El avance del nivel de precios estuvo impulsado por alimentos y bebidas -carnes y frutas-, salud -que contempla el incremento de prepagas- y Recreación y cultura -tras la apertura de nuevas actividades y la temporada de turismo-. De este modo, el IPC Núcleo avanzó casi 5% en diciembre, muy por encima de Regulados (+2,6%), lo que fue una constante durante todo el año, y Estacionales (+1,3%).
En el acumulado anual, según explica la consultora Ecolatina, sobresalieron los aumentos de Indumentaria (+60%) y Alimentos y Bebidas (+42,5%), algo que preocupa bastante pensando en el carácter regresivo de la inflación. A nivel de categorías, resalta la suba de Estacionales (+64,4%), muy por encima del IPC Núcleo (39,4%) y los precios regulados (+14,8%).
Se observa de esta forma cómo el congelamiento tarifario fue importante para desacelerar la suba de precios durante el año pasado, a la par que, en el mismo período, se acumuló un atraso significativo en los precios de la luz, el gas y el agua y en otros precios regulados.
Por su parte, la suba de los precios de los bienes casi duplicó a la de los servicios (+43% y +22%, respectivamente), encadenando, de esta forma, el tercer año consecutivo con esta dinámica. Entre fines de 2019 y de 2017 los bienes habían saltado casi 140%, mientras que los servicios treparon “solo” 110%, producto, esencialmente, del disímil impacto del tipo de cambio en la estructura de costos de ambas canastas. En tanto, en 2020 la diferencia obedeció a las restricciones a la movilidad, que golpearon más a los segundos que a los primeros y al mencionado congelamiento de tarifas de los servicios públicos.
De esta manera, a pesar de la baja de casi 20 p.p. en relación con 2019, la inflación de 2020 dejó presiones latentes. En primer lugar, resalta que las tarifas de servicios públicos no se actualizan hace más de un año y medio y permanecerán congeladas, al menos, hasta marzo, disparando el gasto en subsidios (alcanzó 2,6% del PBI en 2020, trepando 1,0 p.p. respecto del año anterior). Dado que los mercados de crédito siguen cerrados para nuestro país, el gobierno deberá elegir entre un mayor rojo financiado con emisión o mayores correcciones en las tarifas de servicios públicos con un impacto en la inflación de los hogares. Lamentablemente, ambas salidas tienen más contras que pros.
En segundo lugar, destacan los controles de precios en varios alimentos y bebidas. Con estas políticas, el Poder Ejecutivo contuvo varios ajustes en bienes de “consumo masivo”, que subió poco más de 20% en el año, pero generó otro atraso importante, cuya corrección está presionando los precios. De la misma forma que un ajuste de tarifas, un descongelamiento en el precio de los alimentos tendría mayor impacto en los hogares de menores recursos, producto de su inelasticidad de consumo, pero sostener los precios máximos podría generar problemas de abastecimiento. Otra vez, un dilema con más contras que pros.
Por otro lado, aparece la cuestión cambiaria. Por un lado, un salto del dólar oficial aceleraría inevitablemente la inflación. El Banco Central está comprando reservas desde diciembre y, aunque su poder de fuego sigue en niveles muy bajos, la corrida pareciera haberse relajado. Ahora bien, uno de los factores que relajó las presiones fue el mayor control de importaciones, no con un criterio productivo, sino cambiario.
En este sentido, varios artículos “no esenciales” comenzaron a importarse con dólares propios del exterior y muchos otros tienen incertidumbre sobre a qué tipo de cambio lo harán en el futuro. Por lo tanto, estas restricciones también impactan en el nivel de precios, aunque focalizadas en los consumos de los hogares de mayores recursos.
Analizando entonces cómo cerró el 2020 y los atrasos que dejó el año pandémico, podemos dar cuenta que la inflación se acelerará este año. Hasta dónde llegará dependerá, en parte, de las decisiones del gobierno nacional y de cuán efectivas sean las mismas: cuánto se pospondrán la corrección de desequilibrios para llegar con la economía “andando” al período electoral. Asumiendo que no hay un salto cambiario, pero que la brecha sigue alta, y un ajuste de tarifas que permite no expandir el gasto en subsidios durante este año, la inflación cerraría en torno al 45% en 2021.