Eso sí, se advirtieron maniobras confusas, como la mezcla de mercaderías
rebajadas con las que mantenían sus valores normales.
El secretario de Comercio seguramente no fue a un supermercado en este fin
de semana, porque de lo contrario esta mañana no hubiese podido afirmar
ante los periodistas que se aplicó a todos los productos el descuento
de 5 % pactado con el presidente Néstor Kirchner.
Sí es cierto que en todas las grandes cadenas lucía el cartel
con el anuncio del acuerdo con el gobierno, pero en una misma góndola
convivían dos precios para una misma mercadería: el anterior y
el rebajado.
La modalidad es la siguiente: si alguien mete en el chango un paquete de fideos,
por ejemplo, sin fijarse en el valor que marca la etiqueta, cuando llega a la
caja se lo fichan en el importe que figura, con lo cual puede ser que haya acertado
o no.
En caso de que el comprador se percate de la diferencia y haga el reclamo,
la cajera lo remite a buscar en la góndola un recambio que contenga la
oferta.
Con la papa, por la que los grandes supermercados recibieron un subsidio para
venderla a $ 1,40, se agotaba muy temprano la partida oficial y a partir de
entonces, el valor trepaba a los $ 4,40 por kilo.
Se ve que los encuestadores del Indec concurrían a primera hora a llenar
las planillas, o por lo menos así se cargaban las computadoras en el
edificio de Diagonal Julio A. Roca, frente a las cuales se pasean presencias
amenazantes que responden al secretario de Comercio, según escribiera
en su columna dominical de Página 12 Horacio Verbitsky.
La foto presidencial
Aunque no tan afín al gobierno como éste, Eugenio Paillet, de
la Nueva Provincia, escribió al respecto: “(…) El acuerdo con
las grandes cadenas de supermercados para que rebajen 5% los precios de productos
fundamentales de la canasta familiar fue otra vez tramado por las malas formas
de Moreno. De madrugada, el funcionario habría vuelto a las andadas con
algunos aprietes a hombres de negocios para que se sentaran a la mañana
siguiente a la mesa del acuerdo con Kirchner. “El Presidente necesitaba
esa foto”, se sinceró un confidente oficial. Conclusión:
fue todo de apuro y los mismos empresarios no tenían la menor idea, al
salir de la reunión, de cuáles serían los alimentos y otros
componentes de la canasta que serían rebajados. (…)”
Los propios supermercados chinos, que fueron los que inspiraron el boicot al
tomate que el propio presidente elogió, igual que sus colegas de los
almacenes y autoservicios, estuvieron esperando infructuosamente la lista de
los 400 productos que deberían rebajarse 5 %, fruto del acuerdo entre
el gobierno y las grandes cadenas.
No es que a los pequeños y medianos comerciantes no les gusten las fotos
con el primer mandatario, como las que prepara el secretario de Comercio, sino
que no tienen millonarias deudas para refinanciar con la banca oficial, como
sus grandes competidores, ni reciben un centavo de los subsidios digitados a
la baja artificial de los precios.
El representante legal de Consumidores Libres, Héctor Polino, sí
recorrió supermercados y centros de abastecimiento, y de manera personal,
para poder “constatar” los precios, según informó a
través de un comunicado.
De acuerdo con el seguimiento difundido, fueron 22 los productos que aumentaron
sus precios, 14 los que bajaron, y sólo dos (una popular marca de gaseosas
y los huevos) que no experimentaron modificación alguna.
La entidad aclaró que el informe “no se limita a los supermercados,
ya que se tomaron además precios de centros de abastecimientos barriales,
lo que permite llegar a porcentajes reales en las variaciones”.
La pesquisa “se realizó de forma personal y no por teléfono”
por lo que “se pudo constatar fehacientemente cuáles son los precios
de venta al público”.
El muestreo de Consumidores Libres se llevó a cabo en supermercados
Coto y Plaza Vea, y en centros de abastecimiento de La Boca, Caballito, Liniers
y Pompeya.
En total, afirma, “el precio de los 38 productos de la llamada canasta
familiar tuvo un aumento del 0,58% durante la primera quincena de octubre”
y “desde enero de 2007, el aumento acumulado es de 21,76%”.
La canasta básica experimenta un aumento acumulado de 21,76% en lo que
va de 2007, mientras que en octubre el alza es de 0,58%, según la entidad,
que detectó un aumento de 15,75% en el precio de la manzana (4,50 pesos
el kilo), 14,16% en el de la papa, y 10% en la banana, los que resultaron los
mayores incrementos de los detectados.
Entretelones
Paillet, de La Nueva Provincia, revela la entretela del show mediático
de la rebaja de precios montado por el secretario de Comercio, Guillermo Moreno:
El Presidente se ha consagrado estos días en cuerpo y alma a presentar
batalla al verdadero enemigo que intuye puede ser el único capaz de torcer
la marcha sin querellas de Cristina hacia una victoria directa el 28. Lo puso
en términos duros en una de las últimas reuniones de la mesa chica
de toma de decisiones del gobierno. “No se equivoquen: el verdadero partido
de oposición que debemos vencer es la inflación y los que se mueven
detrás de ella”, lanzó Kirchner delante de su mujer, del
jefe de Gabinete y de Carlos Zannini. Tal vez un par más de funcionarios
del más cerrado entorno escuchó esa frase, noches pasadas, en
el chalet de Olivos.
(…)
Es la mitad de la realidad que hoy se permite mirar el gobierno. Kirchner está,
además, sinceramente preocupado, porque, más allá de algunos
fenómenos estacionales, como el del tomate y la lechuga, atribuidos por
él mismo a cuatro o cinco grandes productores que impulsaron artificialmente
la suba exorbitante mediante el artilugio de no enviar mercadería a los
grandes centros concentradores, los precios de la canasta familiar se han disparado.
Tiene razón el presidente: hay una cifra sobre el costo de vida que mide
el Indec de Guillermo Moreno, que nadie cree. Hay otra, alejada de los cuadros
caóticos que suelen mostrar economistas de los principales candidatos
de la oposición, pero más cercana a la que acaba de difundir la
CGT –aliada de la Casa Rosada, para más datos– que está en cerca
de 15% anual. Bastante más que los “índices perfectos”
de 8 a 11% que vende el Presidente. Hay más: se dice que Hugo Moyano
guardó convenientemente algunos otros trabajos de sus equipos, que ubican
la inflación anual en 18% ó 19%. (…)
El columnista comenta la repercusión que tuvo en la Casa Rosada el acto
de firma con los supermercadistas: “Kirchner bramó el día
siguiente, cuando leyó en los diarios lo que en verdad debía leer:
había más dudas que certezas. Nadie sabía mucho sobre los
alcances del acuerdo, salvo que para el gobierno se trata otra vez de un paso
de vida o muerte. Lo mismo ocurrió 24 horas después con los pequeños
y medianos comerciantes y almaceneros”.
De nuevo el Fondo
Así se vive la inflación en la calle y en los comandos de campaña,
incluido el gobierno, que en lo que va del año no pensó en otra
cosa que en la arquitectura electoral. Pero trasciende hacia los organismos
financieros internacionales el tema, cuando lo que trata el matrimonio Kirchner
es poder regularizar la deuda en default sin someterse a auditorías del
FMI.
Cuando estaban “cocinando” con el nuevo director gerente del Fondo
una variante para contar con el aval de la institución para negociar
con el Club de París, el conductor saliente Rodrigo Rato declaró
que “la inflación argentina es un peligro” y que “el gobierno
debería preocuparse más por los precios que por el tipo de cambio”.
“Pensamos que otro tipo de reformas son necesarias para normalizar realmente
la situación del país después de la crisis”, agregó
Rato.
El ministro de Economía, Miguel Peirano, salió esta mañana
a contestarle con dureza y dijo que esos pronunciamientos “son el reflejo
del pasado tan negativo” que tuvo la institución en el país
y en la región.
“Son el reflejo de la intención de auditar las políticas
económicas de la Argentina cuando el gobierno de Néstor Kirchner
mantiene una autonomía sobre el Fondo”, resaltó Peirano durante
una conferencia de prensa que ofreció en la Casa Rosada.
“La inflación es un peligro y la normalización de la economía
requiere una política monetaria que se concentre más en la estabilidad
de los precios que en el tipo de cambio”, había afirmado Rato, quien
a fin este mes dejará su cargo en el organismo y será reemplazado
por el francés Dominique Strauss Kahn.
Concertación
El sustento teórico de la concertación que propone el gobierno
para pautar por tres años precios y salarios, es decir, para acometer
un ajuste consensuado por las cúpulas industriales y obreras, podría
encontrar fundamento en un diagnóstico técnico elaborado por Idesa:
“Los salarios pueden crecer por encima de la inflación en la medida
que sean sustentados por aumentos en la productividad. El crecimiento de los
niveles de vida con estabilidad de precios que caracteriza a los países
desarrollados es el resultado de respetar esta regla. La inflación que
sufre la Argentina es la consecuencia de creer que se puede ajustar salarios
al 20% anual y evitar la inflación con subsidios y acuerdos de precios
en un contexto de modesto crecimiento de la productividad.
La inflación se ha instalado como uno de los temas de máxima
preocupación económica y social. No se trata de una exageración.
El aumento sostenido de los precios perturba el funcionamiento de la economía
y redistribuye ingresos en contra de las familias de más bajos ingresos.
La manipulación de los índices de precios oficiales no evita estos
impactos negativos y la sugerencia de que un “poco de inflación
es bueno para el crecimiento” contradice la evidencia que brindan los países
desarrollados que prosperan con estabilidad.
¿Por qué otros países crecen y mejoran los indicadores
sociales sin sufrir problemas inflacionarios? Datos provenientes de la OECD
para los países más desarrollados de Europa permiten aproximar
una respuesta ilustrando la lógica que se da entre salarios, precios
y productividad. Tomando tasas promedio de crecimiento anual para los últimos
15 años (1993 y 2007) se observa que:
> Los salarios nominales en los países desarrollados de Europa se
incrementaron a una tasa promedio de 3,1% anual.
> La productividad laboral de esos países (la producción por
cada trabajador) en el mismo período creció al 1,6% anual.
> La inflación promedio fue de 2,1% anual.
Los datos muestran que la tendencia es que los incrementos de salarios nominales
por encima de la productividad laboral tienden a compensarse con aumentos en
los precios.
En otras palabras, el salario real, es decir, lo que suben las remuneraciones
por encima del aumento de los precios, tiende a ser muy parecido a los que aumenta
la productividad. Esta “regla de la productividad”, aunque no es estricta
y se presenta con diferentes matices entre países, muestra que, en el
mediano plazo, se produce cierta convergencia entre salarios, precios y productividad.
Lo que está ocurriendo en la Argentina encuadra en esta regla. El gobierno
induce aumentos salariales del orden del 20% anual. Como el crecimiento de la
productividad laboral es bastante inferior a dicho incremento, la diferencia
es compensada con presión sobre los precios.
En el diagnóstico oficial subyace la idea de que con acuerdos de precios
y subsidios es factible desactivar estas presiones inflacionarias. La estrategia
ha fracasado y por eso se está apelando, como últimos recursos,
a la manipulación del sistema estadístico y a la argumentación
de que la inflación no sería tan mala.
En el corto plazo, la inflación resulta políticamente muy seductora
porque permite anunciar “buenas noticias”. Entre otras, aumentos salariales
de dos dígitos, periódicos ajustes de jubilaciones, incremento
de asignaciones familiares, actualizaciones de mínimos no imponibles
de los impuestos a las ganancias y la riqueza.
Sin embargo, como lo está demostrando el 2007, el impacto de estas medidas
se diluye si las mejoras nominales de ingresos son licuadas por los aumentos
de precios. Peor aun, cuando la inflación se retroalimenta los aumentos
nominales no alcanza a compensar los incrementos de precios. Así, lo
que comenzó siendo un atractivo mecanismo de promesas fáciles
rápidamente se transforma en un perverso mecanismo de distribución
regresiva del ingreso.
¿Hay que resignarse a que las mejoras sociales sean lentas y trabajosas
o es posible inducir un “salto redistributivo” sin violentar la regla
de que los salarios deben seguir la evolución de la productividad? La
respuesta es que existen márgenes importantes para redistribuir de manera
más acelerada ingresos siempre que se apele a un cuidadoso diseño
de políticas públicas.
En otras palabras, se requiere una estrategia mucho más imaginativa
que inducir aumentos nominales de salarios y tratar de controlar los precios.
En materia laboral, para mejorar los salarios de bolsillo sin producir presiones
sobre los precios hay que eliminar la burocracia, bajar la presión impositiva
sobre los salarios y cerrar las grietas por donde se filtra litigiosidad.
En materia impositiva, hay que eliminar la irracionalidad de que las tres jurisdicciones
(Nación, provincias y municipios) cobran de manera superpuesta similares
impuestos a los mismos contribuyentes. También son claves, para inducir
un “salto redistributivo”, la transformación del sistema educativo,
de salud y de asistencia social”.
Eso sí, se advirtieron maniobras confusas, como la mezcla de mercaderías
rebajadas con las que mantenían sus valores normales.
El secretario de Comercio seguramente no fue a un supermercado en este fin
de semana, porque de lo contrario esta mañana no hubiese podido afirmar
ante los periodistas que se aplicó a todos los productos el descuento
de 5 % pactado con el presidente Néstor Kirchner.
Sí es cierto que en todas las grandes cadenas lucía el cartel
con el anuncio del acuerdo con el gobierno, pero en una misma góndola
convivían dos precios para una misma mercadería: el anterior y
el rebajado.
La modalidad es la siguiente: si alguien mete en el chango un paquete de fideos,
por ejemplo, sin fijarse en el valor que marca la etiqueta, cuando llega a la
caja se lo fichan en el importe que figura, con lo cual puede ser que haya acertado
o no.
En caso de que el comprador se percate de la diferencia y haga el reclamo,
la cajera lo remite a buscar en la góndola un recambio que contenga la
oferta.
Con la papa, por la que los grandes supermercados recibieron un subsidio para
venderla a $ 1,40, se agotaba muy temprano la partida oficial y a partir de
entonces, el valor trepaba a los $ 4,40 por kilo.
Se ve que los encuestadores del Indec concurrían a primera hora a llenar
las planillas, o por lo menos así se cargaban las computadoras en el
edificio de Diagonal Julio A. Roca, frente a las cuales se pasean presencias
amenazantes que responden al secretario de Comercio, según escribiera
en su columna dominical de Página 12 Horacio Verbitsky.
La foto presidencial
Aunque no tan afín al gobierno como éste, Eugenio Paillet, de
la Nueva Provincia, escribió al respecto: “(…) El acuerdo con
las grandes cadenas de supermercados para que rebajen 5% los precios de productos
fundamentales de la canasta familiar fue otra vez tramado por las malas formas
de Moreno. De madrugada, el funcionario habría vuelto a las andadas con
algunos aprietes a hombres de negocios para que se sentaran a la mañana
siguiente a la mesa del acuerdo con Kirchner. “El Presidente necesitaba
esa foto”, se sinceró un confidente oficial. Conclusión:
fue todo de apuro y los mismos empresarios no tenían la menor idea, al
salir de la reunión, de cuáles serían los alimentos y otros
componentes de la canasta que serían rebajados. (…)”
Los propios supermercados chinos, que fueron los que inspiraron el boicot al
tomate que el propio presidente elogió, igual que sus colegas de los
almacenes y autoservicios, estuvieron esperando infructuosamente la lista de
los 400 productos que deberían rebajarse 5 %, fruto del acuerdo entre
el gobierno y las grandes cadenas.
No es que a los pequeños y medianos comerciantes no les gusten las fotos
con el primer mandatario, como las que prepara el secretario de Comercio, sino
que no tienen millonarias deudas para refinanciar con la banca oficial, como
sus grandes competidores, ni reciben un centavo de los subsidios digitados a
la baja artificial de los precios.
El representante legal de Consumidores Libres, Héctor Polino, sí
recorrió supermercados y centros de abastecimiento, y de manera personal,
para poder “constatar” los precios, según informó a
través de un comunicado.
De acuerdo con el seguimiento difundido, fueron 22 los productos que aumentaron
sus precios, 14 los que bajaron, y sólo dos (una popular marca de gaseosas
y los huevos) que no experimentaron modificación alguna.
La entidad aclaró que el informe “no se limita a los supermercados,
ya que se tomaron además precios de centros de abastecimientos barriales,
lo que permite llegar a porcentajes reales en las variaciones”.
La pesquisa “se realizó de forma personal y no por teléfono”
por lo que “se pudo constatar fehacientemente cuáles son los precios
de venta al público”.
El muestreo de Consumidores Libres se llevó a cabo en supermercados
Coto y Plaza Vea, y en centros de abastecimiento de La Boca, Caballito, Liniers
y Pompeya.
En total, afirma, “el precio de los 38 productos de la llamada canasta
familiar tuvo un aumento del 0,58% durante la primera quincena de octubre”
y “desde enero de 2007, el aumento acumulado es de 21,76%”.
La canasta básica experimenta un aumento acumulado de 21,76% en lo que
va de 2007, mientras que en octubre el alza es de 0,58%, según la entidad,
que detectó un aumento de 15,75% en el precio de la manzana (4,50 pesos
el kilo), 14,16% en el de la papa, y 10% en la banana, los que resultaron los
mayores incrementos de los detectados.
Entretelones
Paillet, de La Nueva Provincia, revela la entretela del show mediático
de la rebaja de precios montado por el secretario de Comercio, Guillermo Moreno:
El Presidente se ha consagrado estos días en cuerpo y alma a presentar
batalla al verdadero enemigo que intuye puede ser el único capaz de torcer
la marcha sin querellas de Cristina hacia una victoria directa el 28. Lo puso
en términos duros en una de las últimas reuniones de la mesa chica
de toma de decisiones del gobierno. “No se equivoquen: el verdadero partido
de oposición que debemos vencer es la inflación y los que se mueven
detrás de ella”, lanzó Kirchner delante de su mujer, del
jefe de Gabinete y de Carlos Zannini. Tal vez un par más de funcionarios
del más cerrado entorno escuchó esa frase, noches pasadas, en
el chalet de Olivos.
(…)
Es la mitad de la realidad que hoy se permite mirar el gobierno. Kirchner está,
además, sinceramente preocupado, porque, más allá de algunos
fenómenos estacionales, como el del tomate y la lechuga, atribuidos por
él mismo a cuatro o cinco grandes productores que impulsaron artificialmente
la suba exorbitante mediante el artilugio de no enviar mercadería a los
grandes centros concentradores, los precios de la canasta familiar se han disparado.
Tiene razón el presidente: hay una cifra sobre el costo de vida que mide
el Indec de Guillermo Moreno, que nadie cree. Hay otra, alejada de los cuadros
caóticos que suelen mostrar economistas de los principales candidatos
de la oposición, pero más cercana a la que acaba de difundir la
CGT –aliada de la Casa Rosada, para más datos– que está en cerca
de 15% anual. Bastante más que los “índices perfectos”
de 8 a 11% que vende el Presidente. Hay más: se dice que Hugo Moyano
guardó convenientemente algunos otros trabajos de sus equipos, que ubican
la inflación anual en 18% ó 19%. (…)
El columnista comenta la repercusión que tuvo en la Casa Rosada el acto
de firma con los supermercadistas: “Kirchner bramó el día
siguiente, cuando leyó en los diarios lo que en verdad debía leer:
había más dudas que certezas. Nadie sabía mucho sobre los
alcances del acuerdo, salvo que para el gobierno se trata otra vez de un paso
de vida o muerte. Lo mismo ocurrió 24 horas después con los pequeños
y medianos comerciantes y almaceneros”.
De nuevo el Fondo
Así se vive la inflación en la calle y en los comandos de campaña,
incluido el gobierno, que en lo que va del año no pensó en otra
cosa que en la arquitectura electoral. Pero trasciende hacia los organismos
financieros internacionales el tema, cuando lo que trata el matrimonio Kirchner
es poder regularizar la deuda en default sin someterse a auditorías del
FMI.
Cuando estaban “cocinando” con el nuevo director gerente del Fondo
una variante para contar con el aval de la institución para negociar
con el Club de París, el conductor saliente Rodrigo Rato declaró
que “la inflación argentina es un peligro” y que “el gobierno
debería preocuparse más por los precios que por el tipo de cambio”.
“Pensamos que otro tipo de reformas son necesarias para normalizar realmente
la situación del país después de la crisis”, agregó
Rato.
El ministro de Economía, Miguel Peirano, salió esta mañana
a contestarle con dureza y dijo que esos pronunciamientos “son el reflejo
del pasado tan negativo” que tuvo la institución en el país
y en la región.
“Son el reflejo de la intención de auditar las políticas
económicas de la Argentina cuando el gobierno de Néstor Kirchner
mantiene una autonomía sobre el Fondo”, resaltó Peirano durante
una conferencia de prensa que ofreció en la Casa Rosada.
“La inflación es un peligro y la normalización de la economía
requiere una política monetaria que se concentre más en la estabilidad
de los precios que en el tipo de cambio”, había afirmado Rato, quien
a fin este mes dejará su cargo en el organismo y será reemplazado
por el francés Dominique Strauss Kahn.
Concertación
El sustento teórico de la concertación que propone el gobierno
para pautar por tres años precios y salarios, es decir, para acometer
un ajuste consensuado por las cúpulas industriales y obreras, podría
encontrar fundamento en un diagnóstico técnico elaborado por Idesa:
“Los salarios pueden crecer por encima de la inflación en la medida
que sean sustentados por aumentos en la productividad. El crecimiento de los
niveles de vida con estabilidad de precios que caracteriza a los países
desarrollados es el resultado de respetar esta regla. La inflación que
sufre la Argentina es la consecuencia de creer que se puede ajustar salarios
al 20% anual y evitar la inflación con subsidios y acuerdos de precios
en un contexto de modesto crecimiento de la productividad.
La inflación se ha instalado como uno de los temas de máxima
preocupación económica y social. No se trata de una exageración.
El aumento sostenido de los precios perturba el funcionamiento de la economía
y redistribuye ingresos en contra de las familias de más bajos ingresos.
La manipulación de los índices de precios oficiales no evita estos
impactos negativos y la sugerencia de que un “poco de inflación
es bueno para el crecimiento” contradice la evidencia que brindan los países
desarrollados que prosperan con estabilidad.
¿Por qué otros países crecen y mejoran los indicadores
sociales sin sufrir problemas inflacionarios? Datos provenientes de la OECD
para los países más desarrollados de Europa permiten aproximar
una respuesta ilustrando la lógica que se da entre salarios, precios
y productividad. Tomando tasas promedio de crecimiento anual para los últimos
15 años (1993 y 2007) se observa que:
> Los salarios nominales en los países desarrollados de Europa se
incrementaron a una tasa promedio de 3,1% anual.
> La productividad laboral de esos países (la producción por
cada trabajador) en el mismo período creció al 1,6% anual.
> La inflación promedio fue de 2,1% anual.
Los datos muestran que la tendencia es que los incrementos de salarios nominales
por encima de la productividad laboral tienden a compensarse con aumentos en
los precios.
En otras palabras, el salario real, es decir, lo que suben las remuneraciones
por encima del aumento de los precios, tiende a ser muy parecido a los que aumenta
la productividad. Esta “regla de la productividad”, aunque no es estricta
y se presenta con diferentes matices entre países, muestra que, en el
mediano plazo, se produce cierta convergencia entre salarios, precios y productividad.
Lo que está ocurriendo en la Argentina encuadra en esta regla. El gobierno
induce aumentos salariales del orden del 20% anual. Como el crecimiento de la
productividad laboral es bastante inferior a dicho incremento, la diferencia
es compensada con presión sobre los precios.
En el diagnóstico oficial subyace la idea de que con acuerdos de precios
y subsidios es factible desactivar estas presiones inflacionarias. La estrategia
ha fracasado y por eso se está apelando, como últimos recursos,
a la manipulación del sistema estadístico y a la argumentación
de que la inflación no sería tan mala.
En el corto plazo, la inflación resulta políticamente muy seductora
porque permite anunciar “buenas noticias”. Entre otras, aumentos salariales
de dos dígitos, periódicos ajustes de jubilaciones, incremento
de asignaciones familiares, actualizaciones de mínimos no imponibles
de los impuestos a las ganancias y la riqueza.
Sin embargo, como lo está demostrando el 2007, el impacto de estas medidas
se diluye si las mejoras nominales de ingresos son licuadas por los aumentos
de precios. Peor aun, cuando la inflación se retroalimenta los aumentos
nominales no alcanza a compensar los incrementos de precios. Así, lo
que comenzó siendo un atractivo mecanismo de promesas fáciles
rápidamente se transforma en un perverso mecanismo de distribución
regresiva del ingreso.
¿Hay que resignarse a que las mejoras sociales sean lentas y trabajosas
o es posible inducir un “salto redistributivo” sin violentar la regla
de que los salarios deben seguir la evolución de la productividad? La
respuesta es que existen márgenes importantes para redistribuir de manera
más acelerada ingresos siempre que se apele a un cuidadoso diseño
de políticas públicas.
En otras palabras, se requiere una estrategia mucho más imaginativa
que inducir aumentos nominales de salarios y tratar de controlar los precios.
En materia laboral, para mejorar los salarios de bolsillo sin producir presiones
sobre los precios hay que eliminar la burocracia, bajar la presión impositiva
sobre los salarios y cerrar las grietas por donde se filtra litigiosidad.
En materia impositiva, hay que eliminar la irracionalidad de que las tres jurisdicciones
(Nación, provincias y municipios) cobran de manera superpuesta similares
impuestos a los mismos contribuyentes. También son claves, para inducir
un “salto redistributivo”, la transformación del sistema educativo,
de salud y de asistencia social”.