Izquierda israelí y las disyuntivas que le plantea la guerra

“Demasiada sangre”, protestan algunos dirigentes e intelectuales “El gobierno debe detenerse”, sostiene Yossí Sarid. “Así sólo se fomenta el odio”, o sea lo que quiere Nasral-lᔠafirman Yossí Beilin y Ran Cohen.

29 julio, 2006

A juicio de la izquierda, Tel Aviv muestra un síndrome típico: redoblar la apuesta constantemente, para recobrar lo perdido. Pero, en este caso “lo que se juega en el paño no son fichas, sino vidas humanas”, apunta Sarid. Otros también creen, sobre todo después del ataque donde perecieron cuatro observadores de Naciones Unidas, que también el honor de las fuerzas armadas corre peligro.

Eso puede leerse en el diario “Ha-árets” (La tierra) o en un comunicado de Mérets, el partido de Beilin. “Esto no es una tragedia griega, sino israelí. Todo parece predestinado y no hay lugar para el libre albedrío –subraya Cohen-, como también ocurre en el pensamiento musulmán. Así, los militares tratan de superar el trauma libanés de los años 80 creándose otro, más pesado”.

Cohen representa a su partido en la comisión parlamentaria de exterior y defensa. Cuando el primer ministro Ehud Olmert compareció ante ese cuerpo para dar explicaciones, días atrás, el diputado fue muy duro: “Estamos cubriéndonos de sangre y marchamos hacia donde quiere conducirnos Hassán Alí Nasral-lá. El jefe de Hezbol-lá marca el ritmo de provocación y avanza cada vez más hacia el norte, planteando choques que nos costarán más vidas”.

Beilin, lider de Mérets y otrora cogarante de los acuerdos de Oslo, apoyaba en un comienzo a Olmert. Ahora manifiesta dudas sobre las tácticas aplicadas en Líbano (sin cuestionar las usadas en Gaza). “Los bombardeos a centrales eléctricas o a infraestructuras son un error. Son castigos colectivos que llevarán los pragmáticos a aliarse con los extremistas que nos odian y buscan venganza”-

El dirigente le sugirió a Olmert no plegarse a Geroge W.Bush excluyendo contactos son Siria. “Cualquier acuerdo que no involucre a Damasco será ilusorio y no aportará estabilidad a la región”, sostuvo. Entretanto, su partido solicitó a la corte suprema “ordenar al gobierno declarar el estado de guerra”, para evitar nuevas violaciones al tratado de Ginebra.

A juicio de la izquierda, Tel Aviv muestra un síndrome típico: redoblar la apuesta constantemente, para recobrar lo perdido. Pero, en este caso “lo que se juega en el paño no son fichas, sino vidas humanas”, apunta Sarid. Otros también creen, sobre todo después del ataque donde perecieron cuatro observadores de Naciones Unidas, que también el honor de las fuerzas armadas corre peligro.

Eso puede leerse en el diario “Ha-árets” (La tierra) o en un comunicado de Mérets, el partido de Beilin. “Esto no es una tragedia griega, sino israelí. Todo parece predestinado y no hay lugar para el libre albedrío –subraya Cohen-, como también ocurre en el pensamiento musulmán. Así, los militares tratan de superar el trauma libanés de los años 80 creándose otro, más pesado”.

Cohen representa a su partido en la comisión parlamentaria de exterior y defensa. Cuando el primer ministro Ehud Olmert compareció ante ese cuerpo para dar explicaciones, días atrás, el diputado fue muy duro: “Estamos cubriéndonos de sangre y marchamos hacia donde quiere conducirnos Hassán Alí Nasral-lá. El jefe de Hezbol-lá marca el ritmo de provocación y avanza cada vez más hacia el norte, planteando choques que nos costarán más vidas”.

Beilin, lider de Mérets y otrora cogarante de los acuerdos de Oslo, apoyaba en un comienzo a Olmert. Ahora manifiesta dudas sobre las tácticas aplicadas en Líbano (sin cuestionar las usadas en Gaza). “Los bombardeos a centrales eléctricas o a infraestructuras son un error. Son castigos colectivos que llevarán los pragmáticos a aliarse con los extremistas que nos odian y buscan venganza”-

El dirigente le sugirió a Olmert no plegarse a Geroge W.Bush excluyendo contactos son Siria. “Cualquier acuerdo que no involucre a Damasco será ilusorio y no aportará estabilidad a la región”, sostuvo. Entretanto, su partido solicitó a la corte suprema “ordenar al gobierno declarar el estado de guerra”, para evitar nuevas violaciones al tratado de Ginebra.

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