jueves, 26 de diciembre de 2024

La gobernabilidad será el tema clave

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Una de las frases más felices de la campaña electoral del entonces candidato Mauricio Macri fue decir enfáticamente “no hay fórmulas mágicas”. No solo es honesto: es muy cierto y necesario recordarlo.

Hay una tendencia en la sociedad argentina a creer que el Presidente (tal vez como consecuencia de la concentración legal – y fáctica- de poderes), es Superman y todo lo puede. Por lo menos desde la perspectiva de quienes lo apoyan o están dispuestos a apoyarlo si cumple con sus demandas y expectativas.

Tal vez eso explica la tónica de esta campaña –y de muchas de las anteriores- donde el verdadero debate de ideas y propuestas estuvo siempre ausente, para dar lugar a un psicologismo de entrecasa. Que si Fulano tiene escondida su personalidad, pero la tiene, y que en su momento la mostrará. Que Fulana está loca de remate. Que Mengano es un niño bien de derecha que juega a ser político, o que es un ejemplo de capacidad para gestionar el sector público. O que Mengana tiene una inteligencia fuera de lo común, o simplemente es una soberbia insoportable.

La realidad, el entorno, parece poco importante para la mayoría de los ciudadanos. Lo relevante es la voluntad presidencial. Los temas centrales, aunque parezca sorprendente, no aparecen en la conversación cotidiana, ni siquiera entre los políticos de la oposición. Y lo que es peor, prácticamente tampoco en los medios de comunicación. El debate de ideas no vende.

Hay un concepto que impregna a nuestra sociedad. El Presidente tiene todo el poder, y por lo tanto, él solo, es capaz de cambiar el rumbo de la realidad, de modificarla a voluntad. Si las cosas no van por el camino esperado, es un fracaso presidencial.

Por ejemplo, cuando Néstor Kirchner fue electo Presidente, el mundo comenzó a transformarse de modo inédito en 100 años, y el resultado fue favorable para el gobierno y el país (y muy especialmente, por obra en gran medida de la suerte, para el prestigio presidencial).

Fue en julio de 2005 cuando la portada de Mercado decía: “Kirchner se sacó la lotería”. Un par de párrafos de ese artículo son oportunos en este momento:

“Según organismos y expertos internacionales, la economía argentina se recupera, no por lo que hace el Gobierno sino gracias a la buena suerte. Factores externos fortuitos serían la causa del crecimiento del PBI y el superávit fiscal. ¿Es realmente así, o hay mezquindad en el análisis?”

“Materias primas y bienes durables tienen, en el mercado mundial, una relación asimétrica. Los precios de las materias primas están sujetos a grandes variaciones. Esto es así­ porque la oferta de productos primarios, que depende de factores climáticos y políticos, pasa de la escasez al exceso con suma facilidad. Cuando disminuye, las cotizaciones se disparan; cuando crece, las cotizaciones se deprimen.” “Los precios de los bienes durables y la tecnologí­a, en cambio, son más constantes. Pese a que la economía de escalas y la competencia hacen caer los precios unitarios, la innovación impone crecientes necesidades. Eso hace que el paquete industrial-tecnológico (es decir, la suma total de bienes durables y tecnologí­as que necesita una economí­a para desarrollarse) sea cada vez más caro”. “Como consecuencia de tal asimetría, la economí­a que dependa de la exportación de productos primarios será necesariamente débil. Cuando los precios de los productos sean altos, esa economía podrá financiar sus necesidades.

Cuando esos precios caigan, la alternativa será: caí­da del PBI o deuda. O se importa menos bienes durables y tecnología (resintiendo la producción) o se mantiene el ritmo de importaciones mediante la obtención de créditos. Lo corriente es que una caí­da de los productos primarios produzca -en los paí­ses que dependen de ellos- una fuerte crisis.” “A la inversa, el alza de las materias primas suele dar lugar a una euforia y optimismos injustificados. Es lo que estarí­a pasando hoy en la Argentina. Organismos y expertos internacionales han destacado, en los últimos tiempos, que la Argentina vive una etapa de reactivación y creciente confianza, originada en factores externos aleatorios.”

 

Un nuevo escenario mundial

 

Pero el mundo ha cambiado otra vez. Lo que explica la falta de crecimiento de los últimos años. La economía de China – la locomotora de los emergentes- creció menos y por tanto consumió y compró menos productos básicos.

Europa se estancó y Brasil pasa por una crisis de enormes proporciones.

Sólo Estados Unidos insinúa una rectivación fuerte, pero eso significa que aumentan las tasas de interés locales que estuvieron casi en cero durante una década.

Endeudarse no será tan fácil y además será más caro. El nuevo Presidente no es culpable o responsable de esta nueva situación mundial. Se la encontró y tendrá que pilotear la nave en ese mar tormentoso.

Son verdades elementales que todos los actores políticos deben reconocer. En especial a la hora de hacer oposición –que es muy bueno que exista- . Pero para todos los ciudadanos lo esencial es que se preserve la gobernabilidad y no se intente “ayudar” al gobierno a fracasar. Si fracasa, que lo haga en soledad. Y así será castigado en las urnas cuando llegue el momento.

 

 

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