<p>Hoy en el corazón europeo florece un régimen con nostalgias de entreguerra, cuando no directamente de la Hungría medieval y sus vastos dominios. En efecto, la loca constitución instituida a principios de mes inclusive ha desterrado la palabra “república”. <br />
La coalición que se ha apoderado del país (93.000 km2, 13 millones de habitantes), gracias a votantes poco avispados, contiene grupos hostiles a judíos, gitanos y rumanos. Pero lo más grotesco es haber eliminado la autonomía del banco central. <br />
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Ello deja al Banco Central Europeo sin instrumentos para respaldar el florín (su emisor es, o era, la entidad magyar).<br />
Todo eso no sucede en Transdñestria –un cercano estado canalla copado por mafias rusas- ni en Zimbabwe, sino en Hungría. Extrañamente, aún nadie abre mucho la boca en Bruselas (Unión Europea) Francfort (BCE), Estrasburgo (Europarlamento) ni Luxemburgo (Eurogrupo).<br />
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No obstante, analistas políticos en media UE insisten: urge reaccionar y defender a los sectores democráticos. Como ocurriera en los años veinte y treinta del siglo XX, un “experimento” como el húngaro puede ser contagioso. Máxime porque ya salpican el mapa ensayos ultras: Francia, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Holanda, Austria y hasta Suiza.</p>
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Hungría: cae la noche y Europa aún no reacciona
Mientras Atenas sigue en el centro de las preocupaciones, en Budapest se hace pedazos la gobernabilidad política, social, económica y financiera. Todo porque conservadores insensatos se han aliado con Viktor Orbán y una ultraderecha estilo años 30.