El balance comercial ha sido muy positivo para Argentina: entre 2002 y 2011 tuvimos un superávit acumulado de 27.000 millones de dólares, tendencia que se revierte a partir de 2012.
Las materias primas agropecuarias y sus derivados alimentarios representan 72% de las ventas, y para muchos sectores este mercado es fundamental porque representan más de 40 % de sus ventas externas (soja y girasol y sus derivados, biodiesel, mineral de cobre, camarones, langostinos y calamares, carne bovina deshuesada, fresca o refrigerada, tabaco, limones, maní, miel natural, jugos cítricos y lana peinada).
Además, la UE es el principal inversor directo en la Argentina concentrándose en áreas tales como petróleo, comunicaciones, comercio, bancos y las industrias automotriz y química.
Los problemas coyunturales
Leve recuperación: después de la caída en 2012 y el estancamiento en 2013, 2014 termina con una tasa baja de crecimiento (1,4 %).
De las grandes economías, la mejor fue el Reino Unido y la peor fue Italia; España por primera vez desde la Gran Recesión tuvo tasas positivas. En valores absolutos el PIB de la UE apenas superó en 0,5 % al año 2008.
El cambio en la política monetaria (compra de bonos soberanos y aumento líneas de crédito), la devaluación del euro y el plan de inversiones anunciado, sumado a la caída del precio del petróleo, ayudan a recuperar la economía y evitar la deflación, según UNSM.
Jorge Remes Lenicov con la colaboración de Anahí Viola y Patricia Knoll, sacó como conclusión para el Observatorio Económico Mundial, de la Escuela de Economía y Negocios perteneciente a la Universidad Nacional de San Martin, que también hubiera sido importante contar con más estímulos fiscales, un plan de inversiones públicas más potente, la reprogramación de la deuda y que países como Alemania y Países Bajos aumenten su consumo interno.
El FMI pronosticó un crecimiento de 1,8 %, el desempleo bajará muy poco y la inflación proyectada será de solo 1,0 %. Es como bien dice J. Stiglitz: todas las crisis terminan; el éxito no se debe medir por el hecho de que la recuperación alguna vez llega, sino por la rapidez con la que dicha recuperación se afianza y según el tamaño de los perjuicios causados por la caída.
Vista desde esta perspectiva, la austeridad ha sido un desastre. Quedan algunos interrogantes, como la crisis griega y su mantenimiento dentro del euro, las presiones de los sectores antieuropeos, las cuestiones geopolíticas (Ucrania y Medio Oriente), el elevado nivel de la deuda pública y privada y el efecto de la muy baja inflación.
La estrategia ante la crisis
La UE estuvo aplicando hasta mediados de 2014 una estrategia de “ajuste nominal” a través de la baja del gasto público, del déficit fiscal y de los salarios, de las reformas estructurales y una flexibilización monetaria muy acotada.
Debido a la no recuperación de la economía, a partir de mediados de 2014, el BCE flexibilizó la política monetaria y se devaluó el euro, pero se continuó con la política de ajuste fiscal y reformas estructurales.
A partir del inicio de la Gran Recesión de 2008/2009, la UE cometió graves errores en materia de política monetaria y fiscal, tales como la fuerte demora en iniciar el ciclo de baja de tasas (mayo 2012), la falta de agresividad en la inyección de liquidez adicional (recién a partir de septiembre de 2014), la extrema austeridad fiscal y el pago de la deuda bajo cualquier circunstancia.
Este conjunto de errores ha sido producto del fundamentalismo monetario y fiscal alemán, consistente en el dogma de que cualquiera fuera el grado de recesión de una economía siempre deben evitarse fuertes incrementos de liquidez y laxitud de las políticas fiscales, so pena de provocar un eventual y fuerte incremento en los niveles de precios.
El problema es que una política que puede funcionar para Alemania no necesariamente funciona para el resto, que es tres veces más grande. Esta política (reformas estructurales, disciplina fiscal y restricción monetaria) ha fracasado para incentivar la demanda.
Hay que tener en cuenta que las reformas no dinamizan la demanda agregada interna y que Alemania descansa sobre la demanda externa.
Por su parte, el ajuste fiscal no es compensado por un aumento del gasto privado, y a pesar de una política monetaria más agresiva, la demanda no reacciona. Esto no significa que las reformas no haya que hacerlas o que no sirvan, hay que hacer cambios y promover el crecimiento, caso contrario continuará el “síndrome de la deficiencia crónica de la demanda”.
Muy baja inflación
Entre diciembre y marzo hubo deflación, pero ahora se observa un leve aumento que tiende al 1 % anual. Ello se debe a la política monetaria y a la devaluación que buscan compensar la caída de los precios de la energía y de los alimentos.
El índice de precios al consumidor de la eurozona suma 26 meses por debajo del 2 %, el objetivo declarado del BCE; y lleva un año y medio por debajo del 1 %.
La deflación o la muy baja inflación generan muy serios problemas, tal como se describe en el Boletín Nº 17 del OEM.
Elevada desocupación
A pesar de la baja del último año, continúa siendo muy alta: 10,2 %, cuando antes de la crisis era de 7 %.
Hay casi 24 millones de desocupados y las diferencias entre los países es muy grande: mientras que en España y Grecia supera el 23 %, en los países nórdicos es del 5 %. Deuda muy elevada: entre 2007 y 2013 la relación deuda pública/PIB en la zona euro (ZE) creció de 66 % a 93 % y en 2014 siguió creciendo, pero muy poco.
El mayor aumento fue en países del sur (Grecia, España, Portugal, Italia) e Irlanda donde prácticamente se ha duplicado. Esto genera no pocos problemas para lograr el crecimiento cuando hay que destinar un porcentaje del orden del 3 o 4 % para el pago de intereses.
Pero también es preocupante la deuda privada (empresas y familias), que también creció para empezar a reducirse aunque muy lentamente en los últimos años. La suma de la deuda privada y pública supera el 230 % del PIB.
El sobreendeudamiento implica una pérdida de potencia de la política monetaria porque los endeudados privados tratan de pagar sus créditos antes de asumir otros, y los gobiernos deben tener alto superávit primario y los privados destinar parte de sus ingresos o ganancias para hacer frente a los intereses.
Malestar en la población
Después de tantos años sin poder crecer, muchos sectores de la población están disconformes.
Las quejas se refieren a la reducción del Estado de bienestar que perjudica a los más necesitados a la vez que los sectores más ricos aumentan su fortuna, las perspectivas de futuro para la juventud instruida es incierta, ya que el centro de decisión, en Bruselas, está muy alejado de las necesidades de la población y de las realidades regionales.
Una demostración de este estado de ánimo han sido las elecciones generales de la UE en mayo de 2014.
Fueron ganadas por el PP (populares) por una mínima diferencia con los socialistas que salieron segundos, pero ambos perdieron votos.
Por cierto que los partidos pro europeos conservan una amplia mayoría, pero se observó un ascenso de los partidos conocidos en la UE como populistas o eurofobos, según el caso, especialmente en Francia, Italia y Reino Unido.
Además, la abstención fue alta: llegó al 56 %. Las últimas medidas de política económica A pesar de la mala performance post Gran Recesión, a mediados de 2014 continuaba la discusión entre la posición liderada por Alemania y la del resto, encabezada por Francia y los países del Mediterráneo.
Los primeros continúan pensando que los problemas son de oferta, por lo que en primer término plantean las reformas estructurales mientras que los segundos consideran que hay que estimular la demanda y después o en forma concomitante plantear las reformas.
No olvidar que las reformas propuestas (flexibilidad laboral, reforma del estado, menores trabas para el desarrollo de los negocios y cambios en el régimen jubilatorio), llevan tiempo en dar resultado, más allá de la discusión de sus efectos y de las asimetrías entre los estados miembros (EM).
Como dijo Eichengreen en setiembre pasado uno de los problemas de la crisis es que Alemania ha tenido un diagnóstico distinto de los problemas.
No admitieron que se adoptase una política de doble dirección: por un lado incentivar la oferta a través de reformas estructurales, y por otro facilitar la demanda mediante más gasto público.
Si bien los alemanes no creen en una demanda mayor, su posición se ha debilitado en los últimos meses porque su economía también está más débil y porque las facciones contrarias a la austeridad en otros países se han fortalecido.
Política fiscal
El déficit aumentó a 6,7 % del PIB en 2009 y a partir de allí comenzó a reducirse hasta llegar a 2,9 % en 2014.
En promedio los EM en 5 años redujeron el déficit en casi 4 puntos del PIB, aunque algunos lo bajaron más.
La UE siempre planteó que había que llegar lo antes posible al 3_% del PIB, aunque dieron prorrogas para los más países complicados.
Desde 2010, la política monetaria fue muy restrictiva y con tasas de interés más elevadas que las de la Reserva Federal (FED), acompañando así a la restricción fiscal.
Hacia fines de 2011 asume un nuevo presidente en el Banco Central Europeo (BCE) y comienza, aunque lentamente, a flexibilizar la política monetaria y a reducir la tasa de interés.
Entre junio y setiembre de 2014 el BCE redujo sus tasas de interés anual de 0,25 % a 0,05 % y por primera vez estableció una tasa negativa (- 0,20 %) para los depósitos excedentes de los bancos, para combatir el riesgo de una deflación y para incentivar los préstamos.
Asimismo se anunció que el BCE habilitará una nueva línea de redescuento a largo plazo (4 años) por 1 billón de euros a 0,25 % de interés anual. Esta nueva línea está sujeta al incremento neto de los créditos otorgados al sector privado por cada entidad. Debido a estas medidas, los préstamos a las familias y empresas dejaron de caer por primera vez en 3 años.
En enero de 2015, el BCE, además de mantener las tasas de interés en su mínimo histórico, anunció una agresiva política de expansión monetaria vía compra de bonos soberanos (Relajamiento Monetario), a la manera de la llevada a cabo en los EE.UU., Japón y el Reino Unido.
Las principales características son:
· Se inyectarán 60.000 millones de euros mensuales mediante la compra de bonos públicos en los mercados secundarios, comenzando en marzo pasado y finalizando en septiembre de 2016. El monto total será de 1,1 billones, equivalentes al 50 % del circulante actual.
· Los activos elegibles deberán ser Investment Grade y los bonos adquiridos de cada país serán proporcionales a la participación de capital de sus respectivos bancos centrales en el BCE. Como excepción, también se podrán adquirir bonos de los países actualmente con planes de rescate, siempre que se respeten los acuerdos previos (se excluyó a Grecia y Chipre).
.Solamente el 20 % de los bonos adquiridos estarán sujetos a la garantía mancomunada de los EM mientras que el 80 % restante será respaldado únicamente por el emisor respectivo. Para viabilizar esta nueva política monetaria, el BCE aumentará su activo en 50 % (de 2 a 3 billones de euros), revirtiendo así la tendencia opuesta implementada desde mediados de 2012; en ese período, los bancos centrales de EE.UU., Japón y Reino Unido continuaron aumentado su activo, tal como los venían haciendo desde la gran recesión.
Ahora, el BCE se pone más en línea con estos países desarrollados aunque con algunos años de demora.