Sin embargo, la suba del índice contiene muchas heterogeneidades en su interior: por ejemplo, hay mucha dispersión según qué región se analice. Asimismo, -advierte el informe de la consultura Ecolatina- la suba se modifica a lo largo de la pirámide de ingresos. Dicho llanamente, la inflación de los pobres no es la misma que la de la clase media, que también difiere de la población de mayor poder adquisitivo.
En este sentido, dado los importantes efectos reales que tiene la suba de precios, es muy relevante sumar al análisis un componente que refleje en qué gasta cada familia. Por caso, los sectores de menores recursos se ven más afectados por la dinámica de los precios de alimentos y bebidas que el resto de la sociedad, ya que destinan una mayor porción de su ingreso a satisfacer estos consumos básicos e indispensables. En dirección contraria, las familias más ricas gastan más en artículos para el hogar, educación y esparcimiento, entre otros.
Partiendo de estas diferencias, y utilizando la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares (ENGHo) que publicó el INDEC para 2017-2018, es posible medir la inflación de distintos sectores sociales -considerando no solo los niveles de ingresos, sino también las heterogeneidades regionales-. Precisar la información permitirá comprender más acabadamente el impacto desigual que tiene la suba de precios a lo largo y ancho del país, así como sus efectos en el resto de las variables económicas.
La primera conclusión que resalta es el carácter regresivo de la inflación en el acumulado enero-julio de 2020: mientras que la suba de precios rozó 17% para el primer decil de ingresos, la misma fue menor al 15% en el 10% de los hogares de mayores recursos. El aumento del precio de los alimentos por encima del nivel general de precios (18,7% vs 15,8%, respectivamente) y el mayor peso en el gasto total de este rubro en los hogares de menores ingresos es la principal causa de esta de diferencia. Vale destacar también que la brecha podría haber sido mayor si descontáramos las subas aceleradas en Recreación y Cultura (+24,1%) y Educación (+18,1%).
Alcanzado este punto, es importante notar que esta dinámica tuvo lugar sin una disparada del tipo de cambio oficial -que avanzó 20% entre enero y julio, 4 p.p. por encima del nivel general del IPC-, principal motor del precio de los alimentos, y en un contexto de fuertes regulaciones a la suba de algunos bienes básicos (programa de Precios Máximos). En el extremo opuesto, el precio de los servicios privados -educación, salud, peluquería, reparaciones, etc.- es menos sensible a los movimientos del tipo de cambio por tratarse de rubros no transables cuyo principal costo es la mano de obra.
Sin embargo, también es importante notar qué, en los últimos años, la sociedad ha tendido a sofisticar su consumo, hacia bienes con un mayor componente importado y servicios privados, por lo que el histórico carácter regresivo del tipo de cambio en la suba de precios se fue atenuando. A modo de ejemplo, en el segundo semestre de 2019, la inflación afectó más a los hogares de mayores recursos que a los de menores (23% vs 22,1%, respectivamente), aun cuando la suba de precios estuvo impulsada por el salto del dólar (+40%).
En consecuencia, si bien la devaluación tuvo un impacto regresivo hacia el interior de la sociedad, ya que los sectores medios y altos pueden ahorrar, y mayormente lo hacen en divisas, protegiendo su riqueza de los saltos cambiarios, esta característica no se repitió hacia adentro del proceso inflacionario.
Medidas progresivas, ¿medidas insostenibles?
En las últimas semanas, el gobierno adoptó algunas medidas que podrían acentuar el carácter progresivo de la inflación. Sin embargo, no está del todo claro que las mismas sean sostenibles. Por caso, la decisión del Banco Central de que algunas empresas importadoras de bienes “no esenciales”, como ser electrodomésticos y artículos tecnológicos, debieran usar dólares propios para operar, con un impacto directo en su nivel de precios, afecta más a los hogares de mayores recursos, quienes destinan en este tipo de bienes una mayor proporción de su gasto.
En sentido contrario, garantizar “dólares oficiales” para la cadena alimenticia y la compra de medicamentos atenúa las presiones inflacionarias sobre las familias más desprotegidas. En consecuencia, si bien esta medida puede ser negativa desde el punto de vista de la sostenibilidad o los incentivos al crecimiento, es progresiva en términos distributivos.
En igual sentido, el congelamiento en las tarifas de servicios públicos también tiene un componente progresivo en materia de precios: su consumo es ineludible y representa un porcentaje mayor del gasto de los hogares de menores recursos. Por este motivo, más allá de su sostenibilidad o progresividad fiscal -en el primer semestre, los subsidios económicos representaron más de 1% del PBI-, esta decisión tiene un componente igualitario sobre la inflación en el corto plazo. No obstante, si se subsidiara solo a quienes más lo necesitan, esta decisión se volvería más progresiva no solo inflacionariamente, sino también en materia de gasto público.
Ahora bien, el descongelamiento de “Precios Máximos” impactaría más sobre alimentos y bebidas y, por lo tanto, en los hogares de menores recursos. Sin embargo, el esfuerzo fiscal para atenuar los efectos negativos de la pandemia y la cuarentena sobre los hogares de menor poder adquisitivo está compensando parte de esta dinámica regresiva sobre el “bolsillo”. De esta forma, se comprende por qué el consumo masivo es uno de los menos afectados por la crisis actual.
En resumen, gracias a que se adoptaron estas medidas en los últimos meses la brecha de la inflación entre el decil 1 y el decil 10 no fue mayor a lo que efectivamente terminó siendo. Sin embargo, es importante remarcar que, pese a que las políticas atenuaron parte del carácter regresivo de la inflación, su costo económico no es posible de saltear. En consecuencia, habrá que ver qué parte del importante esfuerzo de gasto público que viene realizando el Estado Nacional se sostiene pasada la cuarentena -o, al menos, en qué magnitudes-.
Como resultado, aun cuando el tipo de cambio no se mueva de manera abrupta o no haya un salto de las tarifas de servicios públicos en el corto plazo, no descartamos que el carácter regresivo de la inflación se acentúe en los próximos meses, impactando negativamente en la incipiente reactivación de la economía.