Japón, producto de su antigua etapa imperialista y expansiva tiene difíciles relaciones con algunos de sus vecinos. Pero el temor a China es más grande, y con los japoneses –admiten varios países del sudoeste asiático-, se puede convivir.
En poco tiempo más, desde ciertas perspectivas numéricas de la economía, China será el primer país en materia económica desplazando de su sitial a Estados Unidos, que estuvo siglo y medio en esa posición.
Pero el flamante poderío económico no implica necesariamente hegemonía geopolítica o poder militar de primer orden.
Estados Unidos está conciente de la nueva etapa y desarrolla una doble estrategia de contención de su nuevo rival. Por un lado redobla su presencia militar en la región.
Barcos, aviones y tropas que dejaron el Medio Oriente, ahora patrulla esta zona del Pacífico.
Pero además, hay que crear un anillo que si no ahoga al menos impida el crecimiento veloz del comercio chino.
Esa es la clave de la Alianza del Pacífico, donde los latinoamericanos Chile, Perú, Colombia y México acompañan a Washington, junto a Australia y otros países del sudeste asiático. Acuerdo comercial al que Japón no renuncia ya quiere tener presencia activa en su marco.
Y esto es precisamente lo difícil. Las negociaciones comerciales entre Tokio y Washington, terminan siempre estancadas durante las últimas cuatro décadas.
La reciente visita del presidente Barack Obama abrió nueva experiencia: tal vez ahora la negociación sería fructífera. No lo fue.
Hay demasiadas diferencias importantes como para acordar en el Acuerdo Transpacífico. Sobre aranceles en productos agrícolas hay posiciones irreconciliables en productos como arroz, trigo, cerdo, productos lácteos y azúcar.
Con tenaz resistencia se resiste a flexibilizar el ingreso de estos productos agrícolas. Los analistas entienden que solamente si de debilita el apoyo militar estadounidense en esta circunstancia, se vería a Japón dispuesto a otorgar en materia comercial.