Pocos días atrás, el alcalde de Miami anunció que Miami será la “primera ciudad de Estados Unidos en otorgar un rendimiento de bitcoin como dividendo directamente a sus residentes” a través de su iniciativa MiamiCoin.
Lo hace como forma novedosa de abordar la desigualdad de ingresos y garantizar su equivalencia en moneda “estable” frente a la creciente inflación en ese país. Los alcaldes de Nueva York, Cleveland y Atlanta también están alineados en pensar que “bitcoin y las criptomonedas pueden ser transformadoras en sus ciudades y sus ingresos”, especialmente en los sectores más marginales y desiguales de la sociedad.
Las Bahamas fue el primer país en lanzar su CBDC (Central Bank Digital Currency), llamada Sand Dollar. Los residentes de las Bahamas pueden intercambiar esta moneda a través de la billetera electrónica aprobada por el mismo banco central.
Nigeria lanzó el pasado mes de octubre eNaira, convirtiéndose en el primer país africano en lanzar una moneda digital de banco central. En Senegal, el artista Akon está llevando a cabo un proyecto de UD$ 6 mil millones donde pretende crear una ciudad totalmente inteligente regida por su criptomoneda Akoin para evitar la corrupción, la inflación y hacer una ciudad totalmente segura.
Hillary Schieve, alcaldesa de Reno (Nevada), está promoviendo la construcción de Reno DAO y Reno Coin en la blockchain de Tezos.
En Argentina, San Martín de los Andes ya puede presumir de ser la primera ciudad “100% cripto” del país: el 60% de la comunidad ya parece conocer que este tipo de activos digitales sirven para hacer compras y un 40% de sus comercios ya aceptan bitcoin.
¿Se puede pensar en cripto como manera de inclusión financiera y de democracia financiera? ¿Cómo puede impactar en la población – mucha de ella, sobre todo en América Latina- fuera del sistema financiero?
Por ese lado, la introducción de bitcoin aparece como posibilidad de tener un ingreso estable, sobre todo para el caso de economías volátiles y poco formalizadas.
Con un ecosistema de finanzas descentralizadas que se consolida, podría ser una opción en lo que refiere a lograr el bienestar financiero de gran parte de la población. El bienestar financiero es una necesidad creciente: se refiere al proceso continuo de aprendizaje para lograr administrar eficazmente las finanzas con la ayuda de tecnología, con la conciencia de que la situación financiera de una persona tiene un impacto en su bienestar mental. Reducir el “estrés financiero” permite la inclusión y mejora la estabilidad en las finanzas, sobre todo cuando muchas personas históricamente han quedado fuera de esta conversación.