Los últimos 100 días de Trump son fuente de preocupación

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A punto de concretarse la derrota electoral del actual presidente, inquieta lo que pueda hacer, ya sin nada que perder pero todavía con todos los poderes que le otorga el cargo.

Primera preocupación: que impugne la elección. Un escenario ya menos probable pero todavía posible. La posibilidad de que le arrebate a Biden una victoria legal con ayuda de jueces que él puso en sus cargos y de legisladores fieles dispuestos a lo que sea por su presidente.

Segunda preocupación: que deslegitimice la elección. Trump no se va a poder atrincherar en el Salón Oval. Puede usar sus últimos cien días para subirse al púlpito y deslegitimar con su retórica los resultados de las elecciones. Ya se ha podido observar la furia del presidente ante la posibilidad de una derrota. La retórica de la furia y los esfuerzos de la Casa Blanca por presentar las elecciones como un robo perpetrado al verdadero deseo del pueblo pueden tener serias consecuencias políticas en una sociedad polarizada.

Tercera preocupación: Lo que puede ser capaz de hacer un “pato rengo” furioso. Un presidente tiene poderes que no disminuyen por el hecho que haya perdido las elecciones. Hasta el último día tiene plenos poderes en ejercicio. El mayor dolor de cabeza gira en torno a la política exterior. Puede deteriorar aun más las relaciones del país con la OTAN, puede aumentar las operaciones en el Sudeste asiático, puede agravar las relaciones con China, etc. En el frente interno, hay quienes sospechan que puede mover los hilos para lograr el perdón en las muchas causas que le aguardan.

Cuarta preocupación: que boicotee la transición. El poder ejecutivo es una enorme bestia con muchos brazos que maneja un presupuesto de casi US$% 4 billones (millones de millones), que da trabajo a dos millones de personas y tiene más de un millón de miembros en el servicio activo que generan cantidades ingentes de informes a lo largo de un periodo presidencial. Incluso en situaciones normales, una transición presidencial viene acompañada de una enorme cantidad de desafíos técnicos y estructurales y requiere de una cooperación coordinada entre la administración que llega y la que se va.

Si bien los requisitos para la transición están protegidos por una ley, puede haber esfuerzos por dañar la transición, para que no haya una suave transferencia de poder. Existe la posibilidad de que la transición esté viciada de desmanejo, de malicia y también de incompetencia.

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