<p>No es casual que el director gerente de la entidad, tras anunciar la incorporación de Zhu, repitiese lo propuesto por Beijing hace casi un año. Vale decir, reemplazar el dólar por una canasta de divisas –incluyendo el euro y el yen- como forma de “estabilizar el valor de los derechos especiales de giro”. ¿Quién hablaba así? Pues Zhu.<br />
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La carrera del funcionario técnico ha sido meteórica para los cánones orientales. Hace poco más de seis meses era asistente ejecutivo en la presidencia del Banco Popular (central) y, en octubre, ascendió a vicepresidente. Al borde de los sesenta, tiene títulos de grado en Princeton y Johns Hopkins, un reducto conservador. Durante los años 90, trabajó en el Banco Mundial.<br />
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Este nombramiento, sin duda, implica reconocer el papel internacional de China, no sólo como la mayor economía emergente. La presencia de Zhu cerca de Strauss-Kahn refleja el modus operandi del dragón: contar sin hacerse notorio, influir sin arriesgar.<br />
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Pero hay un detalle político: esta designación subraya la incomodidad del presidente Hu Jintao y el primer ministro Wen Jiabao con una idea de Barack Obama: un “grupo de 2” como árbitro del globo. Zhu acudió al pálido foro de Davos precisamente para transmitir ese temperamento.<br />
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También este fin de semana, Wen –tras felicitar a Zhu, que no deja el banco central- definió a 2010 como “el año más complicado para la economía mundial”. Ante el parlamento chino, sostuvo que “la estabilidad social no está asegurada. La amenazan la corrupción y los precios abusivos”. Pero, del g-2 ni una palabra.</p>
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FMI: sigilosamente, China se acerca al sanctum sanctorum
En puntas de pies, Zhu Min vicepresidente del banco central de su país- ingresa al Fondo Monetario Internacional. Desde el lunes, será consultor de Dominique Strauss-Kahn, el mismo que acaba de declarar saludable replantear el dólar como moneda de reserva.