Irak: Bush admitió que no había armas escondidas y piensa en la OTAN

Washington admitió que eran falsos los informes sobre armas nucleares o químicas en poder de Bagdad. Ahora, Bush piensa nuevamente en la OTAN y las Naciones Unidas. Pero cunde una cruel campaña contra familiares de soldados.

9 julio, 2003

El presidente George W.Bush “se basaba en inteligencia falsa cuando acusó al régimen iraquí de comprar uranio en África y denunció la existencia de armas de destrucción masiva (AMD) en ese país”, reconoció Michael Anton, portavoz del Consejo Nacional de Seguridad. En otras palabras, Bush sigue el camino de su aliado británico Tony Blair, que difundió una copia de esos datos falsos, hecha a pedido suyo por el MI5.

La “confesión” de Washington llega en mal momento político y social, con una opinión pública que se aleja del triunfalismo. Durante el primer año en Vietnam (1964), murieron 147 soldados norteamericanos. Hasta el martes, Irak costó 210 vidas, 710 luego de que Bush proclamara “misión cumplida”. Ahora, Washington se vuelve a la OTAN y el Consejo de Seguridad (ONU), quizá por la ola de noticias como una de ayer: según medios de Milán, París y Londres, el 4 de julio, mientras Estados Unidos celebraba la fecha patria con fuegos artificiales, estruendosas bombas y una impresionante parada militar, cerca de Bagdad le destrozaban la cabeza a un soldado. Por su parte, Paul Bremer, gobernador en Irak pedía “una presencia militar más sólida y constante”, olvidando que ya hay 146.000 efectivos aliados en Irak y 63.000 en Kuwait.

Ese mismo día, le llegaba un e-mail a Melody Varner, esposa de un sargento destacado en Irak, que había pedido por Internet el pronto retorno de los soldados. Decía: “Tu marido merece morir. Espero que le vuelen la cabeza y te lo manden a casa en un ataúd”. El propio FBI sospecha que se trata de una “campaña de fanáticos belicistas”, aunque nadie la vincule con Bremer ni su jefe, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld. No obstante, el Pentágono ha comenzado a ejercer presiones sobre un creciente grupo de familiares de soldados, suboficiales y oficiales de baja graduación, que exigen el pronto retiro de las tropas.

Por otro lado, allegados a la Casa Blanca revelaron que Rumsfeld y su colega de Estado, Colin Powell, estaban analizando con Bush posibilidades de replantear los nexos con la Organización del Tratado Noratlántico –congelados tras la invasión a Irak- y solicitar su cooperación en una posguerra cada día más difícil. “Los aliados británicos no alcanzan. Es hora de que la OTAN y el Consejo de Seguridad recobren funciones que Estados Unidos nunca debieron haberles confiscado”, opina el analista político Lawrence Jacobs.

A su juicio y el de otros observadores, la reciente encuesta que revela 53% de rechazo a la gestión de posguerra demuestra “la erosión del consenso nacional. Bush empieza a correr riesgos políticos cuando todavía faltan dieciséis meses para las elecciones presidenciales”. Tampoco Tony Blair la pasa bien, sólo que su deterioro ha sido más temprano y veloz pues, a diferencia de la opinión pública norteamericana –cuyo 73%, ahora reducido a 56%, apoyaba la invasión-, la británica nunca lo hizo. Pero todavía “los falsos datos sobre AMD desvelan mucho más al Parlamento británico que a nuestro blando Congreso” (Paul Krugman).

El presidente George W.Bush “se basaba en inteligencia falsa cuando acusó al régimen iraquí de comprar uranio en África y denunció la existencia de armas de destrucción masiva (AMD) en ese país”, reconoció Michael Anton, portavoz del Consejo Nacional de Seguridad. En otras palabras, Bush sigue el camino de su aliado británico Tony Blair, que difundió una copia de esos datos falsos, hecha a pedido suyo por el MI5.

La “confesión” de Washington llega en mal momento político y social, con una opinión pública que se aleja del triunfalismo. Durante el primer año en Vietnam (1964), murieron 147 soldados norteamericanos. Hasta el martes, Irak costó 210 vidas, 710 luego de que Bush proclamara “misión cumplida”. Ahora, Washington se vuelve a la OTAN y el Consejo de Seguridad (ONU), quizá por la ola de noticias como una de ayer: según medios de Milán, París y Londres, el 4 de julio, mientras Estados Unidos celebraba la fecha patria con fuegos artificiales, estruendosas bombas y una impresionante parada militar, cerca de Bagdad le destrozaban la cabeza a un soldado. Por su parte, Paul Bremer, gobernador en Irak pedía “una presencia militar más sólida y constante”, olvidando que ya hay 146.000 efectivos aliados en Irak y 63.000 en Kuwait.

Ese mismo día, le llegaba un e-mail a Melody Varner, esposa de un sargento destacado en Irak, que había pedido por Internet el pronto retorno de los soldados. Decía: “Tu marido merece morir. Espero que le vuelen la cabeza y te lo manden a casa en un ataúd”. El propio FBI sospecha que se trata de una “campaña de fanáticos belicistas”, aunque nadie la vincule con Bremer ni su jefe, el secretario de Defensa Donald Rumsfeld. No obstante, el Pentágono ha comenzado a ejercer presiones sobre un creciente grupo de familiares de soldados, suboficiales y oficiales de baja graduación, que exigen el pronto retiro de las tropas.

Por otro lado, allegados a la Casa Blanca revelaron que Rumsfeld y su colega de Estado, Colin Powell, estaban analizando con Bush posibilidades de replantear los nexos con la Organización del Tratado Noratlántico –congelados tras la invasión a Irak- y solicitar su cooperación en una posguerra cada día más difícil. “Los aliados británicos no alcanzan. Es hora de que la OTAN y el Consejo de Seguridad recobren funciones que Estados Unidos nunca debieron haberles confiscado”, opina el analista político Lawrence Jacobs.

A su juicio y el de otros observadores, la reciente encuesta que revela 53% de rechazo a la gestión de posguerra demuestra “la erosión del consenso nacional. Bush empieza a correr riesgos políticos cuando todavía faltan dieciséis meses para las elecciones presidenciales”. Tampoco Tony Blair la pasa bien, sólo que su deterioro ha sido más temprano y veloz pues, a diferencia de la opinión pública norteamericana –cuyo 73%, ahora reducido a 56%, apoyaba la invasión-, la británica nunca lo hizo. Pero todavía “los falsos datos sobre AMD desvelan mucho más al Parlamento británico que a nuestro blando Congreso” (Paul Krugman).

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