lunes, 23 de diciembre de 2024

Las consecuencias económicas de un planeta más caliente

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Martin Weitzman y Gernot Wagner sacaron un revolucionario libro titulado Climate Shock:The Economic Consequences of a Hotter Planet que publica Princeton University Press. Su tesis central: aseguramos nuestras vidas contra un futuro incierto. ¿Por qué no aseguramos nuestro planeta?

Si uno tuviera 10% de posibilidades de tener un accidente fatal de auto, tomaría las precauciones necesarias. Si nuestras finanzas tuvieran un 10% de posibilidades  de sufrir una fuerte pérdida, haría una reevaluación de los activos.  Y entonces, si sabemos que el mundo se está calentando y que hay un 10% de posibilidades de que finalmente nos lleve a una catástrofe más grande de lo que podemos imaginar, ¿por qué no estamos haciendo más sobre el cambio climático ahora mismo? Aseguramos nuestras vidas contra un futuro incierto. ¿Por qué no aseguramos nuestro planeta?

Climate Shock es un libro que explora, en términos claros y entretenidos, las posibles repercusiones de un planeta más caliente,  aprovechando y ampliando trabajos anteriores que nunca estuvieron al alcance de un público amplio. Lo que sabemos sobre el cambio climático es ya bastante alarmante. Climate Shock ayuda al lector  a centrarse en los riesgos desconocidos que todavía podrían dejar chiquito a todo lo demás. Muestra, también, cómo las fuerzas económicas que hoy dificultan implementación de políticas climáticas sensatas que podrían, mediante la geoingeniería, por ejemplo, hacer más probables las correcciones necesarias.

El libro demuestra que el cambio climático puede y debe ser atendido y muestra también lo que podría pasar si eso no ocurre.

Las incertidumbres inconvenientes

Sobre los trabajos anteriores en que se basa el libro, tenemos aquí un artículo publicado por los mismos autores del libro en el New York times el 10 de octubre de 2013.

Ya decían allí que lo que sabemos hoy es suficiente para actuar ahora.  Y que lo que no sabemos debería inspirarnos para una acción todavía más decisiva.

El párrafo inicial de la columna en aquel diario era breve. “Para 2047, los años más fríos pueden ser más cálidos que los más calientes del pasado, dicen los científicos”.

No decía ni “alrededor del 2050” o “en lo que nos queda de vida”. La precisión con que marcaban la fecha hacía que la crisis se sintiera más real, más inminente, más terrible.  A eso lo llamaban una verdad conveniente. La historia estaba basada en un estudio publicado en esos días en la revista Nature que calculaba que para 2047, la temperatura promedio será más caliente en la mayor parte del planeta  de lo que había sido  en esos mismos lugares entre 1860 y 2005.

 En realidad, poner la atención en el año 2047 estuvo equivocado. El clima en todo el mundo ya cambió hasta un punto en que percibimos la huella de la humanidad. Hechos de climas extremos como los dos huracanes que azotaron Nueva York van a ser más intensos en el futuro.

Los autores del estudio científico, dicen Weitzman y Wagner, reconocían las incertidumbres y agregaban un margen de error de cinco años a su cálculo de 2047. La fecha será diferente en diferentes lugares, y los trópicos serán los puntos inmediatamente más vulnerables.

Sus advertencias subrayaban las incertidumbres inherentes a hacer predicciones sobre el clima futuro. Hablar con términos específicos tal vez ayude a afrontar la impresionante complejidad del cambio climático para convertirlo en algo que se entienda… y se tema.  Y tal vez este sea el primer paso para movilizar a los países a  atender y solucionar el problema. Pero los científicos hablan de probabilidades, no pueden medir dónde estamos y aventurar predicciones de hacia dónde vamos; no pueden decirnos con precisión a qué temperaturas llegaremos, cuáles serán las consecuencias y qué es lo que nos espera mientras tanto.

Los niveles de dióxido de carbono en el mundo superaron las 400 partes por millón, más que en ningún momento en los tres millones de años de historia. Aun en esas concentraciones, enfrentamos enormes incertidumbres. Aproximadamente hace tres millones de años, los distintos niveles del mar en el mundo  eran entre 50 y 80 pies más altos que los de ahora  y en Canadá vivían camellos. Este tipo de cosas demuestra lo grandes que son nuestras incertidumbres.

No estamos ni cerca en vías de revertir esto. Las concentraciones atmosféricas  de gases de invernadero siguen subiendo y ese aumento se está acelerando.

Qué va a significar esto para las próximas temperaturas es difícil de precisar, pero calculamos que si no se actúa más para reducir las emisiones, el planeta va en vías de ver un aumento de por lo menos 3 grados centígrados  por encima de los niveles preindustriales. Ese es el punto en que veremos derretirse placas de hielo en Groenlandia y la Antártida, lo que elevará el nivel de los mares en varias decenas de pies.  

Pero lo que es más atemorizador todavía es la incertidumbre de los resultados extremos verdaderos. Nuestros propios cálculos dicen que hay aproximadamente entre 5 y 10% de probabilidades de que la eventual temperatura promedio  sea 6 grados más alta, no tres. Lo que esto significaría no lo imagina nadie, ni siquiera Dante. Un aumento de tres grados sería ya muy malo. Pero cuando uno toma en cuenta la incertidumbre  hay todavía más razones para poner al calentamiento global  en un camino descendente más acelerado.

La mejor manera de hacer eso sería poner un precio global a la polución con dióxido de carbono. Hacer que contaminar sea más caro reorientaría los esfuerzos hacia economías más eficientes.

Todo lo que refiere al futuro del clima es incierto, pero lo que ya se sabe es suficiente para actuar ahora. Y lo que no se sabe nos debería llevar a tomar medidas más drásticas.

Hasta aquí el texto del artículo publicado en 2013. El libro que ahora publican, amplía esta misma teoría, pero con una nota más de pesimismo. ¿Hay alguna posibilidad, preguntan, de que la acción política elimine el riesgo del desastre climático? Por el momento, ninguna.

En repetidas cumbres, conferencias y reuniones los países se han comprometido a reducir sus emisiones de 40 a 70% para el 2050, Una conferencia en París programada para fin de año se propone lograr un acuerdo universal obligante  para combatir el cambio climático eficientemente y Hacer la transición hacia economías  resilientes y de baja emisión de carbono.

 

Pero compromisos de esa naturaleza se vienen escuchando desde hace 25 años y sin embargo las emisiones siguen subiendo y también la acumulación de gases de invernadero en la atmósfera. Aún si los gobiernos cumplieran con sus actuales compromisos (algo que los autores consideran improbable en su libro) las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono ascenderían a 700 partes por millón  para finales de este siglo (hoy hay 400 ppm y antes de la revolución industrial había 280 partes por millón). Con 700 ppm la media del aumento esperado en la temperatura global es de 3,5° centígrados. Para bajar eso hace falta una revolución.

 

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