El editorial de hoy del Financial Times está dedicado al conflicto entre Estados Unidos y China al que califica del acontecimiento más importante del siglo 21.
La escalada del conflicto no es inevitable pero los riesgos son altos. Después de una serie de presidentes norteamericanos que intentaron incorporar a Beijing al orden existente llega Donald Trump a emprender el camino de la confrontación unilateral.
Trump cree, equivocadamente, que puede frutar el “sueño chino”. Tratar de suprimir o contener el creciente poder económico y geopolítico de China es el camino seguro hacia el conflicto.
Durante los últimos 70 años Estados Unidos ha sido la potencia líder en el sudeste asiático. Su presencia mantenía controladas innumerables rivalidades nacionales, disputas territoriales y desentendimientos históricas nunca resueltos. El crecimiento de China necesariamente altera ese equilibrio. El desafío será remodelar el orden regional para acomodar el poder de Estados Unidos respetando los legítimos intereses de China.
Lo que reina hoy entre las dos potencias es la sospecha mutua. El gobierno norteamericano habla de cíber ataques, de robo de propiedad intelectual y califica a China de amenaza para la cadena de suministro de materiales para el ejército norteamericano.
Por su parte China niega que su “surgimiento pacífico” esconda una intención hegemónica. Según su ministro de relaciones exteriores, “China no tiene el gen de la expansión externa”. El estilo de Xi Jinping, sin embargo, lo desmiente.
En Europa la Belt and Road Intiative es vieta como un intento de traducir el peso económico en hegemonía geopolítica. La respuesta de Beijing es que las grandes potencias tienen intereses internacionales legítimos, ya sea para proteger sus inversiones en el extranjero o para salvaguardar las rutas de aprovisionamiento. Agrega que su huella militar en el extranjero sigue siendo pequeña con relación a su rol económico global.
Estados Unidos podría hacer mucho para impedir que la inevitable rivalidad se convierta en confrontación descontrolada. Trump ha avanzado mucho por el camino de la beligerancia. Sin embargo, ha demostrado varias veces que tiene una notable facilidad para darse vuelta