Irán lanza un plan de privatización y empieza por el petróleo

Así lo reveló el hodyatollá Ghaniní Fard, presidente de National Iranian Oil Company (irónicamente, nombre inglés). “Fuimos los primeros en privatizar el sector, en 1951, y seremos los primeros de la región en reprivatizarlo”, proclamó.

27 noviembre, 2006

De visita en Italia, al parecer no detectada por la prensa norteamericana, el alto funcionario (y religioso) recordaba la gestión del laico Mohammed Mossadegh. Por entonces, el primer ministro del joven shahanshá Mohammed Rizá Pahlaví nacionalizó la poderosa Anglo-Iranian. Gran Bretaña y Estados Unidos tardaron un par años en financiar y organizar un golpe contra el jefe de gobierno, vía el propio monarca. Mossadegh pereció en 1953, en un ensayo de que Washington haría con Castillo Armas en Guatemala, 1954.

Fard también encabeza la comisión pro privatización de activos estatales y, vaya ironía, tiene un doctorado en ciencias económicas obtenido en EE.UU. Antes de ocupar la jefatura de la NIOC era viceministro de comercio.

Hablando en Padua, reiteró una decisión del consejo iraní, previa a la llegada del presidente Majmud Ajmadinedyad: llevar al total de 120 las sociedades públicas cotizantes en la bolsa de Tehrán. “Nuestro objetivo es manejarlas como firmas privadas y convertir a los iraníes en un pueblo de accionistas. Por lo mismo, buscamos atraer inversores extranjeros y, para ello, disponemos de joyas como el petróleo”.

Semejante lenguaje causó escándalo en la vecina Saudiarabia, cuya petrolera estatal (Aramco) también se gestiona como una sociedad privada, pero controlada por el clan saudí y sus aliados. “Lo que menos desean en Riyadh es transformar meros súbditos en accionistas, porque se les vendría abajo su hipócrita ortodoxia sunní”, señalaba un diario alemán.

Aludiendo a Italia y su sistema bursátil, apoyado en Milán, Fard señaló que “nos interesa mantener buenas relaciones con ustedes. En el plano petrolero, conocemos perfectamente los vínculos históricos con Libia y los nuevos con Gazprom”. Irán es tercero mundial en reservas de hidrocarburos, incluyendo gas natural, y produce 20,3 millones de toneladas anuales medidas en crudos.

Privatizar la mayor industria del país parece extraño en la actual fase de tensiones geopolíticas regionales, con una guerra civil arreciando en Irak y otras gestándose en Lìbano. O no: este fin de semana, Ajmadinedyad ofreció a Estados Unidos -nadie menos.- sus buenos oficios para mediar en Bagdad y, sospechan en Tel Aviv, el petróleo mesopotámico no es ajeno a ese interés.

“Salvo exploración y extracción –indicaba Fard-, las industrias petrolera, gasífera y petroquímica podrán ser reprivatizadas. Inclusive, contemplaríamos excepciones en algunos yacimientos de tierra y mar”. En lo tocante a participaciones societarias, Tehrán estima que ciertas empresas dedicadas a gas o petroquímica podrían quedar 100% en manos de los inversores. Habrá además casos de 20% en poder estatal y el resto en manos privadas. “Tanto 40% de estas empresas como 50% de las pasibles de privatizarse totalmente se reservará a pequeños accionistas, una forma de socializar el capital”, explicaba el funcionario.

El esquema no para allí, pues 40% de cada cuota destinada al público “se asignará a iraníes menos pudientes”. Al lado de eso, hasta Mu’ammar Ghedafi empalidece: Trípoli destina buena parte de sus ingresos petroleros al bienestar social pero, como lo demuestran los proyectos de su hijo en Argentina, la familia “real” se queda con la plusvalía.

Al margen de esos detalles, “las privatizaciones se realizarán ofreciendo títulos dentro y fuera del país. Los inversores profesionales o institucionales que sólo quieran especular y no tengan móviles estratégicos podrán tomar hasta 10% de un paquete, no más”.

Ahora bien ¿qué alcances bursátiles tiene el plan? Según Fard, por el momento “las colocaciones serán vía el mercado de Tehrán que, para los europeos, está más próximo que Bombay, Singapur o Tokio. Pero no excluimos la hipótesis de otras plazas accionarias. Milán está muy bien vista e Italia puede ser excelente socia de Irán. En realidad, tenemos una larga relación con el ENI”.

De visita en Italia, al parecer no detectada por la prensa norteamericana, el alto funcionario (y religioso) recordaba la gestión del laico Mohammed Mossadegh. Por entonces, el primer ministro del joven shahanshá Mohammed Rizá Pahlaví nacionalizó la poderosa Anglo-Iranian. Gran Bretaña y Estados Unidos tardaron un par años en financiar y organizar un golpe contra el jefe de gobierno, vía el propio monarca. Mossadegh pereció en 1953, en un ensayo de que Washington haría con Castillo Armas en Guatemala, 1954.

Fard también encabeza la comisión pro privatización de activos estatales y, vaya ironía, tiene un doctorado en ciencias económicas obtenido en EE.UU. Antes de ocupar la jefatura de la NIOC era viceministro de comercio.

Hablando en Padua, reiteró una decisión del consejo iraní, previa a la llegada del presidente Majmud Ajmadinedyad: llevar al total de 120 las sociedades públicas cotizantes en la bolsa de Tehrán. “Nuestro objetivo es manejarlas como firmas privadas y convertir a los iraníes en un pueblo de accionistas. Por lo mismo, buscamos atraer inversores extranjeros y, para ello, disponemos de joyas como el petróleo”.

Semejante lenguaje causó escándalo en la vecina Saudiarabia, cuya petrolera estatal (Aramco) también se gestiona como una sociedad privada, pero controlada por el clan saudí y sus aliados. “Lo que menos desean en Riyadh es transformar meros súbditos en accionistas, porque se les vendría abajo su hipócrita ortodoxia sunní”, señalaba un diario alemán.

Aludiendo a Italia y su sistema bursátil, apoyado en Milán, Fard señaló que “nos interesa mantener buenas relaciones con ustedes. En el plano petrolero, conocemos perfectamente los vínculos históricos con Libia y los nuevos con Gazprom”. Irán es tercero mundial en reservas de hidrocarburos, incluyendo gas natural, y produce 20,3 millones de toneladas anuales medidas en crudos.

Privatizar la mayor industria del país parece extraño en la actual fase de tensiones geopolíticas regionales, con una guerra civil arreciando en Irak y otras gestándose en Lìbano. O no: este fin de semana, Ajmadinedyad ofreció a Estados Unidos -nadie menos.- sus buenos oficios para mediar en Bagdad y, sospechan en Tel Aviv, el petróleo mesopotámico no es ajeno a ese interés.

“Salvo exploración y extracción –indicaba Fard-, las industrias petrolera, gasífera y petroquímica podrán ser reprivatizadas. Inclusive, contemplaríamos excepciones en algunos yacimientos de tierra y mar”. En lo tocante a participaciones societarias, Tehrán estima que ciertas empresas dedicadas a gas o petroquímica podrían quedar 100% en manos de los inversores. Habrá además casos de 20% en poder estatal y el resto en manos privadas. “Tanto 40% de estas empresas como 50% de las pasibles de privatizarse totalmente se reservará a pequeños accionistas, una forma de socializar el capital”, explicaba el funcionario.

El esquema no para allí, pues 40% de cada cuota destinada al público “se asignará a iraníes menos pudientes”. Al lado de eso, hasta Mu’ammar Ghedafi empalidece: Trípoli destina buena parte de sus ingresos petroleros al bienestar social pero, como lo demuestran los proyectos de su hijo en Argentina, la familia “real” se queda con la plusvalía.

Al margen de esos detalles, “las privatizaciones se realizarán ofreciendo títulos dentro y fuera del país. Los inversores profesionales o institucionales que sólo quieran especular y no tengan móviles estratégicos podrán tomar hasta 10% de un paquete, no más”.

Ahora bien ¿qué alcances bursátiles tiene el plan? Según Fard, por el momento “las colocaciones serán vía el mercado de Tehrán que, para los europeos, está más próximo que Bombay, Singapur o Tokio. Pero no excluimos la hipótesis de otras plazas accionarias. Milán está muy bien vista e Italia puede ser excelente socia de Irán. En realidad, tenemos una larga relación con el ENI”.

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