Hay que tener en cuenta que tanto la dinámica de la inflación como las variaciones en los ingresos laborales suelen ser disímiles a lo largo de la pirámide de ingresos.
Lo que impacta en distinta medida sobre los distintos sectores socioeconómicos. Cabe preguntarse:
¿cómo evolucionó la inflación y el poder adquisitivo de los salarios a lo largo del 2022 entre los distintos sectores de la sociedad?
La inflación de los sectores más vulnerables no es la misma que la de la población con más poder adquisitivo. Por ejemplo, los sectores de menores recursos se ven más afectados por la dinámica de los precios de alimentos y bebidas, mientras que los deciles más altos consumen una mayor proporción de sus ingresos en artículos para el hogar, educación y esparcimiento.
Por esto, es posible que el efecto regresivo de la inflación -afecta en mayor medida a las personas de menores ingresos- se vea exacerbado si algunos componentes del índice de precios crecen más que otros. Sin embargo, se observa que la inflación no tuvo un efecto regresivo adicional en 2022, presentando una dinámica homogénea para los distintos niveles de ingresos. Mientras que en el primer semestre del año impactó relativamente más sobre los más pobres (acumuló 36,8% para el decil 1, 1 p.p. por encima del decil 10), en la segunda mitad el efecto se revirtió y alcanzó 42,7% para el primer decil y 41,6% para el décimo. Buena parte de esto se explica porque en el primer semestre la inflación de los alimentos (que representa 40% de la canasta total del primer decil y sólo 13% en el décimo) fue 0,5 p.p. superior al nivel general, en tanto fue 0,5 p.p. menor en la segunda parte del 2022.
Los ingresos con fuertes disparidades
De todos modos, el análisis de los precios cuenta sólo la mitad de la película. Para ver qué ocurrió con el poder adquisitivo del salario es necesario inspeccionar lo ocurrido con los ingresos laborales. Por este motivo, utilizando la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) y el Índice de Salarios de INDEC construimos un indicador salarial en función de cómo se distribuyen las distintas modalidades de empleo a lo largo de la pirámide de ingresos.
Reconociendo que hay una marcada heterogeneidad: en los deciles más pobres hay una mayor proporción de asalariados informales y cuentapropistas (9 de cada 10 empleos en el primer decil responde a alguna de estas dos categorías), mientras que, en contraste, en los más ricos casi 7 de cada 10 trabajadores son formales.
A diferencia de la relativa homogeneidad que mostró la inflación a lo largo de la sociedad, los ingresos laborales mostraron fuertes diferencias. Durante 2022, el salario asociado a los sectores de mayores ingresos (decil 10) creció 15 p.p. interanual por encima de aquellos vinculados a los de menores recursos (decil 1).
Esto se explica principalmente porque en estos últimos hay un predominio de trabajadores informales (cuyos salarios crecieron 65% en el año, casi 30 p.p. por debajo de la inflación) y cuentapropistas (insertos en general en empleos de baja calidad). Por su parte, cerca del 70% de los trabajadores del decil más alto son registrados – beneficiados por un acortamiento en la vigencia de las negociaciones paritarias- se ubicaron 1 p.p. por encima de la inflación anual.
Así, mientras que los ingresos laborales de la mitad más rica crecieron 90% interanual, los del 50% más pobre crecieron sólo 81%. Este hecho no hace más que potenciar el efecto regresivo del proceso inflacionario, presionando por una mayor asistencia gubernamental. También explica la persistencia del efecto “trabajador adicional”: más miembros del hogar que no se encontraban dentro del mercado laboral se vuelcan a la búsqueda de trabajo con intenciones de suplir el deterioro en los ingresos.
Entonces, si bien en todos los deciles existió una pérdida real del poder adquisitivo, fue muy heterogénea en interior: mientras que la caída de los ingresos laborales promedió 1,6% en el 50% más rico, fue de 3,7% en la mitad más pobre. Si se compara al decil más pobre (-5,1%) con el más rico (-1,2%), la diferencia observada es aún más profunda.
De esta forma, los sectores de menores ingresos sufrieron un mayor golpe al poder adquisitivo de sus ingresos laborales, dado que tuvieron una peor performance respecto al salario.
¿Qué prevemos para 2023?
Para este año, Ecolatina espera ver una dinámica similar a la del 2022, donde se repita que el poder adquisitivo de los sectores más postergados sea el más perjudicado. En primer lugar, esto se daría vía los precios: la aceleración en los precios de los alimentos vista en enero (pasó de promediar 4,8% en el 4T 2022 a 6,7% en enero) se agudizará significativamente en febrero con el aumento en la carne vacuna (el IPC GBA Ecolatina que registró un crecimiento de 9,2% mensual en la primera quincena para los alimentos y bebidas).
Buscando actuar como contrapeso, si bien continuarán las actualizaciones en tarifas de servicios y transporte públicos, que representan una mayor parte de la canasta de los deciles de menores ingresos, los menores aumentos anunciados para estos sectores contribuirán a morigerar la regresividad de la inflación en los primeros meses del año.
Luego, la discrepancia intra-deciles se explicaría porque los salarios de los sectores más acomodados, al poder recomponer ingresos más seguido y en mayor sintonía la inflación gracias a los acuerdos paritarios, seguirán dejando atrás los ingresos laborales de los sectores más postergados, con mayor proporción de trabajadores informales y buena parte de los cuentapropistas.
Esto finaliza en una paradoja para el Gobierno durante el año electoral. El mecanismo para aceitar paritarias y que vayan al mismo ritmo que la inflación es quizás el principal factor que ayudaría a sostener cierto nivel de consumo privado -focalizado en los servicios-, posiblemente el único componente del PIB que podría evitar terminar en rojo este año. Sin embargo, el hecho de que wlos sectores más postergados no recuperen el terreno perdido y más aún, vuelvan a ceder, profundiza las necesidades de asistencia social en los sectores más bajos en un contexto de fuerte administración de los recursos públicos en el marco del compromiso de reducción del déficit fiscal acordado con el FMI.