Enrontina

Dos debacles casi simultáneas. Dos casos de administración aplaudida por las entidades de crédito que – de pronto – se revelan como estrepitosos fracasos. Se trata de la empresa eléctrica Enron de Estados Unidos ... y de la República Argentina.

24 marzo, 2002

En la primera semana de diciembre SatireWire.com, una revista electrónica de humor de Houston, Tejas, publicó un artículo que tituló “Enron confiesa que, en realidad, es Argentina”.

El disparatado artículo comenzaba diciendo que “después del colapso provocado por serias malversaciones y una deuda insostenible, la empresa energética Enron confesó hoy lo que muchos observadores venían sospechando desde hace tiempo: que, en realidad, es Argentina.”

El relato – acorde con la línea de una revista de humor –presenta a Kenneth Lay, presidente y CEO de la compañía, hablando por teléfono desde Buenos Aires, disculpándose por no hablar inglés y pidiendo un intérprete. En esa conversación imaginaria Lay se disculpa por las confusiones y dice que, por tratarse de una nación soberana, su empresa es inmune a cualquier procesamiento judicial en Estados Unidos.

Ante la pregunta de si se había “escapado” a Argentina, Lay aclaraba que había regresado a su país para visitar a “mi familia”.

Durante la charla telefónica Lay dio a entender que él y Fernando de la Rúa serían la misma persona. Eso llevó a SatireWire a contactar al presidente de los argentinos para preguntarle si lo dicho por Lay tendría algún asidero. De la Rúa no contestó ni que sí ni que no, puesto que en su país “las cosas están tan locas que todo puede ser”.

Los acreedores de Enron no se lo creen: “Aunque actúen de la misma forma” – dicen – “ni Lay es de la Rúa ni sus acólitos son los ministros de la Argentina”.
Enron es una empresa estadounidense que nos ha hecho perder US$ 300 millones. Y Kenneth Lay no es argentino. Nació en Missouri”.

¿Cómo?”, llega la voz de Lay por la línea telefónica. ”Lo lamento, no entiendo nada. No hablo inglés”.

A la semana siguiente de publicarse el artículo de SatireWire, apareció en el diario San Francisco Chronicle la columna de opinión que el economista Paul Krugman publica simultáneamente en varios periódicos de Estados Unidos. Krugman titulaba “Argentina y Enron: como dos gotas de agua”.

Krugman dice allí que, aunque injusta con Argentina, la comparación es muy relevante. Y explica por qué: hasta hace muy poco tiempo, tanto la República Argentina como la empresa Enron habían sido las niñas mimadas de la comunidad financiera. Ambas eran puestas como ejemplo de lo que se debía hacer. El sistema monetario de Argentina era – como el sistema contable de Enron – aplaudido en las páginas de Forbes y el Wall Street Journal.

Aunque de manera diferente, ambas entidades intentaron volver al pasado y experimentar con el credo libertario: NO a la participación del gobierno; SÍ al laissez-faire.

Enron se dedicó a ignorar la regulación de precios y la regulación de la actividad financiera; ambas, implantadas para evitar que consumidores, trabajadores e inversores fueran explotados por “los delincuentes de la gran riqueza”, según palabras de Theodore Roosevelt.

Además, dice Krugman, la empresa eléctrica usó su tremendo poder de influencia política para crear un gran agujero negro dentro del cual podían operar con absoluta libertad. Y por ese agujero desaparecieron miles de millones de dólares ganados con esfuerzo por mucha gente, incluidos los empleados de la empresa.

Si Enron se propuso eliminar el activismo regulatorio, Argentina intentó eliminar el activismo monetario. Con el plan de convertibilidad, el país volvió al sistema monetario de la época colonial. El plan prometía acabar con las crisis y con las repetidas intervenciones del gobierno. Argentina tendría una moneda sana, … y lo demás quedaba librado a la oferta y la demanda: mercado libre.

Tras aclarar que el programa seguramente había sido concebido con las mejores intenciones, Krugman opina que se convirtió en atracción de oportunistas y que paulatinamente fue pavimentando el camino hacia el infierno.

Y finalmente, la paradoja: la convertibilidad fue introducida en nombre del laissez faire pero ahora, para evitar el colapso, el gobierno argentino ha tenido que imponer drásticas restricciones a la libertad económica.

Conclusión: es bueno que se deje actuar a los mercados, pero la gran lección que deja el siglo 20 es que – para funcionar bien – el sistema de mercado necesita un poquito de ayuda del gobierno: un poquito de regulación para impedir los abusos, y un poquito de política monetaria para combatir las recesiones.

Las dos debacles simultáneas, una en Houston y otra en Argentina, demuestran que esta gran lección sigue vigente.

En la primera semana de diciembre SatireWire.com, una revista electrónica de humor de Houston, Tejas, publicó un artículo que tituló “Enron confiesa que, en realidad, es Argentina”.

El disparatado artículo comenzaba diciendo que “después del colapso provocado por serias malversaciones y una deuda insostenible, la empresa energética Enron confesó hoy lo que muchos observadores venían sospechando desde hace tiempo: que, en realidad, es Argentina.”

El relato – acorde con la línea de una revista de humor –presenta a Kenneth Lay, presidente y CEO de la compañía, hablando por teléfono desde Buenos Aires, disculpándose por no hablar inglés y pidiendo un intérprete. En esa conversación imaginaria Lay se disculpa por las confusiones y dice que, por tratarse de una nación soberana, su empresa es inmune a cualquier procesamiento judicial en Estados Unidos.

Ante la pregunta de si se había “escapado” a Argentina, Lay aclaraba que había regresado a su país para visitar a “mi familia”.

Durante la charla telefónica Lay dio a entender que él y Fernando de la Rúa serían la misma persona. Eso llevó a SatireWire a contactar al presidente de los argentinos para preguntarle si lo dicho por Lay tendría algún asidero. De la Rúa no contestó ni que sí ni que no, puesto que en su país “las cosas están tan locas que todo puede ser”.

Los acreedores de Enron no se lo creen: “Aunque actúen de la misma forma” – dicen – “ni Lay es de la Rúa ni sus acólitos son los ministros de la Argentina”.
Enron es una empresa estadounidense que nos ha hecho perder US$ 300 millones. Y Kenneth Lay no es argentino. Nació en Missouri”.

¿Cómo?”, llega la voz de Lay por la línea telefónica. ”Lo lamento, no entiendo nada. No hablo inglés”.

A la semana siguiente de publicarse el artículo de SatireWire, apareció en el diario San Francisco Chronicle la columna de opinión que el economista Paul Krugman publica simultáneamente en varios periódicos de Estados Unidos. Krugman titulaba “Argentina y Enron: como dos gotas de agua”.

Krugman dice allí que, aunque injusta con Argentina, la comparación es muy relevante. Y explica por qué: hasta hace muy poco tiempo, tanto la República Argentina como la empresa Enron habían sido las niñas mimadas de la comunidad financiera. Ambas eran puestas como ejemplo de lo que se debía hacer. El sistema monetario de Argentina era – como el sistema contable de Enron – aplaudido en las páginas de Forbes y el Wall Street Journal.

Aunque de manera diferente, ambas entidades intentaron volver al pasado y experimentar con el credo libertario: NO a la participación del gobierno; SÍ al laissez-faire.

Enron se dedicó a ignorar la regulación de precios y la regulación de la actividad financiera; ambas, implantadas para evitar que consumidores, trabajadores e inversores fueran explotados por “los delincuentes de la gran riqueza”, según palabras de Theodore Roosevelt.

Además, dice Krugman, la empresa eléctrica usó su tremendo poder de influencia política para crear un gran agujero negro dentro del cual podían operar con absoluta libertad. Y por ese agujero desaparecieron miles de millones de dólares ganados con esfuerzo por mucha gente, incluidos los empleados de la empresa.

Si Enron se propuso eliminar el activismo regulatorio, Argentina intentó eliminar el activismo monetario. Con el plan de convertibilidad, el país volvió al sistema monetario de la época colonial. El plan prometía acabar con las crisis y con las repetidas intervenciones del gobierno. Argentina tendría una moneda sana, … y lo demás quedaba librado a la oferta y la demanda: mercado libre.

Tras aclarar que el programa seguramente había sido concebido con las mejores intenciones, Krugman opina que se convirtió en atracción de oportunistas y que paulatinamente fue pavimentando el camino hacia el infierno.

Y finalmente, la paradoja: la convertibilidad fue introducida en nombre del laissez faire pero ahora, para evitar el colapso, el gobierno argentino ha tenido que imponer drásticas restricciones a la libertad económica.

Conclusión: es bueno que se deje actuar a los mercados, pero la gran lección que deja el siglo 20 es que – para funcionar bien – el sistema de mercado necesita un poquito de ayuda del gobierno: un poquito de regulación para impedir los abusos, y un poquito de política monetaria para combatir las recesiones.

Las dos debacles simultáneas, una en Houston y otra en Argentina, demuestran que esta gran lección sigue vigente.

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