<p>Así sostiene George Friedman, mentor de “Strategic Forecasting” (StratFor), boletín allegado al Pentágono y la comunidad de inteligencia. “En realidad, es una unidad donde EE.UU. acepta la renuencia de la UE, especialmente Alemania, a comprometerse en cuestiones básicas”.<br />
El presidente precisaba “éxitos aparentes. Por ende, retrocedió en esos asuntos -lo mismo hicieron Bruselas y Berlín- para enfocarse en lo que le importaba: Turquía y los países musulmanes moderados”.<br />
La cumbre del G-20 se centraba en la crisis sistémica (todavía no “global”, pues las mayores economías emergentes parecen soslayarla). Por supuesto, existen varias posiciones europeas, pero a Washington le interesa sólo la alemana. “Todo acuerdo que excluya Berlín será inútil, en tanto –propone Friedman- uno que la abarque, pero no al resto, resultará muy útil”.<br />
Dos temas fundamentales dividen a ambos países. Primero: ¿igualará Alemania el paquete norteamericano de estímulos? Obama teme que la mayor exportadora mundial por habitante emplee su potencial aumento de demanda para vender más en EE.UU. Washington cree que, si bien es correcto estimular su mercado interno, Alemania y otros beneficiarios han de compartir cargas. Lógicamente, Berlín no coincide. Para evitar males mayores, Washington abandonó presiones. <br />
Segundo: el rescate de bancos privados en Europa central y oriental, en gran parte controlado por entidades de la Eurozona, particularmente alemanas, austríacas e italianas. Berlín rechazaba esfuerzos europeos conjuntos y prefería canalizarlos por el Fondo Monetario Internacional. El motivo era simple: el organismo capta recursos de EE.UU., China, Japón y otros, por lo cual los europeos compartirían los salvamentos con terceros. <br />
Más tarde, en el encuentro de la OTAN, los europeos declinaron enviar un número substancial de efectivos a Afganistán-Pakistán. En su lugar, serán apenas cinco mil, muchos de los cuales se quedarán sólo hasta las elecciones de agosto en Kabul. Eso es muchísimo menos que lo esperado por Obama. <br />
En lo atinente a paraísos fiscales, se resolvió una colaboración por demás limitada, pero sin definir las medidas a adoptar. De hecho, el G-20 recién tocará temas financieros calientes durante la reunión en escala ministerial, citada en Edimburgo, en noviembre (¡siete meses de intervalo!). Detalle sintomático: tras insistir en un régimen regulatorio internacional, la Unión Europea no logró ponerse de acuerdo sobre sus propias normas. Gran Bretaña rechazó la propuesta de Alemania y Francia, pues ponía en desventaja a su sistema bancario, históricamente remiso a regulaciones. <br />
Queda claro, entonces, que Obama juega más profundo, al menos en lo político. Dos semanas antes de la ola de reuniones, anunció un viaje a Turquía. En Praga, apoyó el ingreso pleno de Angora a la UE, varios de cuyos miembros lo objetan por diversas razones, especialmente una: los Balcanes quedarían abiertos a emigrantes turcos, algo que varios países del grupo resisten. Ahí chocaron Washington y Bruselas. <br />
Durante la reunión de la OTAN, los alemanes impusieron sus posiciones, pero los turcos emergieron mejor ubicados. No sólo dentro de la entidad, sino en el contexto general: lograron que Obama hiciera causa común. Como si fuera pocos, el presidente voló a Angora para consolidar lazos con gobiernos musulmanes moderados.<br />
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Hay luces y sombras en la estrategia global de Obama
Pasaron las reuniones en el Grupo de los 20, la Organización del Tratado Noratlántico y la de Estados Unidos-Unión Europea. Varias cancillerías trataron de presentarlas como signos de que se recomponían nexos entre ambas orillas del océano. No era así.