Bastó una sola frase. El llamado a la desobediencia impositiva hecho por Hugo Moyano, un error táctico imperdonable, fue suficiente. El gobierno descargó todas su baterías y ganó todos los titulares de los medios de información denunciando al dirigente disidente por irresponsable y hasta subversivo.
La audacia, ingrediente necesario, pero que debe administrarse en dosis homeopáticas, no figura entre las virtudes cristianas. La prudencia, en cambio, sí. Y la falta de prudencia le ha costado a Hugo Moyano – según opinión unánime de los observadores – la reticencia de la Iglesia ante su liderazgo opositor. De paso, es probable que el Cardenal Primatesta, cuestionado en voz baja por sus hermanos episcopales, se maneje con mayor cautela en sus relaciones con el mundo sindical.
No se conoce una encuesta de popularidad, pero es seguro que la imagen de Hugo Moyano haya descendido este viernes varios puntos. Como se adelantaba en la víspera, Fernando de la Rúa y sus colaboradores desencadenaron la contraofensiva mediática. Sucesivas salvas, perfectamente concertadas, cubrieron un amplio arco, desde Berlín hasta el despacho del ministro de Economía, pasando por la Casa Rosada y el Congreso.
El cuestionamiento al exceso verbal de Moyano atempera, de hecho, las severas críticas recibidas en días anteriores por las medidas económicas vinculadas con el ajuste del gasto público. En lenguaje boxístico, si la oposición ganó el primer round en el combate contra la política oficial, el gobierno acaba de adjudicarse el segundo. El desafío, de todas maneras, sigue abierto.
No faltaron municiones de grueso calibre en el fuego graneado que respondió a la invocación del dirigente camionero a boicotear el pago de impuestos. Se difundieron buenas noticias sobre la marcha de la economía y las finanzas. La Corte Suprema acaba de declarar la constitucionalidad de un viejo decreto de Carlos Saúl Menem, que dispuso en 1995 el recorte de sueldos del personal del Estado.
A juicio de los analistas, el Presidente evidencia una rapidez de reflejos políticos que desmiente la imagen de parsimonia que difundieran no sólo opositores, sino incluso algunos integrantes de la coalición gobernante.
El frente que se había estructurado tras la convocatoria del día 31 exhibe ahora fisuras, entre las cuales no es la menor la actitud de distancia que ha puesto la Iglesia, por medio de sus más importantes voceros, entre su reiterada crítica a la globalización económica y cultural y los medios utilizados para combatirla. No todo está permitido. En especial, poner en peligro el equilibrio institucional y la paz social.
Bastó una sola frase. El llamado a la desobediencia impositiva hecho por Hugo Moyano, un error táctico imperdonable, fue suficiente. El gobierno descargó todas su baterías y ganó todos los titulares de los medios de información denunciando al dirigente disidente por irresponsable y hasta subversivo.
La audacia, ingrediente necesario, pero que debe administrarse en dosis homeopáticas, no figura entre las virtudes cristianas. La prudencia, en cambio, sí. Y la falta de prudencia le ha costado a Hugo Moyano – según opinión unánime de los observadores – la reticencia de la Iglesia ante su liderazgo opositor. De paso, es probable que el Cardenal Primatesta, cuestionado en voz baja por sus hermanos episcopales, se maneje con mayor cautela en sus relaciones con el mundo sindical.
No se conoce una encuesta de popularidad, pero es seguro que la imagen de Hugo Moyano haya descendido este viernes varios puntos. Como se adelantaba en la víspera, Fernando de la Rúa y sus colaboradores desencadenaron la contraofensiva mediática. Sucesivas salvas, perfectamente concertadas, cubrieron un amplio arco, desde Berlín hasta el despacho del ministro de Economía, pasando por la Casa Rosada y el Congreso.
El cuestionamiento al exceso verbal de Moyano atempera, de hecho, las severas críticas recibidas en días anteriores por las medidas económicas vinculadas con el ajuste del gasto público. En lenguaje boxístico, si la oposición ganó el primer round en el combate contra la política oficial, el gobierno acaba de adjudicarse el segundo. El desafío, de todas maneras, sigue abierto.
No faltaron municiones de grueso calibre en el fuego graneado que respondió a la invocación del dirigente camionero a boicotear el pago de impuestos. Se difundieron buenas noticias sobre la marcha de la economía y las finanzas. La Corte Suprema acaba de declarar la constitucionalidad de un viejo decreto de Carlos Saúl Menem, que dispuso en 1995 el recorte de sueldos del personal del Estado.
A juicio de los analistas, el Presidente evidencia una rapidez de reflejos políticos que desmiente la imagen de parsimonia que difundieran no sólo opositores, sino incluso algunos integrantes de la coalición gobernante.
El frente que se había estructurado tras la convocatoria del día 31 exhibe ahora fisuras, entre las cuales no es la menor la actitud de distancia que ha puesto la Iglesia, por medio de sus más importantes voceros, entre su reiterada crítica a la globalización económica y cultural y los medios utilizados para combatirla. No todo está permitido. En especial, poner en peligro el equilibrio institucional y la paz social.