En general, los gurúes bursátiles en Nueva York y Londres apoyan la decisión sólo porque frenará amagues inflacionarios. La idea carece de sentido en una contexto que recién deja atrás quince años de deflación en precios, salvo los ligados a energía y combustibles. Este proceso llevará tiempo, pues se trata de la tercera economía del mundo en PBI, tras Estados Unidos y la Eurozona.
Los analistas de mercado creen que este acto del central restaura su reputación, después de una larga serie de políticas erróneas, que agravaron los problemas macroeconómicos. Quizás el mayor yerro haya ocurrido al comienzo, en 1988/91, cuando el ente demoró en reaccionar ante una doble burbuja: bienes raíces y acciones. Más tarde, subió tasas en forma demasiado drástica. Hacia mediados de 2000, volvió a cometer la misma equivocación, mientras de pinchaba la burbuja internacional de papeles puntocom. El tercer golpe de timó ocurrió en 2001, para evitar una depresión lisa y llana.
Por otra parte, hace poco el emisor fue elogiado por seguir operando normalmente, pese a un escándalo que afecta a su presidente, Toshihiko Fukui. El alto funcionario afronta pedidos de renuncia desde que admitió –en junio- haber tenido cuotas partes en un fondo que manejaba alguien luego procesado por abuso de información reservada (insider trading).
“El efecto real del alza en la tasa básica es en extremo pequeño”, señalaba un informe de Nomura Securities, Tokio. “Pero tiene una profunda significancia psicológica”. O sea, no responde a la visión de los gurúes occidentales. Éstos la recibieron bien, en principio, pero sostienen que el BdeJ no tuvo en cuenta sus consecuencias en el mercado global (entelequia que actúa de comodín para explicar cualquier cosa).
En realidad, el problema es inverso. Operadores, banqueros, inversoresy especuladores temen el aumento sólo porque sigue a los dispuestos en EE.UU. y la Eurozona. Ello los hace pensar que el mundo entre en una fase de astringencia monetaria, o sea crédito caro. Pero resulta poco serio poner en el mismo plano los tipos referenciales norteamericano (5,25%), europeo (2,5%), británico (5,75%) y el magro 0,25% japonés.
En Wall Street y Londres llega a exagerar. Según sus hombre sabios, Japón emite una señal incorrecta en el momento inadecuado. Vale decir, mientras el conflicto Israel-Palestina-Líbano, Irán, Norcorea y los récords en hidrocarburos amenazan el crecimiento global. En realidad, lo que desvela a esos círculos es algo más terrestre y comporta riesgos para las especulaciones con pases (carry trades), una forma muy lucrativa para fondos de cubertura e inversores multimillonarios. Consiste en tomar dinero en Japón a tasas ínfimas y recolocarlo en plazas secundarias (los famosos “mercados emergentes”) haciendo pingües diferencias. Una paulatina alza de tipos nipones le quitaría atractivos a esa operatoria.
Mientras los gurúes del negocio califican de prematura la medida del BdeJ, analistas serios esperan que –por el contrario- estimule la economía real. Máxime si los intereses sobre depósitos comienzan a elevarse desde casi 0 por vez primera primera desde 1997/8. Un aumento de sólo 25 puntos básicos, por ejemplo, en colocaciones bancarias y extrabancarias agregaría US$ 9.000 millones a los activos disponibles en mandos de consumidores.
Círculos políticos creen que esto es el primer paso de lo que Fukui ve como su legado clave: una salida suave del contexto regulatorio superblando, que encontró al sumir en 2003. Esas medidas de emergencia, que incluían tasas 0, databan de diez o doce años antes y pretendían sacar el país de la deflación. Hoy, resultan anacrónicas.
En general, los gurúes bursátiles en Nueva York y Londres apoyan la decisión sólo porque frenará amagues inflacionarios. La idea carece de sentido en una contexto que recién deja atrás quince años de deflación en precios, salvo los ligados a energía y combustibles. Este proceso llevará tiempo, pues se trata de la tercera economía del mundo en PBI, tras Estados Unidos y la Eurozona.
Los analistas de mercado creen que este acto del central restaura su reputación, después de una larga serie de políticas erróneas, que agravaron los problemas macroeconómicos. Quizás el mayor yerro haya ocurrido al comienzo, en 1988/91, cuando el ente demoró en reaccionar ante una doble burbuja: bienes raíces y acciones. Más tarde, subió tasas en forma demasiado drástica. Hacia mediados de 2000, volvió a cometer la misma equivocación, mientras de pinchaba la burbuja internacional de papeles puntocom. El tercer golpe de timó ocurrió en 2001, para evitar una depresión lisa y llana.
Por otra parte, hace poco el emisor fue elogiado por seguir operando normalmente, pese a un escándalo que afecta a su presidente, Toshihiko Fukui. El alto funcionario afronta pedidos de renuncia desde que admitió –en junio- haber tenido cuotas partes en un fondo que manejaba alguien luego procesado por abuso de información reservada (insider trading).
“El efecto real del alza en la tasa básica es en extremo pequeño”, señalaba un informe de Nomura Securities, Tokio. “Pero tiene una profunda significancia psicológica”. O sea, no responde a la visión de los gurúes occidentales. Éstos la recibieron bien, en principio, pero sostienen que el BdeJ no tuvo en cuenta sus consecuencias en el mercado global (entelequia que actúa de comodín para explicar cualquier cosa).
En realidad, el problema es inverso. Operadores, banqueros, inversoresy especuladores temen el aumento sólo porque sigue a los dispuestos en EE.UU. y la Eurozona. Ello los hace pensar que el mundo entre en una fase de astringencia monetaria, o sea crédito caro. Pero resulta poco serio poner en el mismo plano los tipos referenciales norteamericano (5,25%), europeo (2,5%), británico (5,75%) y el magro 0,25% japonés.
En Wall Street y Londres llega a exagerar. Según sus hombre sabios, Japón emite una señal incorrecta en el momento inadecuado. Vale decir, mientras el conflicto Israel-Palestina-Líbano, Irán, Norcorea y los récords en hidrocarburos amenazan el crecimiento global. En realidad, lo que desvela a esos círculos es algo más terrestre y comporta riesgos para las especulaciones con pases (carry trades), una forma muy lucrativa para fondos de cubertura e inversores multimillonarios. Consiste en tomar dinero en Japón a tasas ínfimas y recolocarlo en plazas secundarias (los famosos “mercados emergentes”) haciendo pingües diferencias. Una paulatina alza de tipos nipones le quitaría atractivos a esa operatoria.
Mientras los gurúes del negocio califican de prematura la medida del BdeJ, analistas serios esperan que –por el contrario- estimule la economía real. Máxime si los intereses sobre depósitos comienzan a elevarse desde casi 0 por vez primera primera desde 1997/8. Un aumento de sólo 25 puntos básicos, por ejemplo, en colocaciones bancarias y extrabancarias agregaría US$ 9.000 millones a los activos disponibles en mandos de consumidores.
Círculos políticos creen que esto es el primer paso de lo que Fukui ve como su legado clave: una salida suave del contexto regulatorio superblando, que encontró al sumir en 2003. Esas medidas de emergencia, que incluían tasas 0, databan de diez o doce años antes y pretendían sacar el país de la deflación. Hoy, resultan anacrónicas.