Grave paso en falso del Vaticano en Polonia

A un mes de ser designado por el sumo pontífice, en su primera misa solemne el arzobispo de Varsovia –Stanislaw Wielgus- renunció y pidió perdón público. El efímero sucesor de Józef Glemp había sido agente encubierto del régimen comunista.

8 enero, 2007

En realidad, Roma aceptó una dimisión que el propio Benedicto XVI había resuelto exigir para enjugar daños colaterales. A diferencia del ”faux pas” teológico cometido en Ratisbona –emplear un diálogo apócrifo del siglo XV para dejar malparado al Islam-, esta vez las consecuencias fueron internas.

No obstante, aun en el Vaticano hay quienes se preguntan hasta qué punto este papelón fue producto de un Papa sin experiencia fuera de su país natal (Alemania) o no se calcularon las consecuencias del nombramiento. En este plano, la acción del gobierno ultraderechista polaco es ambivalente. Por una parte, critica al Vaticano por limitar los excesos antijudíos del grupo ultramontano Radio Maria. Por otra, fue el primero en pedir el defenestramiento de Wielgus, quizá por su apellido lituano o sus viejos contactos con el difunto Franczisek Marcinkus, la logia P-2 y el escándalo del Istituto Opere Religiose. Pero quien en realidad lo protegió fue un polaco, Juan Pablo II.

Parte de los fieles varsovianos salió en defensa de Wielgus. No asá los de Cracovia, centro real de la iglesia polaca, que subrayaron un factor: Karol Wojtyla y Glemp resistieron tanto a los nazis como a los comunistas. El ex arzobispo de Varsovia, Glemp, retoma como administrador la diócesis, para satisfacción de Lech Kaczyski. El presidente pidió en Navidad la renuncia de Wielgus. Pero Roma lo había defendido en 21 de diciembre, cuando ya la “cofradía italiana” del Vaticano presionaba para hacerlo dimitir.

“La conducta de monseñor Wielgus en los años del régimen comunista ha comprometido gravemente su autoridad. Por tanto, pese al humilde pedido de perdón, la renuncia y la pronta aceptación pontificia son la solución adecuada”. Así señaló el padre Federico Lombardi, italiano, jefe de prensa en la curia vaticana.

Ni siquiera los medios conservadores latinoamericanos pudieron silenciar el caso, que deteriora aún más la figura de Josef Ratzinger. Tampoco ayuda una decisión de Wielgus: aceptar dimitir para continuar sus tareas científicas… en Alemania. Su cooperación con el gobierno comunista data de 1978 y llegó hasta el colapso de 1989. Al parecer, la universidad católica de Lublin (donde fue rector), el sínodo episcopal y la secretaría de estado vaticana no repararon en esos antecedentes, que no le eran desconocidos a la prensa polaca. Roger Peyreffite, si viviera, se habría hecho una fiesta con ese asunto.

En realidad, Roma aceptó una dimisión que el propio Benedicto XVI había resuelto exigir para enjugar daños colaterales. A diferencia del ”faux pas” teológico cometido en Ratisbona –emplear un diálogo apócrifo del siglo XV para dejar malparado al Islam-, esta vez las consecuencias fueron internas.

No obstante, aun en el Vaticano hay quienes se preguntan hasta qué punto este papelón fue producto de un Papa sin experiencia fuera de su país natal (Alemania) o no se calcularon las consecuencias del nombramiento. En este plano, la acción del gobierno ultraderechista polaco es ambivalente. Por una parte, critica al Vaticano por limitar los excesos antijudíos del grupo ultramontano Radio Maria. Por otra, fue el primero en pedir el defenestramiento de Wielgus, quizá por su apellido lituano o sus viejos contactos con el difunto Franczisek Marcinkus, la logia P-2 y el escándalo del Istituto Opere Religiose. Pero quien en realidad lo protegió fue un polaco, Juan Pablo II.

Parte de los fieles varsovianos salió en defensa de Wielgus. No asá los de Cracovia, centro real de la iglesia polaca, que subrayaron un factor: Karol Wojtyla y Glemp resistieron tanto a los nazis como a los comunistas. El ex arzobispo de Varsovia, Glemp, retoma como administrador la diócesis, para satisfacción de Lech Kaczyski. El presidente pidió en Navidad la renuncia de Wielgus. Pero Roma lo había defendido en 21 de diciembre, cuando ya la “cofradía italiana” del Vaticano presionaba para hacerlo dimitir.

“La conducta de monseñor Wielgus en los años del régimen comunista ha comprometido gravemente su autoridad. Por tanto, pese al humilde pedido de perdón, la renuncia y la pronta aceptación pontificia son la solución adecuada”. Así señaló el padre Federico Lombardi, italiano, jefe de prensa en la curia vaticana.

Ni siquiera los medios conservadores latinoamericanos pudieron silenciar el caso, que deteriora aún más la figura de Josef Ratzinger. Tampoco ayuda una decisión de Wielgus: aceptar dimitir para continuar sus tareas científicas… en Alemania. Su cooperación con el gobierno comunista data de 1978 y llegó hasta el colapso de 1989. Al parecer, la universidad católica de Lublin (donde fue rector), el sínodo episcopal y la secretaría de estado vaticana no repararon en esos antecedentes, que no le eran desconocidos a la prensa polaca. Roger Peyreffite, si viviera, se habría hecho una fiesta con ese asunto.

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