Una de las principales vías para promover el desarrollo social es aumentar la participación laboral de las mujeres. Para ello es imprescindible que tengan la oportunidad de estudiar e incorporarse tempranamente al mercado de trabajo, sostiene el Instituto de Desarrollo Económico y Social Argentino en el informe número 617.
El empleo de calidad es el impulsor más potente de desarrollo personal, familiar y social.
Por eso dentro de la agenda de políticas públicas resulta prioritario generar las condiciones que promuevan la masiva generación de empleos decentes. Esto requiere construir instituciones que promuevan la inversión, la calidad educativa y faciliten la creación de puestos de trabajo formales, expone el trabajo realizado por el economista jefe Jorge Colina.
Igualmente importante es brindar a todas las personas la oportunidad de acceder a los buenos empleos. Dentro de una estrategia de igualación de oportunidades resulta fundamental promover que los jóvenes acumulen educación y experiencia laboral.
Si los jóvenes no acceden a una formación integral, que incluya tanto la educación como la práctica laboral en el ámbito de las empresas, es poco probable que en la etapa de la adultez puedan acceder a los empleos de calidad, quedando entonces relegados a la inactividad o al empleo informal de baja calidad.
Un reciente estudio del INDEC, denominado Encuesta Nacional de Jóvenes 2014, permite indagar sobre los factores que condicionan la formación de los jóvenes.
Tomando a las personas con entre 15 y 29 años de edad que viven en centros urbanos aparece que:
- El 30% de los jóvenes no trabaja por estar dedicados a tareas dentro del hogar.
- En el caso de los varones esta proporción baja al 4%.
- En el caso de las mujeres el 47% declara no trabajar por estar dedicadas a las tareas domésticas.
Estos datos señalan que hay una cantidad importante de jóvenes de entre 15 y 29 años de edad que manifiestan no trabajar por dedicarse a tareas del hogar.
Prácticamente 1 de cada 3 jóvenes está en esta situación. Pero lo más notable es que el fenómeno se concentra casi exclusivamente entre las mujeres.
Mientras que un porcentaje marginal de varones no trabaja debido a obligaciones familiares, la mitad de las mujeres jóvenes declara que las tareas dentro del hogar son la principal razón por la cual no trabajan.
La exclusión temprana del mercado de trabajo tiene influencia decisiva en el futuro. Por ejemplo, entre las personas con más de 30 años de edad, la tasa de participación laboral es del 92% entre los varones y apenas del 63% entre las mujeres.
Las derivaciones sociales de esta asimetría son muy negativas. Desde el punto de vista individual, se priva a las mujeres de la posibilidad de desarrollar sus talentos y construir una vida independiente ciñéndola a depender económicamente de un varón y/o de la asistencialismo social.
Desde el punto de vista familiar, se cierra una fuente potencial de ingresos que colabore con el ascenso social.
Desde el punto de vista de la comunidad, se desaprovechan recursos humanos que podrían aportar a la producción.
El cuidado de los niños, especialmente antes del ingreso a la escuela primaria, y de los ancianos con dependencia funcional son las tareas domésticas más absorbentes.
Por eso, más allá de luchar contra los resabios culturales que imponen con exclusividad a las mujeres las tareas del hogar, es central contar con sistemas modernos de asistencia a la primera infancia y a la ancianidad para que las mujeres puedan delegar estas tareas e incorporarse al mercado de trabajo.
Estos mecanismos tiene como principal objetivo proteger de manera directa a los segmentos más vulnerables de la sociedad, pero de manera indirecta ayudan al progreso y la equidad al evitar que muchas mujeres sean inducidas de manera discriminatoria a la inactividad laboral.
Resulta injustificable que con el aumento de la presión tributaria desde el 22% al 32% del PBI entre 2004 y 2014 no se hayan implementado sistemas públicos de alta calidad de guarderías infantiles con estimulación temprana y atención a los adultos mayores.
Tampoco se ha logrado instrumentar programas eficaces de educación sexual y reproductiva.
La ausencia del Estado en estas áreas estratégicas es un factor de atraso social. No sólo porque genera desamparo entre los niños y los ancianos sino también porque que relega a las mujeres al trabajo doméstico no remunerado.