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<p>Son dos actos, uno de ellos mera iniciativa del nacionalismo hélveta, que apuntan en direcciones opuestas. Al afirmar que la independencia de Kósovo “no transgrede el derecho internacional”, la corte avala una separación de facto que data de 1999.<br />
Pero los serbios nunca la aceptarán –ahí los otomanos los pulverizaron en 1378- y los kosovares no abandonarán su “irredentismo al revés”, vale decir la anexión a Albania. Si esto se produjese, movilizaría las fuertes minorías albanófonas y musulmanas residentes en Macedonia y Epiro (Grecia). Hasta ahora, Kósovo era un fideicomiso de Naciones Unidas, como otrora Togo, Namibia, Rwanda, Burundi, etc.</p>
<p>Lo cierto es que 69 gobiernos han reconocido la independencia de Kósovo. Entre ellos, Estados Unidos y veinte miembros de la hoy tambaleante Unión Europea, pero no todavía España, Argentina, Brasil, China, India, Rumania, Bulgaria, etc.<br />
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Otra cosa es Supersuiza. Propuesta por Dominique Baettig, del partido Popular, su objeto es “reunir países o comarcas prósperas, bellas montañas y avanzadas infraestructuras de servicios, especialmente financieros”. Esta delirante “neoconfederación helvética” involucra el antiguo territorio de lengua alemánica nunca del todo ocupado por los romanos.<br />
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Pese a una veloz encuesta de opiniones locales, 52% favorable a la idea, los obstáculos virtualmente la tornan imposible. Especialmente en Lombardía, “joya de la corona padana” –el separatismo del senador Umberto Bossi- y Alsacia, donde subsiste el recuerdo de dos ocupaciones alemanas (1971/18, 1940/45)</p>
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Entre Kosovo independiente y la idea de una Supersuiza
En gesto riesgoso, la corte de La Haya apoyó la secesión de Kósovo, quitado a Serbia porque su población es albanesa. Mientras, se propone una Supersuiza con Lombardía (italiana), Alsacia (francesa), Baden-Württenberg (alemán) y Vorarlberg (austríaco).