Mientras desembarcan en el sur libanés las tropas italianas, un encuentro este fin de semana entre Romano Prodi y Dominique Villepin, primeros ministros italiano y francés, sella el eje entre ambos países. En el caso de Irán y su plan nuclear, la posición de ambos se aproxima a las de Rusia y China: seguir negociando y no aplicar sanciones.
A criterio de Massimo d’Alema, canciller italiano que habló con el “New York times” y otros medios, “el Islam tiene mil caras. Por ejemplo, Irán es un país con identidad, cultura propia y una sociedad civil evolucionada, algo que falta en otras naciones musulmanas. Nadie menos que Alí Jatamí, un ayatollá moderado, me decía hace poco que la política de aislamiento –impuesta por Washington- ha terminado consolidado al presidente Majmud Ahmadinedyad”.
La posición del dirigente es sencilla: “el unilateralismo de Bush ha capotado y vuelve la negociación en serio. La guerra al terrorismo es válida, pero al fundamentalismo se lo neutraliza mediante consensos. A eso apunta la nueva política exterior italiana, opuesta a la unilateralidad posterior al 11de septiembre de 2001. Regresamos al multilateralismo”.
Sin ambages, d’Alema declara inviable “la obsesión con la fuerza como recurso único” y pronostica “entendimientos entre Naciones Unidas, los europeos y Estados Unidos, que pocos se animaban a prever”. Obviamente, Roma dejó de lado los cinco años de Silvio Berlusconi y su política de “relaciones carnales”con Washington.
Pero, señalan el NYT, “los motivos de la guerra entre Israel y Hezbollá persisten e Irán proyecta su sombra en el Líbano”. El canciller lo admite, pero insiste en ”un cambio de metas. Tras Irak y Líbano, la fuerza ya no puede considerarse única solución; más bien al contrario”. Por cierto, analistas israelíes como Martin van Crefeld o Benjamin Morris creen que Hezbollá e Irán han salido fortalecidos y no parecen dispuestos a dar marcha atrás.
Ahora, Tehrán desafía a Washington y no descarta su plan nuclear, cuyos fines bélicos distan de ser claros, pese a la insistencia norteamericana. EE.UU. no podrá aplicar sanciones por cuenta propia, como tampoco consigue imponer su “democracia” en Bagdad. “La democracia –reflexiona d’Alema- no tiene alternativas mejores, pero ni ella ni la libertad son patrimonio de los ultraconservadores –hoy urgidos de inspirar miedo en el público norteamericano, para no perder escaños en las próximas elecciones-, que las predicaban mientras se torturaba o se transgredían derechos civiles. Ambas ideas están en crisis porque las ha desvirtuado Occidente”.
Volviendo a Levante, “Hamás y Hezbollá no son al Qa’eda. Tienen alas operativas, asisten a la gente y actúan como movimientos políticos. Debemos alentar esta mutación, pues al Qa’eda en realidad también es enemigo de Abú Mazén y Hasán Nasrallá”.
En lo tocante a los ultraconservadores, “en EE.UU., hasta los republicanos racionales sospechan que su unilateralismo declina. Los demócratas, vía el senador Joseph Biden, parecen resignarse a un Irán nuclear y apelan nuevamente a la ‘contención’, como en tiempos de la guerra fría. Son pesimistas porque aún no advierten las posibilidades de comprometer a la ONU, Rusia, China y los europeos en un esfuerzo mancomunado”.
Por el momento, el juego parece moverse hacia posturas como las de d’Alema. El canciller acaba de proponer replantear las negociaciones con Tehrán. Ni él ni otros dirigentes de la Unión Europea se toman muy en serio las diatribas de Bush, el vicepresidente Richard Cheney, el secretario de defensa Donald Rumsfeld y sus amigos de Tel Aviv.
Mientras desembarcan en el sur libanés las tropas italianas, un encuentro este fin de semana entre Romano Prodi y Dominique Villepin, primeros ministros italiano y francés, sella el eje entre ambos países. En el caso de Irán y su plan nuclear, la posición de ambos se aproxima a las de Rusia y China: seguir negociando y no aplicar sanciones.
A criterio de Massimo d’Alema, canciller italiano que habló con el “New York times” y otros medios, “el Islam tiene mil caras. Por ejemplo, Irán es un país con identidad, cultura propia y una sociedad civil evolucionada, algo que falta en otras naciones musulmanas. Nadie menos que Alí Jatamí, un ayatollá moderado, me decía hace poco que la política de aislamiento –impuesta por Washington- ha terminado consolidado al presidente Majmud Ahmadinedyad”.
La posición del dirigente es sencilla: “el unilateralismo de Bush ha capotado y vuelve la negociación en serio. La guerra al terrorismo es válida, pero al fundamentalismo se lo neutraliza mediante consensos. A eso apunta la nueva política exterior italiana, opuesta a la unilateralidad posterior al 11de septiembre de 2001. Regresamos al multilateralismo”.
Sin ambages, d’Alema declara inviable “la obsesión con la fuerza como recurso único” y pronostica “entendimientos entre Naciones Unidas, los europeos y Estados Unidos, que pocos se animaban a prever”. Obviamente, Roma dejó de lado los cinco años de Silvio Berlusconi y su política de “relaciones carnales”con Washington.
Pero, señalan el NYT, “los motivos de la guerra entre Israel y Hezbollá persisten e Irán proyecta su sombra en el Líbano”. El canciller lo admite, pero insiste en ”un cambio de metas. Tras Irak y Líbano, la fuerza ya no puede considerarse única solución; más bien al contrario”. Por cierto, analistas israelíes como Martin van Crefeld o Benjamin Morris creen que Hezbollá e Irán han salido fortalecidos y no parecen dispuestos a dar marcha atrás.
Ahora, Tehrán desafía a Washington y no descarta su plan nuclear, cuyos fines bélicos distan de ser claros, pese a la insistencia norteamericana. EE.UU. no podrá aplicar sanciones por cuenta propia, como tampoco consigue imponer su “democracia” en Bagdad. “La democracia –reflexiona d’Alema- no tiene alternativas mejores, pero ni ella ni la libertad son patrimonio de los ultraconservadores –hoy urgidos de inspirar miedo en el público norteamericano, para no perder escaños en las próximas elecciones-, que las predicaban mientras se torturaba o se transgredían derechos civiles. Ambas ideas están en crisis porque las ha desvirtuado Occidente”.
Volviendo a Levante, “Hamás y Hezbollá no son al Qa’eda. Tienen alas operativas, asisten a la gente y actúan como movimientos políticos. Debemos alentar esta mutación, pues al Qa’eda en realidad también es enemigo de Abú Mazén y Hasán Nasrallá”.
En lo tocante a los ultraconservadores, “en EE.UU., hasta los republicanos racionales sospechan que su unilateralismo declina. Los demócratas, vía el senador Joseph Biden, parecen resignarse a un Irán nuclear y apelan nuevamente a la ‘contención’, como en tiempos de la guerra fría. Son pesimistas porque aún no advierten las posibilidades de comprometer a la ONU, Rusia, China y los europeos en un esfuerzo mancomunado”.
Por el momento, el juego parece moverse hacia posturas como las de d’Alema. El canciller acaba de proponer replantear las negociaciones con Tehrán. Ni él ni otros dirigentes de la Unión Europea se toman muy en serio las diatribas de Bush, el vicepresidente Richard Cheney, el secretario de defensa Donald Rumsfeld y sus amigos de Tel Aviv.