mundo desarrollado casi no ha empezado aun, no hay perspectivas de que se inicie ni en Europa ni en Japón, y será muy lento en los EE.UU.
La conclusión es que hay probabilidades ciertas de que hayan tocado piso los indicadores reales y financieros de los países emergentes y de los commodities –muy interconectados entre sí-. Pero no hay que esperar, al menos por ahora, un fuerte viento de cola como el que los impulsara entre 2010-2013, sino una suave brisa favorable que podrán aprovechar sólo los buenos navegantes, que no son pocos, pero tampoco todos.