En más de un sentido, el desacople entre las dos economías más grandes del mundo – Estados Unidos y China – comenzó el día que cayó Lehman Brothers, cuando China desplegó su inmenso programa de estímulos fiscales y comenzó a reevaluar la liberalización del sistema financiero. Así diagnostica el diario Financial Times en un editorial.
Además de China, muchos otros países advierten hoy que el capital global ha creado tensiones y desigualdades dentro de los países. Advierten también que a veces, esas tensiones provocan reacciones populistas contra la globalización, definida como la posibilidad de mover bienes, personas y capitales a cualquier lugar que resulte más productivo.
Las últimas décadas de globalización crearon una prosperidad sin precedentes en el mundo. Pero dentro de muchos países creció la desigualdad. Entre los factores que generan descontento está el estancamiento de los sueldos y los empleos perdidos, especialmente entre los trabajadores manuales y la clase media baja en los países ricos. Sin embargo, la gran causa de todos esos males fue la disrupción provocada por la tecnología en los mercados laborales y también el crecimiento del rol de China en la Organización Mundial del Trabajo.
Del año 2000 en adelante, el flujo de capitales occidentales hacia una nación con enorme mercado de mano de obra barata (China) no permitió el aumento de los salarios y del número de empleos en Estados Unidos. Eso generó una dinámica de “el ganador se lleva todo” en la que el aumento de ingresos iba hacia las grandes multinacionales, China y otros países asiáticos. A eso se sumaba la ausencia de políticas antimonopólicas y demasiada desregulación financiera en el mundo occidental.
Los países en desarrollo siempre argumentaban que el comercio sin restricciones los dañaba. Ahora también se quejan de lo mismo los países ricos. Lo solución no está en señalar al vecino como culpable sino en generar cambios tanto en las políticas nacionales como en las instituciones internacionales para retener lo mejor que tiene la globalización mientras se re-conecta la economía global con la prosperidad interna de los países para que los pueblos sientan que sus líderes cuidan sus intereses.
La crisis financiera, la pandemia y la guerra lograron que las empresas advirtieran la vulnerabilidad de las cadenas globales de suministro en periodos de tensión. Seguramente habrá más regionalización. Los altos sueldos en Asia, los altos precios de los combustibles y las exigencias sociales y ambientales tornan muy caras las largas cadenas de suministro. Las regiones tienen distintos tipos de regulación.
Este ciclo de globalización duró 40 años. Lo ideal sería que el péndulo no oscile hacia el extremo opuesto al iniciar el nuevo orden mundial.