El problema esencial es que, desde hace dos años, la mayoría legislativa en manos de la coalición derechista carece de sustento. Máxime ahora, con la espectacular derrota del oficialismo en comicios regionales. Por consiguiente, se multiplican las brechas en un régimen sostenido más por oportunismo o intereses de todo tipo que por ideas o un programa comunes.
La semana concluye en un clima de acusaciones y desplantes mutuos. Al cabo de varios meses agitados, la coalición (que la prensa conservadora llama púdicamente “mayoría”) no logra recomponerse ni superar tensiones. Con la renuncia en la mano, Follini exige “pilotear la crisis o conocar a elecciones generales anticipadas”.
Jefe de la Unión democristiana (uDC), se aferra a su postura, aun después del plenario entre Berlusconi y sus socios de la coalición legislativa. Por su parte, el primer ministro se mantiene en sus trece. “No tengo intneciones de dimitir, pues no tendría sentido. No seré yo quien haga cristalizar la crisis. Aunque Follino abandone, seguirá adelante”. En realidad, su liderazgo actual recueda la “armata Brancaleone”, pero sin el talento ni la inteligencia de Vittorio Gassman.
Inmediatamente tres las reciente derrotas, Berlusconi -en el mejor estilo de Carlos Ménem- les echó la culpa a sus aliados. Entre él y Follini, el neofascita Gianfranco Fini (reciente canciller) le pidió al “premier” ir al parlamento la semana entrante y poner en claro qué planes tiene para el resto del mandato, que vence en 2006. Particulamente respecto del mediodía italiano, el impuesto a los réditos personales y la competitividad empresaria.
Justamente este último tema despertó severas reacciones en Luca Montezemolo, presidente de Fiat SpA y de Confindustria. El influyente empresario conminó a “gobernar en serio o adelantar los comicios”. Similar posición manifiestan los “coloneles” de la alianza. Prudentemente, Ciampi –hombre de centroizquierda mucho más prestigioso que Berlusconi- no abre la boca.
En cuanto al otro puntal de la coalición, el senador Umberto Bossi, varios analistas temen que su mala salud lo haya ablandado. En efecto, ahora es casi incondicional de Berlusconi. Pero similar cambio se nota en algunos medios de prensa y sus comentaristas. Olvidando inclusive la bandera de la coalición –“restitución” de autonomías regionales-, hoy se habla de “bufonerías” y se atribuye la crisdis al “empecinamiento de Berlusconi en obtener el récord de duración al frente de un gobierno posterior a 1943”. Otro paralelo con el régimen de Ménem…
El problema esencial es que, desde hace dos años, la mayoría legislativa en manos de la coalición derechista carece de sustento. Máxime ahora, con la espectacular derrota del oficialismo en comicios regionales. Por consiguiente, se multiplican las brechas en un régimen sostenido más por oportunismo o intereses de todo tipo que por ideas o un programa comunes.
La semana concluye en un clima de acusaciones y desplantes mutuos. Al cabo de varios meses agitados, la coalición (que la prensa conservadora llama púdicamente “mayoría”) no logra recomponerse ni superar tensiones. Con la renuncia en la mano, Follini exige “pilotear la crisis o conocar a elecciones generales anticipadas”.
Jefe de la Unión democristiana (uDC), se aferra a su postura, aun después del plenario entre Berlusconi y sus socios de la coalición legislativa. Por su parte, el primer ministro se mantiene en sus trece. “No tengo intneciones de dimitir, pues no tendría sentido. No seré yo quien haga cristalizar la crisis. Aunque Follino abandone, seguirá adelante”. En realidad, su liderazgo actual recueda la “armata Brancaleone”, pero sin el talento ni la inteligencia de Vittorio Gassman.
Inmediatamente tres las reciente derrotas, Berlusconi -en el mejor estilo de Carlos Ménem- les echó la culpa a sus aliados. Entre él y Follini, el neofascita Gianfranco Fini (reciente canciller) le pidió al “premier” ir al parlamento la semana entrante y poner en claro qué planes tiene para el resto del mandato, que vence en 2006. Particulamente respecto del mediodía italiano, el impuesto a los réditos personales y la competitividad empresaria.
Justamente este último tema despertó severas reacciones en Luca Montezemolo, presidente de Fiat SpA y de Confindustria. El influyente empresario conminó a “gobernar en serio o adelantar los comicios”. Similar posición manifiestan los “coloneles” de la alianza. Prudentemente, Ciampi –hombre de centroizquierda mucho más prestigioso que Berlusconi- no abre la boca.
En cuanto al otro puntal de la coalición, el senador Umberto Bossi, varios analistas temen que su mala salud lo haya ablandado. En efecto, ahora es casi incondicional de Berlusconi. Pero similar cambio se nota en algunos medios de prensa y sus comentaristas. Olvidando inclusive la bandera de la coalición –“restitución” de autonomías regionales-, hoy se habla de “bufonerías” y se atribuye la crisdis al “empecinamiento de Berlusconi en obtener el récord de duración al frente de un gobierno posterior a 1943”. Otro paralelo con el régimen de Ménem…