FBI: fueron arrestados cuatro presuntos espías de China en Boeing y el Pentágono

Se tensan las relaciones Washington-Beijing. La oficina federal de investigaciones sostiene habían robado datos secretos del transbordador “Endeavour”, útiles para mejorar proyectiles intercontinentales, y otros componentes.

12 febrero, 2008

Por el momento, el presidente George W.Bush no deja sin efecto el viaje a las olimpíadas chinas. Se trata en realidad de dos presuntos casos de espionaje estratégico. Uno se centra en el desvío a Beijing de elementos de comando control, comunicaciones e inteligencia originalmente destinados a Taiwán.

El otro concierne, sí, a componentes del transbordador espacial. Se trata del vehículo pesado transporte C17 y el proyectil ojival Delta IV. La FBI ha arrestado cuatro sospechosos. Uno en Alexandria, cerca de Washington, otros dos en Nueva Orleáns y otro en Seattle, donde funciona la fábrica de Boeing.

Según el fogoso fiscal Kenneth Wainstain, “esto prueba que el espionaje industrial sigue siendo una amenaza a la seguridad, como sucedía en la guerra fría”. La Casa Blanca opta por el silencio, quizá porque China es un factor clave en el comercio y la economia norteamericana.

El personaje detenido en el primer caso se llama Gregory Bergesen, un cincuentón que vende armas a aliados de Estados Unidos opera en Alexandria. Auxiliado por T´ai Shen-ku, un taiwanés, desviaba embarques hacia China. Otro cómplice era Yü Shingang, éste sí chino. Pero el asunto implica, sospechan los investigadores, funcionarios del Pentágono, que habrían cobrado ingentes sobornos.

Bergesen puede ir diez años preso, salvo que coopere revelando una serie de operaciones dudosas y sus contactos con la “élite” del tráfico internacional de armas. Por supuesto, ni Beijing ni Taipei han abierto la boca, si bien se sabe que la segunda ha abierto indagaciones propias. El segundo caso involucra a Gregory Chung (taiwanés nacionalizado norteamericano), ex ingeniero de Boeing. Este jubilado trabajó treinta años en la división espacial de la compañía. Pese a sus 72 años, también puede ir a la cárcel.

Por el momento, el presidente George W.Bush no deja sin efecto el viaje a las olimpíadas chinas. Se trata en realidad de dos presuntos casos de espionaje estratégico. Uno se centra en el desvío a Beijing de elementos de comando control, comunicaciones e inteligencia originalmente destinados a Taiwán.

El otro concierne, sí, a componentes del transbordador espacial. Se trata del vehículo pesado transporte C17 y el proyectil ojival Delta IV. La FBI ha arrestado cuatro sospechosos. Uno en Alexandria, cerca de Washington, otros dos en Nueva Orleáns y otro en Seattle, donde funciona la fábrica de Boeing.

Según el fogoso fiscal Kenneth Wainstain, “esto prueba que el espionaje industrial sigue siendo una amenaza a la seguridad, como sucedía en la guerra fría”. La Casa Blanca opta por el silencio, quizá porque China es un factor clave en el comercio y la economia norteamericana.

El personaje detenido en el primer caso se llama Gregory Bergesen, un cincuentón que vende armas a aliados de Estados Unidos opera en Alexandria. Auxiliado por T´ai Shen-ku, un taiwanés, desviaba embarques hacia China. Otro cómplice era Yü Shingang, éste sí chino. Pero el asunto implica, sospechan los investigadores, funcionarios del Pentágono, que habrían cobrado ingentes sobornos.

Bergesen puede ir diez años preso, salvo que coopere revelando una serie de operaciones dudosas y sus contactos con la “élite” del tráfico internacional de armas. Por supuesto, ni Beijing ni Taipei han abierto la boca, si bien se sabe que la segunda ha abierto indagaciones propias. El segundo caso involucra a Gregory Chung (taiwanés nacionalizado norteamericano), ex ingeniero de Boeing. Este jubilado trabajó treinta años en la división espacial de la compañía. Pese a sus 72 años, también puede ir a la cárcel.

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