Dentro de poco más de dos semanas, cuando termine el actual tramo del programa de rescate financiero monitoreado por la Troika -Comisión Europea (CE), Fondo Monetario Internacional (FMI) y Banco Central Europeo (BCE)- , Grecia y sus socios deberán resolver en una serie de cumbres el futuro financiero del país del Mar Egeo.
En particular, deberán superar la contradicción entre el masivo apoyo al plan antiausteridad que lanzó el gobierno Alexis Tsipras y la voluntad del núcleo conservador europeo de manenerlo dentro del mismo.
Pese a que el Banco Central Europeo (BCE) puso un fuerte torniquete sobre Grecia al dejar de aceptar sus bonos como garantía en sus operaciones de refinanciación, el Gobierno de Alexis Tsipras sigue firme en su propuesta, y con creciente apoyo ciudadano.
En el primero de esa serie de encuentros, los ministros de economía y finanzas de la eurozona mantendrán mañana una reunión extraordinaria con su par heleno, Yanis Varufakis.
En la reunión estarán sentados los ministros del euro, pero también representantes de las instituciones que componen la Troika, a la que Grecia desconoció públicamente como interlocutor válido: estarán miembros de la Comisión Europea (CE), el presidente del BCE, Mario Draghi, y la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Christine Lagarde.
Una de las propuestas que Atenas considera indispensable para cualquier acuerdo es que se le asigne primera prioridad a darle a la economía posibilidades de recuperación, reduciendo el superávit primario del 3% al 1,5% del PBI para 2015, informó la agencia de noticias EFE.
Por lo demás, Atenas lleva a la reunión de mañana un plan de reformas a elaborar en cooperación con la Organización para al Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Atenas confía en alcanzar, con el tiempo, un acuerdo. Pero si sus socios se muestran irreductibles, tiene un plan B, que se sostiene en la inmensa popularidad que adquirió en el conjunto de la población de Grecia con su propuesta de defender la “dignidad nacional”.
Según una encuesta del instituto demoscópico Alco, publicada hoy en el portal del semanario To Pontiki, 66% de los griegos apoya el programa que Tsipras presentó ante el Parlamento el domingo por la noche, y el 75% aprueba el modo en que lleva adelante las negociaciones con la UE. Solo el 9% lo rechaza.
El apoyo no reconoce fronteras políticas, y hasta el 31% de quienes votaron por el conservador Nueva Democracia que había negociado los acuerdos con la Troika está por el programa propuesto, cuya defensa, declara el gobierno, es la prioridad absoluta. Por lo tanto, puede llevar incluso a romper con el euro.
En declaraciones a la cadena privada Mega, el ministro de defensa, Panos Kammenos, indicó que el gobierno no descarta recurrir a Rusia, China o Estados Unidos si sus socios europeos insisten con el plan de austeridad.
Kamenos, líder del partido patriótico conservador Griegos Independientes, advirtió que ése es “el plan B” que maneja su país aunque sigue confiando en la posibilidad de un acuerdo con los socios de Grecia.
El gobierno dijo en un reportaje, quiere “negociar muy en serio” con sus socios, pero no atravesará lo que denominó las “líneas rojas” que impone su respeto al mandato recibido en las últimas elecciones.
“Si chocamos, sin duda el pueblo griego es el que debe tener la palabra en caso necesario, por el medio que sea”, manifestó Kammenos, refiriéndose a un eventual plebiscito antes de descartar la salida del euro como una “una amenaza sin sustancia”.
Ante esa posibilidad, que impactó ya en los mercados y bolsas, el ministro de economía conservador británico, George Osborne, advirtió hoy que “el euro es frágil. Es como construir un castillo de naipes. Si quitas la carta griega, el resto se hundirá”.
Osborne reclamó, a diferencia de su par alemán, Wolfgang Schauble, irreductible en su defensa del plan acordado por el anterior gobierno griego con la Troika, que la eurozona se haga cargo de que Grecia y otros países “no pueden pagar su deuda en las condiciones actuales”.