<p>Por supuesto, este rebrote de fundamentalismo evangélico no guarda relación con aquel episodio en Boston, 1773, ni mucho menos con las ideas Abraham Lincoln, casi un siglo posteriores, que pretenden emular. A diferencia de ambos antecedentes, los abogados del actual<em> tea party</em> (“<em>fiesta del té</em>”, una ironía) no lo tiran al agua en rechazo de impuestos británicos. Tampoco cuaja con Lincoln la postura racista de Beck y Palin, dirigida al primer presidente afronorteamericano de la historia, a quien tachan de antipatriota-<br />
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“Parangonar la<em> fiesta del té</em> con el fascismo o los neonazismos europeos –sostiene Korman- es históricamente erróneo, pues se trata de un fenómeno quintaesencialmente autóctono. Para empezar, sus promotores no salen por ahora del marco democrático formal”.<br />
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No obstante, “el actual fenómeno tiene un precedente contemporáneo a los totalitarismos europeos de entreguerra, encarnado en demagogos como Huey Long –un demócrata filofascista de Luisiana- o el padre Charles Coughlin, virulento antisemita que descubrió la utilidad de la radio y llegó a tener 40 millones de seguidores”. Justamente, el novelista Sinclair Lewis (1885/1951, Nobel literario 1930) combinó ambos personajes en <em>It can’t happen here</em> (“Aquí no puede pasar”, 1933). El argumento se adelanta a Adolf Hitler, pero el “Reich” se instala en Estados Unidos. Algo similar pero en un pueblo chico imagina el grecobritánico Leslie Charteris.<br />
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A Long lo asesinaron, a Coughlin lo silenció el Vaticano y tras cartón vino la II guerra mundial. “Como Palin o Beck –recuerda Korman-, los dos involucraban religión con política y apelaban al proletariado blanco”. Sus críticas al <em>nuevo pacto social </em>de Franklin D. Roosevelt se convierten hoy en ataques a la reforma del seguro médico lograda por Obama. En realidad, responden a los intereses de la medicina rentada. Por ello, el académico estima que “el movimiento irá diluyéndose tras las elecciones de medio mandato”. <br />
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Glenn Beck, Sarah Palin y el tea party acabarán en nada
Lo afirma Gerd Korman, historiador de la universidad Cornell. Igual creen politicólogos y economistas de Yale, Harvard, etc. Pero ciertos reductos de ultraderecha, vg. el instituto Cato, apoyan el movimiento como forma de atacar a Barack Obama.