La última oportunidad

Por encima de cualquier aspecto técnico, el equipo económico de De la Rúa deberá demostrar una capacidad de generar confianza que hasta ahora no mostró. De lo contrario, sucumbirá. Por Alejandro J. Lomuto

11 noviembre, 2000

El presidente Fernando de la Rúa encabezó personalmente anoche (viernes 10) un nuevo intento del Gobierno por tomar las riendas de la economía y salvar al país de lo que él mismo reconoció como la posibilidad de “una verdadera catástrofe”.

Junto a un nuevo paquete de medidas (ver “El Gobierno anunció nuevas medidas económicas”, en esta misma sección), De la Rúa eligió, una vez más, el camino del respaldo explícito al jefe de sus economistas, José Luis Machinea, el único ministro al que mencionó con su nombre y apellido en el discurso que pronunció a través de la cadena oficial de radio y TV, y con el que, un rato más tarde, compartió la tribuna del Coloquio de Idea.

Aun hasta quienes acusan a De la Rúa de poco decidido en la acción de gobierno deberán reconocer que el Presidente ha apostado fuerte. El tiempo dirá si fue audaz o, simplemente, tozudo.

No es que haya apostado fuerte por el carácter de las medidas que anunció. Con matices, todas ellas eran reclamadas desde hace tiempo por diversos sectores y ninguna representa un giro en la dirección que la economía argentina tomó hace casi una década.

La gran apuesta es, precisamente, la de haber expresado una vez más su respaldo a un ministro y a un equipo que, al margen de una solvencia técnica que pocos se atreven a discutirle, no ha logrado, en 11 meses, despertar en los actores económicos la confianza suficiente para conducir la situación a buen puerto.

Es curioso, y hasta injusto, que el establishment económico siga desconfiando de Machinea y sus colaboradores.

A despecho de las ideas que el ministro y varias de sus principales espadas han profesado en muchos años, es evidente que desde el primer día del actual gobierno no han hecho otra cosa que preocuparse por no sacar los pies del plato de la ortodoxia que impera sobre la economía argentina desde hace una década.

El jueves 9, este sitio publicó un informe de la consultora Econométrica (uno de cuyos directores es Mario Brodersohn, antiguo compañero de ruta de Machinea en el gobierno de Raúl Alfonsín) que explicaba que el Gobierno puso en práctica en sus primeros 10 meses la misma estrategia que Domingo Cavallo, el preferido del establishment, utilizó en los críticos días del efecto tequila.

Es cierto que el contexto local e internacional no es el mismo de aquella época, pero también lo es, por ejemplo, que el establishment no perdió la confianza en Cavallo ni en su sucesor, Roque Fernández, cuando la economía fue deteriorándose con prisa y sin pausa a partir de 1995.

Lo que viene a explicar que no necesariamente la confianza en el ministro de Economía depende de su idoneidad técnica ni de los resultados de su gestión.

Con las décadas que lleva de práctica política, De la Rúa seguramente no ignora que cuanto más frecuentemente necesita respaldo explícito un funcionario, más débil es su margen de acción como gobernante.

Y, mal que les pese a ambos, el acto que más ha repetido el Presidente en los últimos días es el de ratificar su confianza en el ministro de Economía.

No faltan muchas horas para tener una idea clara de cuál será el futuro inmediato de Machinea: si el tema de su permanencia desaparece de las conversaciones y, sobre todo, de las declaraciones del Presidente, éste habrá ganado su apuesta; si no, independientemente de si debe confirmar o modificar el rumbo de su política, habrá llegado la hora de escribir una nueva página.

El presidente Fernando de la Rúa encabezó personalmente anoche (viernes 10) un nuevo intento del Gobierno por tomar las riendas de la economía y salvar al país de lo que él mismo reconoció como la posibilidad de “una verdadera catástrofe”.

Junto a un nuevo paquete de medidas (ver “El Gobierno anunció nuevas medidas económicas”, en esta misma sección), De la Rúa eligió, una vez más, el camino del respaldo explícito al jefe de sus economistas, José Luis Machinea, el único ministro al que mencionó con su nombre y apellido en el discurso que pronunció a través de la cadena oficial de radio y TV, y con el que, un rato más tarde, compartió la tribuna del Coloquio de Idea.

Aun hasta quienes acusan a De la Rúa de poco decidido en la acción de gobierno deberán reconocer que el Presidente ha apostado fuerte. El tiempo dirá si fue audaz o, simplemente, tozudo.

No es que haya apostado fuerte por el carácter de las medidas que anunció. Con matices, todas ellas eran reclamadas desde hace tiempo por diversos sectores y ninguna representa un giro en la dirección que la economía argentina tomó hace casi una década.

La gran apuesta es, precisamente, la de haber expresado una vez más su respaldo a un ministro y a un equipo que, al margen de una solvencia técnica que pocos se atreven a discutirle, no ha logrado, en 11 meses, despertar en los actores económicos la confianza suficiente para conducir la situación a buen puerto.

Es curioso, y hasta injusto, que el establishment económico siga desconfiando de Machinea y sus colaboradores.

A despecho de las ideas que el ministro y varias de sus principales espadas han profesado en muchos años, es evidente que desde el primer día del actual gobierno no han hecho otra cosa que preocuparse por no sacar los pies del plato de la ortodoxia que impera sobre la economía argentina desde hace una década.

El jueves 9, este sitio publicó un informe de la consultora Econométrica (uno de cuyos directores es Mario Brodersohn, antiguo compañero de ruta de Machinea en el gobierno de Raúl Alfonsín) que explicaba que el Gobierno puso en práctica en sus primeros 10 meses la misma estrategia que Domingo Cavallo, el preferido del establishment, utilizó en los críticos días del efecto tequila.

Es cierto que el contexto local e internacional no es el mismo de aquella época, pero también lo es, por ejemplo, que el establishment no perdió la confianza en Cavallo ni en su sucesor, Roque Fernández, cuando la economía fue deteriorándose con prisa y sin pausa a partir de 1995.

Lo que viene a explicar que no necesariamente la confianza en el ministro de Economía depende de su idoneidad técnica ni de los resultados de su gestión.

Con las décadas que lleva de práctica política, De la Rúa seguramente no ignora que cuanto más frecuentemente necesita respaldo explícito un funcionario, más débil es su margen de acción como gobernante.

Y, mal que les pese a ambos, el acto que más ha repetido el Presidente en los últimos días es el de ratificar su confianza en el ministro de Economía.

No faltan muchas horas para tener una idea clara de cuál será el futuro inmediato de Machinea: si el tema de su permanencia desaparece de las conversaciones y, sobre todo, de las declaraciones del Presidente, éste habrá ganado su apuesta; si no, independientemente de si debe confirmar o modificar el rumbo de su política, habrá llegado la hora de escribir una nueva página.

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