Lavagna entra al PJ al estilo Lúder, pero podría ser el Cavallo de Kirchner

Las altas tasas de crecimiento que sustentan el poder de los Kirchner dependen en gran medida de la situación internacional, por estar ligadas al precio de la soja. Y el PJ necesita algo más de su tradicional liturgia para atraer transversales. De ahí

5 febrero, 2008

La intervención del Estado en la economía que reivindicara ayer
la primera mandataria Cristina Kirchner pasó de largo ante la opinión
pública, absorta que estaba contemplando la foto que se sacaron juntos
en la residencia de Olivos Néstor Kirchner y Roberto Lavagna.

La invitación a reorganizar el partido Justicialista que el ex presidente
cursara al ex ministro de Economía de su gobierno y ex candidato por
el radicalismo en las últimas elecciones significó una suerte
de “recuerdo del futuro”, aunque con muy poco de ciencia ficción.

La Casa Rosada por estas horas luce desdibujada, porque el foco de la política
discurre por donde transita quien fuera su morador hasta diciembre último.
Pese a que quedó su esposa con el bastón de mando, el eje del
poder no abandonó en ningún momento la desgarbada figura del santacruceño.

La conjunción de los “ex” en el tradicional partido fundado
por el líder del movimiento, el justicialismo, agenda una primera meta
formal de revalidación: junio, cuando el PJ emerja normalizado y se erija
en el primer bastión institucional alumbrado por el actual gobierno.

Así, Cristina Kirchner tendrá el respaldo de una fuerza política
tradicional, que sin embargo no fue la que la llevó al sillón
presidencial, ya que la nominación provino de su esposo y las boletas
que la consagraron portaban el sello del Frente para la Victoria.

Lo que Kirchner se propone como meta de la reorganización es trasplantar
el transversalismo a la reorganización del justicialismo y no al revés,
como cuando hacía los ensayos de la nueva política.

El ex presidente convida a Lavagna para secundarlo, con la idea de que el ex
ministro le haga firmar la ficha de afiliación a referentes extrapartidarios
que les es más fácil aliarse con el Frente para la Victoria que
comulgar con la vieja liturgia peronista.

La experiencia que hizo Kirchner en los cuatro años que gobernó
y las tres elecciones que le tocó convocar fue que la poltrona del general
Juan Domingo Perón está aún lo suficientemente caliente
como para darla por extinguida. Y que intentar ocuparla le traería más
réditos que ignorarla.

Perón siempre consumaba el milagro de que convivieran los bombos y los
notables. El glamour que trasuntaría Lavagna a un movimiento de neto
corte popular, como interpretaron algunos analistas, no difiere mucho del que
aportaban los Lúder, Matera, Gómez Morales, o el que más
recientemente le dieran a Carlos Menem un Guido Di Tella o el mismo Domingo
Cavallo.

La jerarquización partidaria de Lavagna le da placet para hablar en
nombre del oficialismo en foros externos, disertar sobre la deuda, entrevistar
a influyentes miembros de la comunidad financiera internacional en pos de la
reinserción argentina y, también, para hablar desde la vereda
gubernamental de política económica con mandatarios provinciales,
intendentes o legisladores.

Un PJ a lo PSOE español

Por lo menos hasta que se construya esta arquitectura partidaria imbricada
al gobierno, Lavagna difícilmente cruce la línea del Poder Ejecutivo.
La interpretación de Raúl Alfonsín acerca de que podría
sumarse al gobierno más bien parece una premonición.

Una Argentina habituada a dejarse cautivar por las figuras de ministros de
economía de fuerte personalidad, como Krieger Vasena, Martínez
de Hoz o Cavallo, según las épocas, ahora tendría en maduración
un nuevo apellido: Lavagna.

Kirchner, que sigue muy de cerca las turbulencias de los mercados internacionales,
sabe que la sojadependencia es aún mayor desde que estallara la crisis,
y que los superávits fiscal y comercial dependen en gran medida de que
mantenga su precio y demanda.

Quienes lo rodean reconocen en voz baja que el tema lo preocupa, porque puede
afectar el ritmo de crecimiento de la economía, pilar sobre el que descansa
el proyecto de poder en curso.

Lavagna podría ser para Cristina Kirchner lo que Cavallo fue para Menem,
con la salvedad de que el ex ministro ya hizo la experiencia electoral y salió
derrotado, con lo cual queda en posición de ser reciclado por su vencedor.

Cavallo, en cambio, se montó sobre el éxito de su gestión
para convertirse en potencial competidor de Menem.

De todos modos, Lousteau (quien no goza de la confianza de Kirchner) tiene
seis meses por lo menos para sentir el suelo de su despacho debajo de los pies.
Con sus enemigos Guillermo Moreno en la Secretaría de Comercio, Ricardo
Jaime en Transportes y Julio de Vido en Planificación Federal, Lavagna
no estaría en condiciones de ocuparle la silla, por el momento.

Sólo un relanzamiento del gobierno para acompañar la tendencia
global y monitorear el día a día de la economía local encontraría
en Lavagna a un émulo de lo que Cavallo representara en los tiempos de
crisis.

La diferencia es que éste llegó a tener más poder que
el propio presidente durante el mandato de Fernando de la Rúa, y así
les fue. Kirchner se siente con la fuerza y el ascendiente para manejarlo, en
caso de que precise vestirlo de Cavallo.

La intervención del Estado en la economía que reivindicara ayer
la primera mandataria Cristina Kirchner pasó de largo ante la opinión
pública, absorta que estaba contemplando la foto que se sacaron juntos
en la residencia de Olivos Néstor Kirchner y Roberto Lavagna.

La invitación a reorganizar el partido Justicialista que el ex presidente
cursara al ex ministro de Economía de su gobierno y ex candidato por
el radicalismo en las últimas elecciones significó una suerte
de “recuerdo del futuro”, aunque con muy poco de ciencia ficción.

La Casa Rosada por estas horas luce desdibujada, porque el foco de la política
discurre por donde transita quien fuera su morador hasta diciembre último.
Pese a que quedó su esposa con el bastón de mando, el eje del
poder no abandonó en ningún momento la desgarbada figura del santacruceño.

La conjunción de los “ex” en el tradicional partido fundado
por el líder del movimiento, el justicialismo, agenda una primera meta
formal de revalidación: junio, cuando el PJ emerja normalizado y se erija
en el primer bastión institucional alumbrado por el actual gobierno.

Así, Cristina Kirchner tendrá el respaldo de una fuerza política
tradicional, que sin embargo no fue la que la llevó al sillón
presidencial, ya que la nominación provino de su esposo y las boletas
que la consagraron portaban el sello del Frente para la Victoria.

Lo que Kirchner se propone como meta de la reorganización es trasplantar
el transversalismo a la reorganización del justicialismo y no al revés,
como cuando hacía los ensayos de la nueva política.

El ex presidente convida a Lavagna para secundarlo, con la idea de que el ex
ministro le haga firmar la ficha de afiliación a referentes extrapartidarios
que les es más fácil aliarse con el Frente para la Victoria que
comulgar con la vieja liturgia peronista.

La experiencia que hizo Kirchner en los cuatro años que gobernó
y las tres elecciones que le tocó convocar fue que la poltrona del general
Juan Domingo Perón está aún lo suficientemente caliente
como para darla por extinguida. Y que intentar ocuparla le traería más
réditos que ignorarla.

Perón siempre consumaba el milagro de que convivieran los bombos y los
notables. El glamour que trasuntaría Lavagna a un movimiento de neto
corte popular, como interpretaron algunos analistas, no difiere mucho del que
aportaban los Lúder, Matera, Gómez Morales, o el que más
recientemente le dieran a Carlos Menem un Guido Di Tella o el mismo Domingo
Cavallo.

La jerarquización partidaria de Lavagna le da placet para hablar en
nombre del oficialismo en foros externos, disertar sobre la deuda, entrevistar
a influyentes miembros de la comunidad financiera internacional en pos de la
reinserción argentina y, también, para hablar desde la vereda
gubernamental de política económica con mandatarios provinciales,
intendentes o legisladores.

Un PJ a lo PSOE español

Por lo menos hasta que se construya esta arquitectura partidaria imbricada
al gobierno, Lavagna difícilmente cruce la línea del Poder Ejecutivo.
La interpretación de Raúl Alfonsín acerca de que podría
sumarse al gobierno más bien parece una premonición.

Una Argentina habituada a dejarse cautivar por las figuras de ministros de
economía de fuerte personalidad, como Krieger Vasena, Martínez
de Hoz o Cavallo, según las épocas, ahora tendría en maduración
un nuevo apellido: Lavagna.

Kirchner, que sigue muy de cerca las turbulencias de los mercados internacionales,
sabe que la sojadependencia es aún mayor desde que estallara la crisis,
y que los superávits fiscal y comercial dependen en gran medida de que
mantenga su precio y demanda.

Quienes lo rodean reconocen en voz baja que el tema lo preocupa, porque puede
afectar el ritmo de crecimiento de la economía, pilar sobre el que descansa
el proyecto de poder en curso.

Lavagna podría ser para Cristina Kirchner lo que Cavallo fue para Menem,
con la salvedad de que el ex ministro ya hizo la experiencia electoral y salió
derrotado, con lo cual queda en posición de ser reciclado por su vencedor.

Cavallo, en cambio, se montó sobre el éxito de su gestión
para convertirse en potencial competidor de Menem.

De todos modos, Lousteau (quien no goza de la confianza de Kirchner) tiene
seis meses por lo menos para sentir el suelo de su despacho debajo de los pies.
Con sus enemigos Guillermo Moreno en la Secretaría de Comercio, Ricardo
Jaime en Transportes y Julio de Vido en Planificación Federal, Lavagna
no estaría en condiciones de ocuparle la silla, por el momento.

Sólo un relanzamiento del gobierno para acompañar la tendencia
global y monitorear el día a día de la economía local encontraría
en Lavagna a un émulo de lo que Cavallo representara en los tiempos de
crisis.

La diferencia es que éste llegó a tener más poder que
el propio presidente durante el mandato de Fernando de la Rúa, y así
les fue. Kirchner se siente con la fuerza y el ascendiente para manejarlo, en
caso de que precise vestirlo de Cavallo.

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