El tratado fue impulsado por Estados Unidos desde un comienzo, buscando articular una nueva alianza con los países ribereños del océano Pacífico, controlando el escenario adonde se ha trasladado el centro de poder planetario, pero aislando al mismo tiempo al super competidor: China.
A partir de ahora el Congreso de cada país deberá aprobar los términos acordados. La batalla no será fácil en el Capitolio, donde Barack Obama deberá enfrentar la oposición de los Republicanos y de algunos sectores de su propio partido Demócrata. Pero la finalización exitosa de la iniciativa nunca estuvo tan cerca de su concreción.
En el primer trimestre de este año, en lo económico, Obama no logró lo que buscaba en Japón. Ambos países no lograron sellar un acuerdo comercial en lo referente a un tratado de libre comercio transpacífico (el TPP) que involucra a otros diez países y que Tokio rechaza por cuestiones arancelarias y de política interna.
De manera que esa era uno de los mayores obstáculos en las conversaciones comerciales con Asia Pacífico. En aquel momento, a pesar de declaraciones alentadoras de Obama y el primer ministro japonés Shinzo Abe, los negociadores no pudieron superar las diferencias sobre aranceles agrícolas japoneses y el comercio automotor.
Tanto Abe como Obama tienen, en sus respectivos países, mucha oposición política a un acuerdo comercial de ese tipo, con influyentes lobbies agrícolas e industriales. Pero también ambos manifestaron que estaban decididos a lograr un acuerdo, que califican como parte de un proyecto más grande.
Las charlas entre Japón y Estados Unidos se centraron en agricultura y autos. Estados Unidos busca más acceso a los mercados automotor y agrícola de la isla aunque Japón ha prometido hacer todo lo que pueda para proteger productos políticamente sensibles como carne de vaca, de cerdo y arroz. A cambio, Japón quiere que Estados Unidos elimine los actuales aranceles sobre autos importados y camiones livianos.