<p>Por un lado, la gente exige la renuncia de Hosní Mubarak. Por otro, su rival en las próximas elecciones, Mohammed el-Baradei, volaba de Davos a Alejandría para parlamentar con el presidente. En ese momento, la “mancha roja” salpicaba Túnez –donde empezó-, Argelia, Sudán norte, Egipto, Marruecos, Mauritaria, Jordania, Yemen y Omán.<br />
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En Egipto, hay ya casi mil detenidos y más de cuarenta muertos. Durante la noche del miércoles hubo nuevos intentos de tomar algunos edificios oficiales en el Cairo y otras ciudades. Según fuentes israelíes y palestinas, son más de 400.000 los protagonistas de esos desórdenes. En cuanto a el-Baradéi, sus alegados en Beirut creen que espera el viernes –domingo islámico- para reunirse con Mubarak y otros líderes. Al mismo tiempo, Mu’ammar Ghedafi ofrecía Libia –es decir Trípoli o Benghazí- como sede neutral.<br />
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A esta altura, resulta claro, como señalan en España, Francia, Turquía, Grecia, Italia e Israel, que el verdadero contagio no proviene de la pequeña Túnez, sino de Egipto y sus ochenta millones de habitantes. Otro dato, en este caso de fuente palestina, es dramático: por vez primera, una explosión popular multi-islámica no se relaciona con el conflicto palestino, sino con problemas internos musulmanes.<br />
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Según apunta un informe de la Comisión Europea, la fulminante caída de Zin Ben-Alí –acaban de pedir su captura a Interpol- desnuda la endeblez de las autocracias familiares o dinásticas. Si la violencia engloba no ya sólo a Yemen, Omán o Jordania y estalla en Saudiarabia, habrá una crisis en la custodia de los lugares santos, un régimen teocrático en lo político y religioso. Pero capitalista en lo económico y financiero.<br />
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En este sentido, si la explosión egipcia acaba con Mubarak –peligro que sus aliados israelíes vislumbran-, el efecto dominó será imparable. Máxime si la división de Sudán se combina con las guerras civiles en Darfur y Chad. Aun limitándose al Magreb (occidente en árabe), el Islam afronta una crisis sociopolítica inimaginable pocas semanas atrás.<br />
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Por cierto, Washington y Bruselas debieran notar que Libia –casi una autocracia familiar- parece inmune al contagio debido a la política social y a un estado laico, pese a su pintoresco nombre oficial. En efecto, Ghadafí mantiene la mezquita lejos del palacio. <br />
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Los disturbios golpean a Yemen, Omán y Jordania
Por ahora, el epicentro sigue en Egipto, donde millares de manifestantes siembran la violencia en El Cairo, Alejandría, Fayum, Suez. Ismailía, etc. Pero los primeros coletazos fuera del Magreb alcanzan a Jordania y el sur de la península arábiga.