Se ha iniciado la campaña electoral y no hay nada nuevo en materia económica. El gobierno se ha embarcado en un imprudente programa “busca votos”, aun cuando ello complique la economía después de las elecciones: atrasar el tipo de cambio, controlar algunos precios, tratar de mejorar ingresos de asalariados y jubilados en forma efímera y rifar algo de reservas para mantener contenida la brecha cambiaria.
Contener la brecha no ha sido tarea fácil y ello puede explicar un giro hacia la moderación en la relación con los acreedores: se acordó un pago parcial al Club de París; la Provincia de Buenos Aires avanzó en la restructuración de su deuda externa y se aceptó que los DEGs que se reciban del FMI se utilicen para pagarle al propio FMI.
Después de las elecciones de noviembre aparece una ventana de tres meses para llegar a un acuerdo con el FMI que, seguramente, tendrá un sendero fiscal y monetario más exigente que el que pretende la coalición de gobierno, una hoja de ruta para normalizar el mercado cambiario y algunas reformas estructurales.
En otras palabras, aparecerá un plan económico con objetivos e instrumentos para alcanzarlos. La retórica económica de los miembros del oficialismo es recordar los supuestos buenos resultados de las gestiones K anteriores y sugerir al electorado que no han podido repetirse por la pandemia.
Sin embargo, muchas veces se omiten las grandes diferencias en los tres períodos presidenciales. Más allá del rebote desde una recesión profunda que favoreció la recuperación durante el primer cuatrienio, se puede ver que el crecimiento se desaceleró a menos de la mitad entre el primer gobierno K y el segundo (de 8.7% promedio anual con Néstor a 3.4% en CFK I) y prácticamente desapareció en el tercero (CFK II).
El desempeño de las exportaciones de bienes y servicios, medidos en pesos constantes según la información de las cuentas nacionales, muestra un deterioro aún peor: sólo creció al 2% anual entre 2007 y 2011 y cayó a más del 4% anualizado entre 2012 y 2015. Ello ocurrió a pesar de que la soja aportó, y mucho, durante CFK I. Sin embargo, lo más relevante es que el primer periodo, el único con tasas chinas de crecimiento en actividad económica y exportaciones, se caracterizó por un elevado superávit fiscal primario y global, un relativamente bajo peso del Estado nacional en la economía, un tipo de cambio real “recontra alto” (133 pesos de hoy promedio para los cuatro años) y la ausencia de brecha cambiaria.
Durante CFK I aumentó el peso del Estado en la economía, se deterioró el resultado fiscal (aunque hubo superávit primario en promedio), se apreció el tipo de cambio real (a niveles parecidos a los actuales) y se mantuvo el mercado cambiario sin restricciones. Hubo mucha fortuna en los precios internacionales y un crecimiento aceptable.
Un Estado más grande durante CFK II, controles cambiarios que produjeron una brecha entre oficial y paralelo de casi el 50% en promedio, atraso cambiario y un alto déficit fiscal resultaron en estancamiento económico y caída de exportaciones. Quizás la discusión con el FMI le permita al gobierno transitar hacia las “fuentes” que parecen estar detrás del mejor desempeño de las variables económicas del período 2003-2007: superávit fiscal, adelanto cambiario, tipo de cambio único y un tamaño del Estado mucho menor que el actual.
(*) Economista jefe de FIEL