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<p>No se trata de un papel oficial, pero su mero conocimiento envenena una cumbre que, el martes, parecía encarrilarse tras una decisión de Barack Obama: estar en el cierre de las sesiones. Ahora, los países en desarrollo se niegan siquiera a tratar ese texto “informal”.<br />
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Su propósito no suena mal de por sí, salvo por lo distante de la fecha (2050). En efecto, recién para 2050 se habrán definido derechos (“créditos” por habitante) de contaminación carbónica. Serán dobles para las economías industriales respecto del resto. Por ende, el documento secreto rompe con el paradigma establecido en el protocolo de Kyoto (1997).<br />
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Tal como señalaba ese texto, los países ricos deben cargar con la mayor responsabilidad relativa al efecto invernadero. Pero el documento secreto plantea lo contrario; por ende, es inaceptable para los países emergentes y en desarrollo. Para peor, el eventual control de fondos quedará en manos del Banco Mundial –entidad objetada por sus vínculos con el sector privado anglosajón-, no ya de Naciones Unidas.<br />
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El holandés Ivo de Boer (funcionario de la ONU en el tema) intentaba calmar los ánimos, pero el grupo de los 77, ex tercer mundo -creado en Bandung, 1955-, declaró que ese documento pone en peligro la conferencia en sí misma. Particularmente porque posterga de 2020 a 2050 el plazo para reducir la contaminación vía dióxido y monóxido de carbono.<br />
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En síntesis, Copenhague torna a correr peligro de pincharse antes de tiempo. “No tendremos un acuerdo vinculante”, advirtió José Manoel Durậo Barroso, todavía presidente de la comisión europea. Irónicamente, la culpa es de la Unión Europea y su duro negociador principal, Andreas Calgren, que ha retirado de tablas la posibilidad –más ambiciosa- de limitar hacia 2020, 30% de emisiones contaminantes, en relación con 1990.</p>
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Más pesimismo: emergentes atacan el plan de los ricos
Estallaron las tensiones: el Guardian reveló un documento secreto de los daneses y los emergentes reaccionaron con ira. Es un borrador de declaración final preparado por países del primer mundo y su difusión generó una borrasca en Copenhague.