Medio Oriente espera un tratado de paz

Tanto Barak como Arafat tienen reparos a muchos de los puntos del plan de Clinton, que apunta a conseguir un pacto definitivo de paz. Ambos participarán mañana en una reunión que se realizará en Egipto. Por Raquel Ortega

27 diciembre, 2000

Al vencer hoy (miércoles 27) la fecha para que el primer ministro israelí, Ehud Barak, y el líder palestino, Yaser Arafat, respondan al plan del presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, para un tratado definitivo de paz, ambos tienen numerosas reservas y celebran reuniones con sus equipos para adoptar una decisión.

El laborista Barak convocó para esta noche una reunión del Gabinete reducido israelí para asuntos de seguridad, pero dijo por la tarde que su Gobierno no adoptará una decisión hasta mañana jueves.

El primer ministro israelí ya había declarado esta semana que no responderá al plan de Clinton antes de que lo haga Arafat, presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que también lo sigue debatiendo con su equipo.

Barak y Arafat se verán las caras mañana mismo, ya que en una conversación telefónica entre los dos anoche, el líder palestino aceptó acudir a la reunión que el primer ministro israelí ya tenía concertada con el presidente de Egipto, Hosni Mubarak, en Sharm el Sheij, un balneario egipcio en el mar Rojo.

Tanto Barak como Arafat tienen reparos a muchos de los puntos del plan Clinton, entre ellos el de la soberanía sobre el Muro de los Lamentos y sobre el Monte del Templo o Explanada de las Mezquitas del casco antiguo de Jerusalén Este.

Y también en lo que respecta al problema de los refugiados palestinos, las fronteras definitivas, el futuro del valle del Jordán (Cisjordania) y un eventual anuncio sobre el fin del conflicto palestino-israelí en el momento de la firma de un tratado definitivo de paz.

Respecto al Muro de los Lamentos, los israelíes exigen la soberanía no sólo sobre lo que constituía la pared oeste del antiguo templo judío de Jerusalén –destruido por los romanos en el año 70 de nuestra era– sino también el túnel que hay debajo.

Por su parte, los palestinos plantean que Israel tenga la soberanía sobre un territorio menor: sólo el Muro de los Lamentos y la pequeña explanada a la que da éste.

Respecto del Monte del Templo o Explanada de las Mezquitas, los israelíes proponen que los palestinos tengan el control de hecho sobre el lugar, pero no la soberanía.

Los palestinos exigen la soberanía completa sobre la Explanada de las Mezquitas (Haram a-Sharif, que significa el santuario noble en árabe), y el control internacional de las excavaciones que haga Israel debajo del monte.

En cuanto a los refugiados palestinos, el Gobierno de Barak propone que se reconozca su derecho al retorno sólo al territorio del futuro Estado palestino, aunque se admitiría que un número reducido regrese a Israel en el marco de la reunificación familiar.

Arafat, a su vez, exige que Israel reconozca su responsabilidad sobre el problema de los refugiados palestinos de 1948, y que éstos puedan elegir entre el regreso a su tierra y una indemnización.

En el asunto de las fronteras, Barak plantea anexionar 5% de Cisjordania y Gaza, y traspasar a cambio a los palestinos 3% de territorio soberano israelí, es decir, el situado dentro de las fronteras anteriores a la Guerra de los Seis Días de 1967, en la que Israel conquistó Cisjordania y Gaza.

Los palestinos exigen que Israel les traspase 5% de su territorio soberano a cambio de la anexión del mismo porcentaje de Cisjordania y Gaza.

Además, Israel propone que los palestinos le arrienden, por razones de seguridad, una parte del valle del Jordán por un plazo de entre 3 y 5 años.

Pero la contrapropuesta de los palestinos es que Israel tenga en el valle del Jordán una presencia militar limitada durante dos años, junto con la de una fuerza internacional.

Por último, el Gobierno israelí exige que los palestinos anuncien el fin del conflicto entre ambas partes en el momento de alcanzar el acuerdo de paz.

A esto responden los palestinos que están dispuestos a declarar, al alcanzar el acuerdo de paz, que no tienen más exigencias, pero proponen anunciar más adelante el fin del conflicto con Israel.

A la vista de todos estos matices, que cada una de las partes considera “esenciales y vitales”, no cabe duda de que tanto los israelíes como los palestinos hilan fino.

La autora es periodista de la agencia de noticias EFE

Al vencer hoy (miércoles 27) la fecha para que el primer ministro israelí, Ehud Barak, y el líder palestino, Yaser Arafat, respondan al plan del presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, para un tratado definitivo de paz, ambos tienen numerosas reservas y celebran reuniones con sus equipos para adoptar una decisión.

El laborista Barak convocó para esta noche una reunión del Gabinete reducido israelí para asuntos de seguridad, pero dijo por la tarde que su Gobierno no adoptará una decisión hasta mañana jueves.

El primer ministro israelí ya había declarado esta semana que no responderá al plan de Clinton antes de que lo haga Arafat, presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que también lo sigue debatiendo con su equipo.

Barak y Arafat se verán las caras mañana mismo, ya que en una conversación telefónica entre los dos anoche, el líder palestino aceptó acudir a la reunión que el primer ministro israelí ya tenía concertada con el presidente de Egipto, Hosni Mubarak, en Sharm el Sheij, un balneario egipcio en el mar Rojo.

Tanto Barak como Arafat tienen reparos a muchos de los puntos del plan Clinton, entre ellos el de la soberanía sobre el Muro de los Lamentos y sobre el Monte del Templo o Explanada de las Mezquitas del casco antiguo de Jerusalén Este.

Y también en lo que respecta al problema de los refugiados palestinos, las fronteras definitivas, el futuro del valle del Jordán (Cisjordania) y un eventual anuncio sobre el fin del conflicto palestino-israelí en el momento de la firma de un tratado definitivo de paz.

Respecto al Muro de los Lamentos, los israelíes exigen la soberanía no sólo sobre lo que constituía la pared oeste del antiguo templo judío de Jerusalén –destruido por los romanos en el año 70 de nuestra era– sino también el túnel que hay debajo.

Por su parte, los palestinos plantean que Israel tenga la soberanía sobre un territorio menor: sólo el Muro de los Lamentos y la pequeña explanada a la que da éste.

Respecto del Monte del Templo o Explanada de las Mezquitas, los israelíes proponen que los palestinos tengan el control de hecho sobre el lugar, pero no la soberanía.

Los palestinos exigen la soberanía completa sobre la Explanada de las Mezquitas (Haram a-Sharif, que significa el santuario noble en árabe), y el control internacional de las excavaciones que haga Israel debajo del monte.

En cuanto a los refugiados palestinos, el Gobierno de Barak propone que se reconozca su derecho al retorno sólo al territorio del futuro Estado palestino, aunque se admitiría que un número reducido regrese a Israel en el marco de la reunificación familiar.

Arafat, a su vez, exige que Israel reconozca su responsabilidad sobre el problema de los refugiados palestinos de 1948, y que éstos puedan elegir entre el regreso a su tierra y una indemnización.

En el asunto de las fronteras, Barak plantea anexionar 5% de Cisjordania y Gaza, y traspasar a cambio a los palestinos 3% de territorio soberano israelí, es decir, el situado dentro de las fronteras anteriores a la Guerra de los Seis Días de 1967, en la que Israel conquistó Cisjordania y Gaza.

Los palestinos exigen que Israel les traspase 5% de su territorio soberano a cambio de la anexión del mismo porcentaje de Cisjordania y Gaza.

Además, Israel propone que los palestinos le arrienden, por razones de seguridad, una parte del valle del Jordán por un plazo de entre 3 y 5 años.

Pero la contrapropuesta de los palestinos es que Israel tenga en el valle del Jordán una presencia militar limitada durante dos años, junto con la de una fuerza internacional.

Por último, el Gobierno israelí exige que los palestinos anuncien el fin del conflicto entre ambas partes en el momento de alcanzar el acuerdo de paz.

A esto responden los palestinos que están dispuestos a declarar, al alcanzar el acuerdo de paz, que no tienen más exigencias, pero proponen anunciar más adelante el fin del conflicto con Israel.

A la vista de todos estos matices, que cada una de las partes considera “esenciales y vitales”, no cabe duda de que tanto los israelíes como los palestinos hilan fino.

La autora es periodista de la agencia de noticias EFE

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