Lavagna: crecimiento, con o sin FMI, y presiones a acreedores

Mientras presiona a acreedores, sin el pintoresquismo presidencial, Lavagna insiste en que es posible seguir reactivándose, haya o no nuevo acuerdo con el Fondo. Entretanto, el “lobby” tabacalero bloquea una rebaja impositiva en el Congreso.

26 diciembre, 2003

Por un lado, medios y opinadores afines al sector financiero lo censuraban tras la partida una “minimisión” del Fondo Monetario Internacional. Por el otro, el titular de Economía restó relevancia a las perpetuas presiones de una entidad que ha cometido demasiados errores alrededor del mundo desde 1995.

En 2003 “con elecciones presidenciales y locales, hubo claras señales de reactivación, mientras se negociaban dos acuerdos con el FMI”, recordaba el ministro. Al respecto, una sostenida campaña auguraba, a cada rato, el colapso y un dólar de cinco a diez pesos. No obstante los nexos entre ciertos funcionarios fondistas y esa bajada de línea, Roberto Lavagna aclaró que “continuamos negociando con seriedad la restructuración de la deuda, pero sin aceptar la prepotencia de los acreedores”.

No tanto de quienes poseen bonos, sino de fondos especulativos y estudios jurídicos en pos de honorarios y comisiones. Pero, como decía un allegado a Néstor Kirchner “¿por qué quienes baten el parche por US$ 400 millones adeudados a italianos casi no hablan del escándalo Parmalat, un fraude superior a € 8.000 millones en perjuicio de 100.000 ahorristas e inversores de ese país?”.

En plena Navidad, Economía replicó los planteos fondistas anunciando la apertura de un registro voluntario para tenedores de bonos en cese de pagos. Desde el 12 de enero, la lista “facilitará y promoverá el proceso de restructuración de deudas con el sector privado”. La nómina se abrirá en Buenos Aires, Washington, Fráncfort, Tokio, Londres y Roma. En cierto modo, esto responde a inquietudes de la reciente misión y de Köhler.

Volviendo al FMI, Lavagna restó relevancia a ciertas presiones. “Si esta economía ha podido recobrar casi dos millones de puestos laborales en veinte meses, vamos en la dirección correcta”. Dejando de lago alguna exageración, “el 9,8% anual de crecimiento del PBI en el III trimestre casi no tiene precedentes internacionales”.

Retomando un “leit motiv” del gobierno, el ministro reiteró: “Cada día debemos pelear con organismos multilaterales que, al observar recuperación, aumentan exigencias”. Lavagna, no obstante, diferenció entre la dureza de algunos técnicos y la actitud de Horst Köhler, director ejecutivo del Fondo. Éste sólo pide “relaciones más armónicas con los acreedores”.

“Hay gente en el FMI para quien el cumplimiento es unilateral. Argentina no lo cree así. La primera revisión –explicaba el funcionario- se ha cumplido en todos sus términos, inclusive los estructurales. Por otra parte, el Fondo no tiene por qué meterse en discusiones entre acreedores privados y el país”.

Eso apuntaba a la dura interna del propio organismos. Dentro de poco, Köhler debe renovar su mandato y afronta una ofensiva de Anne Krueger, Anup Singh y otros aliados de Washington. Esto queda a la vista en un documento poco serio difundido estos días por la CIA. Atribuido al National Intelligence Council, su pésima versión castellana es un ataque a los gobiernos de Brasil y Argentina. Con poca prudencia, el texto pronostica derrumbes económicos y sociales en ambos países.

En otro plano, legisladores afines a intereses tabacaleros y sus aliados ocasionales bloquean la rebaja del impuesto al cheque. Esta medida forma parte de los compromisos con el FMI. Para compensar la reducción de ingresos (unos $ 1.100 millones anuales), el gobierno federal quiere elevar tributos al sector tabacalero. Tradicionalmente remiso a los daños que provoca su producto final, la industria presiona –vía Congreso- con una propuesta poco sensible a los consumidores: aumentar el precio de los atados, pero no los impuestos que pagan las empresas.

Por un lado, medios y opinadores afines al sector financiero lo censuraban tras la partida una “minimisión” del Fondo Monetario Internacional. Por el otro, el titular de Economía restó relevancia a las perpetuas presiones de una entidad que ha cometido demasiados errores alrededor del mundo desde 1995.

En 2003 “con elecciones presidenciales y locales, hubo claras señales de reactivación, mientras se negociaban dos acuerdos con el FMI”, recordaba el ministro. Al respecto, una sostenida campaña auguraba, a cada rato, el colapso y un dólar de cinco a diez pesos. No obstante los nexos entre ciertos funcionarios fondistas y esa bajada de línea, Roberto Lavagna aclaró que “continuamos negociando con seriedad la restructuración de la deuda, pero sin aceptar la prepotencia de los acreedores”.

No tanto de quienes poseen bonos, sino de fondos especulativos y estudios jurídicos en pos de honorarios y comisiones. Pero, como decía un allegado a Néstor Kirchner “¿por qué quienes baten el parche por US$ 400 millones adeudados a italianos casi no hablan del escándalo Parmalat, un fraude superior a € 8.000 millones en perjuicio de 100.000 ahorristas e inversores de ese país?”.

En plena Navidad, Economía replicó los planteos fondistas anunciando la apertura de un registro voluntario para tenedores de bonos en cese de pagos. Desde el 12 de enero, la lista “facilitará y promoverá el proceso de restructuración de deudas con el sector privado”. La nómina se abrirá en Buenos Aires, Washington, Fráncfort, Tokio, Londres y Roma. En cierto modo, esto responde a inquietudes de la reciente misión y de Köhler.

Volviendo al FMI, Lavagna restó relevancia a ciertas presiones. “Si esta economía ha podido recobrar casi dos millones de puestos laborales en veinte meses, vamos en la dirección correcta”. Dejando de lago alguna exageración, “el 9,8% anual de crecimiento del PBI en el III trimestre casi no tiene precedentes internacionales”.

Retomando un “leit motiv” del gobierno, el ministro reiteró: “Cada día debemos pelear con organismos multilaterales que, al observar recuperación, aumentan exigencias”. Lavagna, no obstante, diferenció entre la dureza de algunos técnicos y la actitud de Horst Köhler, director ejecutivo del Fondo. Éste sólo pide “relaciones más armónicas con los acreedores”.

“Hay gente en el FMI para quien el cumplimiento es unilateral. Argentina no lo cree así. La primera revisión –explicaba el funcionario- se ha cumplido en todos sus términos, inclusive los estructurales. Por otra parte, el Fondo no tiene por qué meterse en discusiones entre acreedores privados y el país”.

Eso apuntaba a la dura interna del propio organismos. Dentro de poco, Köhler debe renovar su mandato y afronta una ofensiva de Anne Krueger, Anup Singh y otros aliados de Washington. Esto queda a la vista en un documento poco serio difundido estos días por la CIA. Atribuido al National Intelligence Council, su pésima versión castellana es un ataque a los gobiernos de Brasil y Argentina. Con poca prudencia, el texto pronostica derrumbes económicos y sociales en ambos países.

En otro plano, legisladores afines a intereses tabacaleros y sus aliados ocasionales bloquean la rebaja del impuesto al cheque. Esta medida forma parte de los compromisos con el FMI. Para compensar la reducción de ingresos (unos $ 1.100 millones anuales), el gobierno federal quiere elevar tributos al sector tabacalero. Tradicionalmente remiso a los daños que provoca su producto final, la industria presiona –vía Congreso- con una propuesta poco sensible a los consumidores: aumentar el precio de los atados, pero no los impuestos que pagan las empresas.

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